Cuento de invierno

HAY TRES fechas en las que la televisión norteamericana suspende la linealidad de sus series para introducir paréntesis que encajen con la excepcionalidad de las fiestas. Los especiales de Navidad, Halloween y San Valentín son experimentos narrativos -en el mejor de los casos- en los que guionistas y directores juegan con sus personajes y los conceptos populares de esas fechas. Hollywood hasta ahora sólo explotaba la Navidad con toda su artillería pesada creando un subgénero en sí mismo, que va de Santa Claus a cualquier película de animación susceptible de atraer al público infantil. El día de los enamorados, cuya sola concepción estética y ética es cuando menos desconcertante, favorece el estreno de una película romántica a la que no se le pida más que el primario motor de la acción sea ese: que un chico y una chica se enamoren, quieran estar juntos y no puedan.

La memoria de este crítico recuerda que este especial San Valentín se celebró el año pasado con una planificación rara. ‘Un lugar donde refugiarse’ era un thriller creado para que los enamorados de Estados Unidos cumpliesen con la tradición -cualquiera que esta sea- y después de entregarse los regalos y cenar en un restaurante, se tragasen estas toneladas de azúcar sin pedir mucho a cambio. En el despropósito habitual de la distribución española, la película se estrenó en nuestras salas dos meses más tarde, llenando los cines -es un decir- de espectadores descolocados, como esos especiales de Halloween de Los Simpson que Antena 3 emite sin ton ni son.

‘Cuento de invierno’ certifica que, a partir de ahora, España va a estar con los enamorados en el cine como un solo hombre. Las multisalas se van a guardar un espacio dedicado a la tradición romántica con sus obstáculos imposibles de superar y sus finales forzados a liberar la lágrima. Basado en un best seller de Mark Helprin, la historia mezcla el amor terrenal de un buscavidas y una joven de clase alta enferma de cáncer, con fuerzas maléficas dirigidas por Rusell Crowe, a las órdenes de un Lucifer Will Smith. El héroe (Colin Farrell) tiene un caballo blanco con alas que ejerce de ‘deux ex machina’ cuando la cosa se pone fea, y en unos giros difíciles de explicar, trata de restituir su amor perdido a lo largo de su inmortalidad.

Es difícil tomarse en serio ‘Cuento de invierno’ si no es con un ojo puesto en la excepcionalidad del Día de San Valentín. Y si se tiene en cuenta la fecha, para qué intentar encajar todas las piezas, que son muchas y con un extraño tufo a powerpoint enviado en una cadena de correos electrónicos.