NUNCA LLEGARÁ a definirse con claridad la línea que separa el regalo del soborno. ¿Dónde acaba la cortesía y empieza el cohecho? La Xunta acaba de marcar la frontera: noventa euros. Se refiere hasta qué techo podrán recibir obsequios de gentileza los altos cargos autonómicos sin responsabilidad penal, que no política. ¿O también? ¿Se pone coto a la corrupción o se institucionaliza el aguinaldo? Puede interpretarse como se quiera. Habrá quien lo tome por la vía del obligado cumplimiento: si los políticos fijan barrera quiere decir que esperan atenciones de los que tengan a bien ofrecérselas, sin reprobación y sin que se lo echen en cara. ¿No sería mejor cortar por lo sano? De cualquier manera no deja de ser un paripé, no dudo que de buena intención, pero que no acabará con la práctica ya arraigada, por mucho que se pretenda aparentar lo contrario. Se entrecruzan intereses que son imposibles de controlar, y menos por vía del decreto ley. O tal vez sí, pero uno tiene todo el derecho a ser escéptico.
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