La noche en que se hizo el periódico en pijama

Del insomne al sismógrafo humano

Numerosas personas durmieron durante días en coches o cambiaron de domicilio ▶ Un vecino de Piñeiroá (Láncara) recuerda el desplome de una pared de su habitación
Alfredo Moreira sujta la portada donde salían él y su casa destruida, justo en el mismo lugar
photo_camera Alfredo Moreira sujta la portada donde salían él y su casa destruida, justo en el mismo lugar

"Durmo perfectamente. ¿Un terremoto o domingo? Non me enterei de nada". Nadie diría que estas palabras las pronuncia hoy alguien al que un día se le desplomó entera la pared de su habitación. Alfredo Moreira tiene en la actualidad 73 años y sigue habitando la misma casa, en el lugar lancarés de Piñeiroá, uno de esos sitios donde la carretera se acaba.

Alfredo vive solo, como hace 20 años. No recuerda cuanto rato llevaba durmiendo aquel 22 de mayo de 1997, pero sí que de golpe lo despertó un ruido y vio como la pared empezaba a deshacerse por arriba, poco a poco, hasta caer por completo la fachada posterior. No tuvo que marcharse a vivir a otro lugar. Por fortuna la casa tiene una segunda ala donde hay dos habitaciones. Un inmueble, por cierto, que parece perseguido por una maldición, pues 12 años después, en 2009, sufrió graves daños por un incendio originado en la chimenea.

Echando una mirada a los periódicos de la época, el domicilio de Alfredo aparece como el más dañado por la serie de terremotos de hace dos décadas. La imagen tomada por Víctor L. Villarabid fue portada de El Progreso el 23 de mayo. Hubo desperfectos en cientos de edificaciones, sobre todo de piedra, muchas de ellas religiosas (en el monasterio de Samos, por ejemplo), pero la mayoría se redujo a grietas, posiblemente tan cuantiosas o más en su reparación como la fachada de Piñeiroá, pero mucho menos llamativas.

Cientos de anécdotas hay sobre la noche en que tembló Galicia. La intempestiva hora (1.50) hizo que las sensaciones quedasen grabadas a fuego en la población, sobre todo en el triángulo sísmico. De hecho, el lunes pasado, tras el temblor de 3.5 de primera hora de la madrugada del domingo, la comparación con el de hace 20 años fue el comentario generalizado, por supuesto, minimizando el de hace una semana en comparación con aquel 'big one'.

Y es que aquel fue un terremoto de personas más que de desperfectos. La propia noche de autos las calles se llenaron de gente. Es más, posiblemente casi nadie se quedó a cubierto en un primer momento, aunque luego fueron regresando. No todos. Se cuenta la anécdota de una vecina de Lugo que vivía en un sexto piso y ya no volvió a subir a su casa, trasladándose a otro lugar. Peor suerte tuvo un sarriano, enfermo del corazón, que tras el seísmo cayó desplomado en la calzada y murió de un infarto.

Otros volvieron a sus moradas, pero después de varios días. Un empleado de la extinta Caixa Galicia en Becerreá contaba en el periódico de la época cómo era su séptimo día durmiendo en un coche con su familia. No querían volver a su casa, eran incapaces de dormir. Quien tenía caravana también prefirió trasladarse por unos días a residir sobre ruedas y a ras de suelo.

DETECCIONES. Lo que sí fraguó el terremoto de 1997 fue toda una legión de sismógrafos humanos. Gente que desde entonces es capaz de percibir cualquier pequeño movimiento, o por lo menos eso cree. Algunos llaman inmediatamente por teléfono, aún hoy, al Instituto Geográfico Nacional: "¿Un terremoto? Déjeme mirar. Sí, señora, de 1,5 grados, imperceptible para el ser humano". Pues no, aquí se notó.

En las semanas siguientes, los médicos aumentaron la receta de ansiolíticos y de productos diversos para conciliar el sueño, pues cualquier sonido perturbaba el descanso. La gente caminaba por las calles "como zombies" aún una semana después, contaba un vecino de Becerreá. En Sarria, hasta hubo una procesión "para pedir a Dios que cesasen los terremotos".

Para Alfredo de Piñeiroá el susto no pasó de ese día. Durmió como si nada la siguiente noche y las demás de su vida, aunque nunca olvidará aquella madrugada en que su habitación se quedó sin pared.

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