Dimitir es un nombre ruso

Los escándalos de Pokémon no provocan ceses porque PP y PSOE se blindan mutuamente y ni siquiera pueden caer los actores secundarios, pues dejarían en evidencia a los principales. Dimitir no es un nombre ruso, es un lema que ha podido leerse en los últimos años en pancartas de los indignados y bajo el que se han creado algunos grupos de Facebook.

En la Galicia de los últimos días, tras la difusión de la parte de la operación Pokémon que no está bajo secreto, hay que concluir que dimitir sí es un nombre ruso, un verbo cuya imposible conjugación contrasta con la gravedad de la catarata de informaciones sobre presuntas prácticas corruptas  que llenan las páginas de la prensa. Y no hay ninguna previsión de que a corto plazo se vayan a asumir responsabilidades políticas, de manera que, a la espera de lo que depare los próximos capítulos de esta revelación del sumario por fascículos, de momento la gran cuestión que se plantean los partidos es la de la inclusión o exclusión de sus listas electorales de los imputados.

El jueves, tras el consello de la Xunta, además de pedir disculpas y distinguir entre enchufes en las Administraciones y en empresas privadas, aunque en este caso sean concesionarias de servicios públicos, Feijóo presumió de que no le ha temblado la mano a la hora de cortar cabezas en su partido, en un cómputo en el que incluyó a Conde Roa, quien, sin embargo, cayó por una cuestión anterior, la querella de la fiscalía por fraude fiscal, por lo que ya fue condenado.

Sí es cierto que cuando se produjeron las primeras detenciones, en septiembre del 2012, en vísperas de las elecciones autonómicas, sí se conjugó el verbo dimitir. Cayeron los alcaldes de Boqueixón, el popular Adolfo Gacio, y de Ourense, el socialista Francisco Rodríguez. El de este último es un caso paradigmático del cruce entre responsabilidades políticas y ajustes de cuentas internos, pues el entonces líder del PSdeG, Pachi Vázquez, aprovechó para eliminar a un rival en Ourense.

En los partidos hay imputados de la mayoría y de la minoría, como muestra el caso de la diputada autonómica del PP María Faraldo, imputada por una presunta irregularidad en una contratación de un trabajador cuando era alcaldesa de Betanzos. Con independencia de que se trate de un caso de menor gravedad de los de por ejemplo posibles cobros de comisiones, Faraldo lo tendría mucho más difícil para mantenerse en el cargo si no fuese una destacada miembro del sector de Feijóo en A Coruña, el de los fieles a Romay Beccaría.

Mientras el BNG se lanza a pedir ceses, porque ya dimitió su hasta ahora único imputado, y algunos dirigentes de AGE también lo hacen, en el PP y PSOE existe un bloqueo, producto de dos mecanismos complementarios. El primero se percibe muy bien en el caso del alcalde de Lugo. La destitución de Orozco sólo podría ser impuesta por Pérez Rubalcaba, pero para eso tendría que haber un ataque directo del PP desde la sede de la calle Génova, que no se va a producir porque los populares tienen su propia ración de destacados imputados, como el alcalde de Santiago y el primer teniente de alcalde de A Coruña.

El otro mecanismo es el que evita que haya alguna dimisión de actores secundarios que  iniciase una catarata de renuncias. Por ejemplo, en el PSOE hay quienes consideran insostenible la posición del edil socialista Bernardino Rama, pero defiendan que siga, pues su caída podría provocar la de Orozco. Es un caso similar al del edil popular compostelano Adrián Varela, grabado pidiendo que se despida a la mujer de un sindicalista. Su renuncia dejaría en evidencia al alcalde Currás.

Por ahora lo que está claro es que Paula Prado está quemada como portavoz del PP gallego, como ya le pasó a Rodríguez Miranda, y que PP y PSOE asumirían riesgos inmensos si, además de mantener a sus imputados, los presentan a las elecciones.

El grupo “atípico”, de Carlos Mella a Carmen Iglesias

“Grupo parlamentario atípico e máis ben cachondo, tirando a revirado”. Así definió Carlos Mella en su libro Non somos inocentes el subgrupo que, dentro del grupo mixto, formó con Luis Cordeiro. El grupo mixto que renace ahora con la exdiputada de AGE Carmen Iglesias es también “atípico”. Le va a permitir gozar de elevadas prebendas, con lo que culmina su ruptura con los pactos de AGE.

Paco Vázquez se pone con Rivera en su espacio natural

En contra de lo que él proclama, la coherencia ideológica nunca fue un rasgo característico de Francisco Vázquez. Para comprobarlo no hace falta remontarse a los primeros años de la Transición cuando como líder del PSdeG firmaba proclamas a favor de la autodeterminación, como la que se exhibió hace unos años en una exposición de la Fundación Iniciativas XXI y cuya lectura hizo las delicias de Pasqual Maragall.

A pesar de condenar los acuerdos con el nacionalismo, Vázquez era secretario general socialista en el momento de los primeros pactos municipales entre el PSOE y el BNG, los de 1995, aunque evitó salir en las fotografías con los líderes del Bloque. Y en el 2003, gracias a las negociaciones hechas por José Blanco, Vázquez fue elegido presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias con los votos de CiU.

Pero ayer, al apadrinar en A Coruña a Albert Rivera, Vázquez sí dio un paso hacia adelante coherente con las posturas que ha defendido en los últimos tiempos, cuando emergía como el líder natural en Galicia de UPyD, el partido de Rosa Díez. Pero con UPyD nunca quiso aparecer en público y en el territorio gallego hace tiempo que esta fuerza política quemó sus naves, al negarse su lideresa a rectificar su uso peyorativo de la palabra gallego en una ataque a Zapatero.

Al desembarcar en A Coruña y con la vista puesta en las elecciones europeas al frente de la plataforma Movimiento Democrático, Albert Rivera intenta tener éxito en la apuesta en la que fracasaron estrepitosamente Rosa Díez y Mario Conde, la de hacerse sitio en Galicia, para lo que precisaría arrebatarle una parte de su espacio al PP gallego, con un discurso centralista y de presunta renovación. Sin embargo, en las europeas de 1989, Ruiz Mateos sí logró superar en Galicia, aunque fuese por medio punto, su resultado en el conjunto de España, con un 4,3% de los votos frente a un 3,8%. Fue una diferencia escasa, pero sí es significativo que esas elecciones fuesen en las que el PP gallego más cerca estuvo de una derrota desde 1981, pues superó al PSOE en apenas 4.000 votos.

Como sostiene Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, Ciutadans, el partido de Rivera, refleja la complejidad catalana, ya que nació como un partido nacionalista español catalán, pues sólo actuaba en Cataluña. Ahora intenta extenderse a toda España, en competencia con UPyD y también con el nuevo partido Vox, en el que está Ortega Lara. De estas tres fuerzas, la de Albert Rivera aparece como la que le puede crear más problemas en Galicia al PP, más que nada por la debilidad de las otras dos ofertas, tras los repetidos fracasos de Rosa Díez y el alejamiento de la realidad gallega del mensaje de Vox.

El respaldo de Francisco Vázquez le puede servir a Rivera para llegar a ese electorado coruñesista que en las últimas municipales apostó por el popular Carlos Negreira. Pero ese apoyo también pone en cuestión el mensaje regenerador que quiere lanzar. Lo que no se entendería es que Vázquez pudiese continuar siendo militante del PSdeG, aunque fuese uno de los primeros en apoyar a Besteiro.

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