De vuelta al curso del 84

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SE ME FUERON olvidando los años con el tiempo. Me recuerdo vagamente hace 30 años. Mezclo lo que pasó en 1988 y en 1989. Pero tengo más claro 1984. Fue el año que empecé octavo de EGB. El 16 de agosto la gente que empezamos aquel curso 84-85 celebraremos una cena para conmemorar los 30 años de todo aquello. Y todo eso sí lo recuerdo muy bien. En palabras de Terminator: «Tengo datos precisos».

Desde la tumba de sor Cleofé en el cementerio municipal de Ribadeo se ve la de Cartagena, uno de los chicos rebeldes de aquella hornada tierna e irritante a partes iguales. No deja de ser una ironía porque me parece estar viendo a la pobre sor Cleofé, abrumada por el pésimo comportamiento de su alumno, avisándole de que acabaría mal antes de tiempo. Pero a los 13 años no escuchas a nadie, y menos a una monja que da matemáticas y lleva las patillas de las gafas por fuera de la cofia.

Nuestra generación fue una de esas golpeadas al 50 por ciento por Julio Iglesias y el caballo. Dos años después, fui en una clase en segundo de BUP que tras las vacaciones de Navidad perdió a unos 15 alumnos, que dejaron los estudios para dedicarse a sabe Dios qué. Algunos lo están pagando muy caro aún a día de hoy.

Pero aún estamos en 1984 y el mundo era todo diversión. Cuando nos volvamos a juntar el 16 de agosto tal vez esté con nosotros nuestra compañera más mediática, la actual alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo. Sonia era terrible ya por aquel entonces. Como era un colegio de monjas había que ir cada mes de mayo a rezar a la capilla por el ‘mes de las flores’ y se hacían algunas peticiones. Ella y un tal Juanín Ríos montaron una escandalera de tal calibre a la hora de hacer las peticiones ante la virgen que me extrañó que no la imputaran ya por algo en aquel mismo momento.

Antes ya habíamos apuntado maneras: algunos de la otra clase consiguieron una botella de güisqui y alguno pilló una buena cogorza después de una clase de gimnasia. Al día siguiente en nuestra clase se hicieron con tres botellas de vino. Aunque una acabó estampada contra la pared del patio, las otras dos fueron convenientemente ingeridas por unos cuantos y, tras la vomitona de uno en clase, hubo una de padre y muy señor nuestro.

Las monjas de 1984 tenían autoridad y la ejercían sin miramientos. No quiero imaginarme a las de otros 30 años atrás, en 1954. Pero de todo había en el gremio del señor. Había una que se esforzaba sinceramente por hacernos entrar en razón. Le encantaba el fútbol y era una fiel seguidora del Osasuna. Pitaba los partidos que jugábamos en el patio y acto seguido nos enseñaba a fray Luis de León. Se llamaba sor Dolores y creo no exagerar si digo que todos guardamos un buen recuerdo de ella.

Las excursiones que hicimos aquel año fueron igualmente gloriosas. Aunque yo me perdí la larga por un accidente que me tuvo tres meses fuera de combate, las que duraban un día eran un acto de fe por parte de nuestras queridas religiosas en el que siempre fracasaban. Los más espabilados se iban con las chicas más precoces mientras los otros dábamos vueltas como pasmarotes. Creo que esto mismo lo firmarían representantes de cualquier otra generación a los 13 años.

No sé qué nos encontraremos el día 16 los que decidimos pegarle un empujón a la cena. Visto en perspectiva dimos un abanico florido: empresarios, abogados, albañiles, médicos, profesores, políticos, marineros, hosteleros, aparejadores, parados profesionales y hasta algún periodista. Tampoco en eso nos diferenciamos mucho de otras generaciones. Tal vez sí en el desafío a la autoridad. En el colegio la disciplina no diré que era férrea, porque sería una falta de respeto a los de generaciones anteriores a la nuestra, pero desde luego no era una materia que se diese por aprobada. En aquella época todavía se repartía algún guantazo sin contemplaciones y si te mandaban a hablar con la Superiora te temblaban hasta los párpados. No sé, tal vez solo así se puedan manejar clases de 43 o 44 tíos y tías de 13 años con las hormonas disparadas.

Con el paso de los años algunos tomamos conciencia de nuestra singularidad y de que desde luego no fuimos una generación más que tachar en el calendario vital de aquel colegio. Alguno murió, otros se perdieron, otros mutamos, incluso hay quien sigue igual. Despertamos al mundo jugando al fútbol en una plazoleta mientras otros se pasaban canutos a la hora del recreo, todo ello bajo la atenta mirada de unas monjas que, en el fondo, nunca supimos qué pensaban de nosotros.

EL GUSTO. Casi un mes sin realizar rescate alguno en Barreiros

EL ALCALDE de Barreiros, siempre atento a la imagen que proyecta su municipio, sobre todo en época estival, puede estar contento de que sus playas, bañadas por el azul de las banderas que distinguen su calidad, no hayan visto todavía ningún rescate en lo que va de mes, algo ciertamente extraño según confesión de su jefe de socorrismo, Javier Díez Novás, Trosky. Está claro que sí que es raro porque son muchísimos kilómetros y siempre hay algún aventurero o algún descuidado que acaban necesitando ayuda. Mejor. En estos casos la mejor noticia es que no haya noticias.

EL DISGUSTO. No es de recibo el trato de Fomento hacia esta comarca

SUENA MAL, pero hay que decir a Fomento eso de «ya se lo advertimos», porque ya se lo advertimos que ese tramo de la A-8 que conecta Abadín y Mondoñedo es una trampa mortal con malas condiciones meteorológicas. Fomento dice ahora que estudiará mejorarlo. Falta le hace porque el accidente del sábado no será el último de esas características, seguro. Por otro lado, en el debe del departamento de la ministra Ana Pastor está también el estado de la carretera de la Costa, que es para darse de cabezazos. Vale que no hay dinero, pero hay cosas por las que no se puede pasar.

(Publicado en la edición impresa el 28 de julio de 2014)

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