Deprime volver

Bien es verdad que por razones obvias, tal y como nos vienen dadas, los lucenses carecemos de capacidad de asombro. Estamos vacunados contra todas las adversidades impul- sadas por el efecto dominó. Una tras otra. Pero aún así, nuestra sensibilidad no fue anulada por completo, pese a la pestilencia del ambiente que inhalamos. Y en este caso, los efectos de una cuarentena larga entre bazofias quedan mitigados por la que consideramos normalidad del pasado, que no es otra que una urbe de siempre sucia, nada cuidada y más si la comparamos con otras. En una breve incursión por el norte de Portugal observé ‘in situ’ lo aseadas y atendidas que están las ciudades, como es el caso de Braga, Guimaraes o Viana do Castelo. ¡Qué envidia! Ni un solo desecho por el suelo, sus calles limpias como jamás lo estuvieron en Lugo. Y eso que su economía tampoco debe de ser boyante, pero sus gestores saben exprimir los recursos con réditos de eficacia, no dilapidando su tiempo en ciscos partidistas y otros varios. Por eso regresar a casa resulta siempre tan deprimente.

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