Cuando Pujol humilló a Fraga

El exhonorable, defraudador confeso, infligió al león de Vilalba en Santiago su única derrota de la década de los 90, en la elección del presidente de la Asamblea de las Regiones de Europa.

Jordi Pujol i Soley, defraudador confeso y ya exhonorable, infligió a Manuel Fraga Iribarne su única derrota en Galicia en su triunfal década de 1990. Fue el 3 de julio de 1992 en el auditorio de Santiago, donde se celebró una reunión de la Asamblea de las Regiones de Europa (ARE) en la que se elegía al presidente que sustituía a Carlo Bernini, del Véneto. La ARE aparecía como un foro relevante ante la nueva fase de la construcción europea, aunque después sería desplazada por el Comité de las Regiones.

En su primera legislatura al frente de la Xunta, el león de Vilalba buscaba en la ARE saciar sus ansias de estadista que se había tenido que conformar con la presidencia de su autonomía natal tras no haber llegado a la presidencia del Gobierno de España. Desplegó una intensa actividad por toda Europa y organizó el cónclave de Santiago sin reparar en gastos.

Pujol, en cambio, hizo una campaña más discreta, basada en sus contactos europeos y los de su socio democristiano, Duran i Lleida. La víspera de la votación el servicio de propaganda de la Xunta aseguraba que el candidato gallego contaba con 62 votos seguros, por 55 del catalán. Al día siguiente los representantes de las regiones de Europa se preparaban para varias votaciones hasta que alguno de los aspirantes alcanzase la mayoría requerida, de 104.

Sin embargo, en la primera ronda saltó la sorpresa. Pujol recibió esos 104 votos, por sólo 31 de Fraga, quien, según contó La Vanguardia, pidió a gritos que le pusieran al teléfono a Mariano Rajoy, entonces miembro de la cúpula popular española, para presumiblemente reclamarle explicaciones por el humillante descalabro, acentuado por el apoyo al catalán de la mayor parte del PSOE.

Pujol arrasó por su amplia experiencia en los foros regionales europeos y por su trayectoria como militante antifranquista que había estado en la cárcel, frente al pasado de Fraga como ministro de Franco. El prestigio del honorable era enorme. No se sabía que, según ha confesado,  su familia ya tenía desde 1980 una cuenta en el paraíso fiscal andorrano. Sí se conocía el escándalo de Banca Catalana, al que sobrevivió envuelto en la senyera, mientras en Barcelona se comenzaba a hablar de las actividades irregulares de sus hijos.

En el definitivo desenmascaramiento del clan pesó una conexión gallega, la del sumario de Campeón, que instruye la jueza de Lugo Estela San José y que condujo a la imputación de Oriol Pujol Ferrusola en el caso de las ITV, gracias a las grabaciones telefónicas de los compinches catalanes de Jorge Dorribo.

Jordi Pujol era la encarnación contemporánea de la nación catalana. Hablaba expresamente en el nombre de Cataluña y resultaba creíble al hacerlo. Con ese rol y como pieza clave en la transición y en la entrada de España en el euro, sus nexos con Galicia fueron múltiples. En su fallida Operación Roca de las generales de 1986 el único escaño que obtuvo fuera de Cataluña fue uno de Ourense, de Coalición Galega. A partir de 1997 el interlocutor de Pujol pasó a ser el BNG, con el que CiU y el PNV firmaron en 1998 la Declaración de Barcelona en pro de una España plurinacional. Y en el 2008 estuvo en Santiago y Allariz invitado por el entonces vicepresidente Quintana.

Aunque ya existiesen muchos indicios de las actividades del clan Pujol, la confesión del patriarca supone una conmoción brutal en Cataluña. Provoca que buena parte del relato de las últimas décadas parezca mentira. Pero Rajoy se equivoca si piensa que este escándalo le resuelve el problema catalán, aunque el desafío soberanista se haya complicado aún más. También se equivoca Oriol Junqueras, líder de ERC, al creer que la independencia lo cura todo.

El prestigio perdido del triunfador de la votación de 1992
En su Final en Fisterra, las memorias de su etapa en la Xunta, Fraga omite las referencias a la ARE y a Pujol. Éste relata en su el segundo tomo de sus memorias que “gané la votación de un modo muy holgado y brillante, pese a que también presentaba candidatura Manuel Fraga, el presidente de Galicia, que actuaba de anfitrión. Y es que yo personalmente, pero también Cataluña, teníamos mucho prestigio”.

Baltar II lo dice todo al callar sobre la condena a Baltar I
Pocas veces un silencio ha resultado tan elocuente como el que mantiene José Manuel Baltar Blanco después de la condena por prevaricación del anterior presidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar Pumar. El del anterior presidente es uno de los eufemismos al uso en estos casos de sucesión dinástica. Fue por ejemplo la fórmula que empleó el alcalde de Pontecaldelas, Perfecto Rodríguez, para defender su escandalosa y fallida propuesta de que el paseo fluvial llevase el nombre de su antecesor, Fidel Rodríguez, su padre.

El Bloque de la Diputación de Ourense decía estos días que con el tránsito de Baltar I a Baltar II la institución provincial había cambiado la boina por el iPad, en referencia a que el hijo siempre hizo bandera del uso de las nuevas tecnologías, como pionero en la utilización de las redes sociales. Pero sea en versión digital o analógica el resultado es el mismo. Ha enmudecido para no tener que enfrentarse a la justicia o a su padre. Tras la condena del patriarca, sólo emitió un comunicado, con el consiguiente tuit y la consiguiente entrada en el Facebook, para felicitarse de que Gallardón diese marcha atrás en su reforma de la planta judicial. Ese pronunciamiento enfatiza todavía más su silencio.

Feijóo tardó 24 horas en pronunciarse y lo hizo cómo pudo, para calificar de “irregularidad” lo que ya es, según una sentencia recurrible, un delito de prevaricación. Aunque a diferencia del caso de Santiago, por lo menos esta vez no sostuvo que el condenado por un delito no es un delincuente. Para Feijóo se trata de una cuestión muy incómoda pues los 104 contratos a dedo que hizo Baltar I tenían por objeto asegurar la victoria de Baltar II en el congreso provincial del PP de Ourense del 2010 frente a Jiménez Morán, el candidato de Feijóo y Rajoy. Según la sentencia, 48 de los contratos por enchufe se hicieron dos días después de que Jiménez arrasase en la elección de los compromisarios de Ourense ciudad. Y otros 45 se efectuaron en la víspera del congreso.

Todos en el PP esperan a que pase el chaparrón. Para el baltarismo la condena es el peaje al que obligó la oposición de Feijóo a que el hijo sucediese al padre. Para Feijóo es agua pasada, una vez que tuvo que aceptar el relevo dinástico, y especialmente ahora, cuando su debilidad electoral le hacer volver a depender de la familia Baltar.

Los populares consiguieron desviar un poco la atención al coincidir la difusión de la sentencia con la visita de Gallardón en la que anunció que desiste de su plan de centralizar la justicia en las capitales de provincia. Es una acertada rectificación, detrás de la que se puede intuir la intervención directa de Rajoy, en respuesta a las reivindicaciones de la Xunta, ante las crecientes protestas existentes en Galicia. Sucede algo parecido con la decisión del Gobierno de anular las multas a los emigrantes retornados por las pensiones obtenidas en el extranjero. Da la impresión de que Rajoy quiso resolver los expedientes más conflictivos que tenía pendiente en Galicia antes de sus próximas vacaciones en Ridabumia.

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