«POR AHÍ DICEN que en Reikiavik hay ríos de miel». Sostiene Martin Wu, de Grampoder, que la bahía humeante fumegante que los colonos noruegos establecieron en el siglo IX cómo capital de la Ísland, de la tierra del hielo, es una creación pop, como fue la mítica Thule en la Edad Media. Que los modernos pintaron una ciudad de casitas de hojalata de colores, en las que viven Björk y el Jónsi de Sigur Rós.
En Islandia no hay ríos de miel, pero existen cursos fluviales blancos como la leche, campos plantados de altramuces que en junio son de color añil y forma de rocas abrazadas por musgos fluorescentes. Y charcos de aguas burbujeaantes excavadas en el hielo que huelen como la mesmísima puerta del infierno. Y un millar de volcanes. Y todo el mundo gélido y hostil que descubre Jon Snow infiltrado en los salvajes más allá del muro en ‘Game of thrones'.
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