De repente, el último cocido

Según mi endocrino, al Tata Martino no le debe gustar mucho el cocido.
photo_camera Según mi endocrino, al Tata Martino no le debe gustar mucho el cocido.

FUE UNA de esas paranoias que me dan cuando vuelo y hay turbulencias. Despegamos de Barajas con un sol radiante y solo unas lejanas nubes bajas en la línea del horizonte. Llevaríamos unos 20 minutos de vuelo cuando el catering llegaba a mi altura y tras una campanilla metálica sonó la voz del piloto.

-Lamentablemente nos vemos obligados a suspender el servicio de catering...

Ya de entrada eso supone un trastoque de planes, que el médico me recomienda para la ansiedad un whisky cuando vuelo. Pero la cosa no había hecho más que empezar.

-...Porque nos vamos a encontrar serias turbulencias.

Debió darse cuenta del impacto en el pasaje porque continuó como si fuese una rutina.

-Ahora mismo tenemos a nuestra derecha a Valladolid y a Salamanca a la derecha...

-Pues a mí que me deje en Valladolid que si acaso ya pillo yo un autobús -le dije a mi compañero de asiento.

-No se preocupé -me contestó-. Yo ya es la segunda vez hoy que intento llegar a Vigo. Cogí el de las diez y media y tuvimos que dar vuelta tras abortar la aproximación -terminó sin levantar los ojos del libro. Si lo que pretendía era infundirme valor tuvo tanto éxito como la charla del capitán, que continuaba en sus trece.

-En Galicia el tiempo no es precisamente bueno; fuertes vientos racheados, niebla espesa...

Por favor que paré ya, dije para mis adentros.

-Pero... estén tranquilos que su seguridad es lo primero.

Cuando te dicen eso y vas a diez mil metros de altura sufres de inmediato una metamorfosis. En mi caso dejé de ser ateo y me puse a rezar todo lo que mi abuela me había enseñado de pequeño: «Jesusito de mi vida, eres niño como yo...»

-Intentaremos tomar tierra en Vigo, pero si las condiciones no son idóneas nos desviaremos a otro aeropuerto.

Para entonces, además de creyente me había vuelo también nihilista, pero no pude dejar de pensar en lo que me podía perder si aquello acababa mal. Y lo primero que recordé fue que mi mujer me tenía preparado un cocido de despedida porque al día siguiente visitaba al endocrino y me daba la impresión de que no son muy partidarios de nuestra dieta nacional. Me dio en pensar también en que a lo peor no podría siquiera recitar a modo de epitafio cinematográfico a lo Monty Cliff algo así como ‘De repente, el último cocido’, que antes ya había pasado por versiones similares: ‘De repente el ultimo pitillo’, ‘De repente el último cubata’...

El caso es que conseguimos aterrizar, y tras el último cocido me enfrente al endocrino, que me dijo al ver mi cara de cordero degollado: -¿Usted no es de la tele, el que escribe de fútbol en el periódico?

-Hombre, de fútbol, fútbol...

-Bueno, pues mire; fíjese en Martino, que creo que usted es del Barça, y vaya rotando. Un día acelgas rehogadas, otro zanahorias hervidas, otro unas coles...

Así va el Barça, pensé yo, y le dije: ¿Y cuando entran en juego la cacheira y los chorizos? Pero el tío seguía en plan Martino.

-Un poco de brécol, una escarola, una ensalada, por supuesto sin aceite, fruta, de vez en cuando un yogurt desnatado con avena (que debió verme el tío cara de caballo) y si quiere algún día darse un homenaje, pues un filete de pavo, y por supuesto hervido.

De esto hace tan solo dos semanas y no sé si habré adelgazado 150 gramos. Lo que tengo claro es que ya no me hará falta el whisky para soportar un viaje en avión, porque ya puede soplar el viento racheado o de costado, haber niebla o turbulencias, que peor ya no puede ir la cosa.

No lo volveré a hacer

Hace una semana me dio un ataque de periodista independiente, y como muchos dicen, sin ningún fundamento, que soy del Barça, me las quise dar de profesional honesto e íntegro para reírme de las paranoias conspirativas del club blaugrana. Nunca más, lo juro, que es muy duro dar ese paso y que justo encima al día siguiente salga el Secretario de Estado para el Deporte a desautorizarte en un artículo a página entera en El País. ¡Que resulta que sí existe esa conspiración! Pues ya puestos yo creo que también persiguen al Pontevedra.

(Publicado en la edición impresa de El Progreso el 10 de marzo de 2014)

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