Democracia a bulto

Ciudadano. Foto: EFE
photo_camera Ciudadano. Foto: EFE

Yo estoy de acuerdo. Con todo, con cualquier cosa. O con ninguna, si es preciso, lo que manden. Es lo más serio y responsable, e igual de efectivo que lo contrario pero mucho más sano.

Es, además, el único papel que me reserva esta democracia estimativa, a bulto, como ciudadano sin criterio: estar de acuerdo. Si total van a hacer lo que quieran, al menos que no disfruten con mi pataleta antisistema, que se esfuercen en buscar otra justificación, otro miedo.

Porque si algo está quedando claro estos días agitados es la ideología política que unifica a la mayoría de nuestros legítimos representantes: el miedo a sus representados. No se fían de nosotros, y supongo que motivos no les faltan. La democracia es algo demasiado serio como para dejarla en manos de los votantes.

Y es que lo que nos estamos jugando en estos momentos no es en realidad sobre el modelo de Estado, sobre monarquía o república, que ya sería de por sí lo bastante serio, sino sobre algo mucho más importante: el modelo de democracia y si podremos seguir llamándola así sin caer en la exageración o la condescendencia. Los argumentos que están escuchando estos días para justificar lo injustificable, y lo inevitable, porque la decisión está tomada, son los que podríamos esperar del nivel de quienes nos dirigen, sobradamente demostrado.

El primero y más oído nos sitúa directamente en la vanguardia del nuevo pensamiento político, una fórmula de creación patria que podremos exportar al mundo: la democracia a ojo de buen cubero. No es necesario consultar al pueblo porque, total, la mayoría está a favor. Los más enterados, nivel comentarista, incluso se arropan en porcentajes que van del 65 a 99 por ciento según el fervor de cada cual. Porcentajes que, como se puede comprobar, no figuran en ningún sitio; ni esos, ni sus contrarios.

Vamos tan sobrados de madurez y experiencia democrática que ya podemos permitirnos el lujo de sustituir el recuento por la revelación, porque la simple suma de votos no es ni de lejos tan eficaz ni fiable como la fe en la estimación a voleo. Supongo que lo próximo será ahorrarnos todas las elecciones y que hagan el recuento a ojo las subdelegaciones del Gobierno, como los asistentes a las manifestaciones. Si queremos algo más de precisión, que siempre habrá algún tiquismiquis, lo hacemos a mano alzada.

Además, este no es el momento, que es otro de los argumentos estrella de este país de ‘cuñaos’. Ahora no estamos para perder el tiempo, lo importante es el paro, repiten . Nadie me ha sabido explicar la relación existente entre el derecho de un pueblo a decidir sobre su presente y su futuro y la lucha contra el desempleo, y su supuesta incompatibilidad, pero puede que el problema sea yo, que no doy para más.

En cualquier caso, lo que no se puede decir es que este no es momento, porque precisamente el momento lo han elegido ellos. Fuera de círculos comprometidos, nadie había hablado hasta el lunes pasado, día de la abdicación, de la urgente necesidad de convocar un referéndum sobre la monarquía parlamentaria. Fue la propia abdicación la que puso el asunto sobre la mesa, y pocos momentos puede haber más oportunos para que el pueblo se pronuncie que aquel en el que se está ventilando la sucesión. Si hablamos de elegir a un presidente o un alcalde, el momento son las elecciones cada cuatro años. Si se trata de confirmar a un rey, o no, puede que la siguiente oportunidad tarde en llegar otros 39 años.

Después del recuento a bulto y la incompatibilidad espacio-temporal, se sitúa como obstáculo insuperable, este ya para avezados politicólogos, nivel ‘cuñao experto’, la mismísima y sacrosanta Constitución Española. Lo que el pueblo ha unido, que no lo separe el pueblo.

Yo, que ya no tengo ni las ganas ni las capacidades a tono, me limito a copiar el artículo 92 de la Carta Magna: «Las decisiones políticas de especial trascendencia», dice en su punto uno, «podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos». La Constitución, antisistema.

Para qué seguir. La decisión ya está tomada y la nuestra es una democracia asertiva. Ahora hemos comprobado hasta dónde llega el miedo de nuestros representantes a sus representados. Solo nos queda saber hasta dónde llega el nuestro. Y si estamos de acuerdo.

(Publicado en la edición impresa el 8 de junio de 2014)

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