Don Demetrio no fornica

Don Demetrio, sexólogo.
photo_camera Don Demetrio, sexólogo.

A DEMETRIO SE lo llevan los demonios solo con pensar en el sexo. Y piensa en ello constantemente, porque el fornicio, así, en general y en cualquiera de sus múltiples posibilidades, se ha convertido en uno de sus temas de conversación favoritos. «Huid de la fornicación», aconseja esta misma semana Demetrio Fernández a sus fieles cordobeses en la carta pastoral, con su cara rechoncha y su sonrisa bonachona, muy de obispo, todo serenidad, que dan unas ganas de achucharle...

Demetrio es un experto en fornicación, por lo que parece. No hay detalle del asunto que se le escape, lo que no deja de llamar la atención en alguien que debería llevar la palabra abstinencia bordada en su ropa interior, pero doctores tiene la Iglesia. Fue él, por ejemplo, quien lanzó hace unos meses la alerta sobre la última gran conspiración mundial: el plan de la Unesco -la malvada Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura- para conseguir que en los próximos veinte años la mitad de la población mundial sea homosexual.

¿Cómo va a conseguirlo? Muy fácil, con la ideología de género, según la cual «uno no nacería varón o mujer, sino que elige según su capricho y podrá cambiar de sexo cuando quiera a su antojo». Como para fiarse uno de la Onu, menuda es ella. De hecho, ya vemos aquí los primeros síntomas, con una «incitación a la fornicación continua en los medios de comunicación e incluso en algunas escuelas de secundaria, dentro de los programas escolares».

Por eso, mientras llega ese día en que todos seremos homosexuales o heterosexuales según el humor con que nos despertemos esa mañana, con el abanico de posibilidades que eso abre, el obispo ya va preparándonos el camino. Lo primero que hay saber, dice Demetrio en otro de sus abundantes escritos dedicados al tema, es que «la relación entre personas del mismo sexo es una relación de amistad, no un matrimonio», con lo cual yo hace semanas que dejé de llamar a según qué amigos, por lo que pudiera pasar, que la cosa empieza por unas cañitas y no se sabe muy bien dónde acaba.

Además, esta semana entra más en el menudeo, en el detalle, lo que es muy de agradecer porque los que andamos con el folleteo a trompicones y a deshoras acabamos por perder la perspectiva y los buenos modales. Porque la sexualidad, nos recuerda, «es el lenguaje y la expresión del amor verdadero, de un amor que no busca solo su interés y su satisfacción, sino que busca la felicidad del otro y está dispuesto al sacrificio». Qué razón tiene, don Demetrio, cómo sabe dónde apunta. Vale que lo del orgasmo simultáneo tiene mucho de mito cinematográfico, pero de eso a dejar de preocuparnos por nuestra pareja y buscar solo nuestra satisfacción va un mundo. Muy bien apuntado, esas son las cosas que habría que enseñar en secundaria, y no cómo hacerse maricón en dos trimestres.

Para que en el sexo todo vaya según el libro, prosigue el hombre, hay que tener cuidado con las manos, porque «la sexualidad desorganizada es como una bomba de mano, que puede explotar en cualquier momento y herir al que la lleva consigo». Tiene toda la razón, y eso por no hablar de lo mucho que se ensucia si no se va con cuidado.

Los consejos de este titán de la sexología, de este Lorena Berdún del púlpito, alcanzan a todos. A los solteros, para recordarles que en su situación «no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad», y que además pueden quedarse ciegos, que no lo ha dicho él pero me permito añadirlo yo, que tengo 11 dioptrías entre los dos ojos; a los casados, para que «administren sus impulsos», que no lo he acabado de coger del todo, pero creo que tiene que ver con no gastar más de lo que se puede, porque salen llagas; y a los que, como él, han optado por «sublimar» su sexualidad «en un amor más puro», lo que significa que renuncian a practicar sexo para pasarse todo el santo día dándole vueltas al temita con una obsesión patológica.

Yo, que no soy más pecador porque no alcanzo, no tengo ni los conocimientos ni la experiencia en este campo que exhibe el señor Demetrio, pero lo compenso con el propósito de enmienda. Así que prometo esforzarme por seguir las enseñanzas que se pueden extraer de sus razonamientos: usar con más prudencia las manos; volcarme de pensamiento, palabra, obra y omisión en la felicidad de mi pareja, y, sobre todas las cosas, follar más y joder menos.

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