Corea, 3 - Eusebio, 5

Eusebio ganó tres balones de oro sin presumir ni enseñar su tableta. EFE
photo_camera Eusebio ganó tres balones de oro sin presumir ni enseñar su tableta. EFE

LA FAMILIA tiene cosas buenas y malas, y dentro de sus ‘virtudes’ está la de dar consejos aunque no los pidas. A mí me sucedió el pasado lunes, día de Reyes, en el que debuté como cronista en esta contraportada. Aún no había empezado a montar ‘La cueva de las tortugas Ninja’ cuando empezaron a sonar los sms que me iba enviando la parentela. La sensación que tuve al leerlos fue la que debía sentir Asuranceturix, el bardo de la aldea de Asterix, cuando aseguraba que sobre su arte había división de opiniones; él pensaba que era genial y el resto...

Dicen que la venganza se sirve fría, pero yo no esperé mucho en invitar a algunos de mis allegados a ‘disfrutar’ montando conmigo esa mañana el sofá de Ikea que habían dejado Sus Majestades (por si fuese poca tarea con chaise-longe incluido, que mira que es viciosa mi chica con esto de Ikea) y cuando al acabar con el sofá empecé a desembalar las piezas de la estantería para su ensamblaje escuché entre resuellos: «Bueno, Xabi, para ser la primera contraportada, tampoco estaba mal del todo».

Y es que mi familia tiene esas cosas, que el que no ha escrito un libro es que ha hecho toda una colección o tiene su propia editorial, y así claro, juegas con desventaja, que yo he sido siempre más del fondo norte que del salón de la biblioteca. De niño aborrecía los domingos. Siempre llovía, de comida había cocido -por entonces prefería las patatas fritas con huevos- y lo que ya resultaba insufrible, había que aguantar por la tele un concierto de música clásica. Recuerdo a mi padre que nos preguntaba en un inútil empeño de apostolado musical:

-«¿No sentís ahora con estas notas como avanza el ejercito de Napoleón sobre la estepa rusa?».

Y yo lo único que sentía es que el que no avanzaba era el Pontevedra por la pradera de Pasarón y que ese año tampoco ascendíamos.

Pero hubo una vez que mi padre también me habló de fútbol, que todos tenemos un pasado. Fue en uno de esos mundiales de los setenta cuando me vio pegado al televisor y me dijo: «El más grande fue Eusebio».

Y entonces me contó lo del Mundial de Inglaterra del 66, y lo del Corea-Portugal. Acababan de encajar el 3-0 a los 25 minutos cuando Eusebio recogió el balón del fondo de la portería para liderar la remontada. Y se me quedó grabado el titular que según me contó aparecía en la prensa al día siguiente: Corea, 3- Eusebio, 5. Fue lo primero que se me vino a la mente cuando informaron de su fallecimiento hace unos días.

Esta tarde fallan el Balón de Oro y el favorito es Cristiano Ronaldo, heredero de su compatriota Eusebio, pero al que yo no recuerdo enseñando la tableta tras un gol o diciendo que le tienen envidia por ser guapo y rico, o que era el mejor y que todos los años merecía el Balón de Oro, sino dando la mano al rival que le había vencido.

A mí, más que al gran Eusebio, al que me recuerda Cristiano es a un famoso arquitecto norteamericano que en los años cincuenta fue llamado a declarar a un tribunal de Nueva York en calidad de experto en un juicio por el derrumbe de unos grandes edificios. Tras jurar ante la biblia le preguntó el juez:

-«¿Es cierto que está usted considerado como una autoridad en la materia?»

-«Señoría, soy la mayor autoridad mundial en rascacielos», respondió sin torcer el bigote.

Al acabar su declaración y bajar del estrado, el juez, en tono de broma, le comentó por lo bajo cuando pasó a su lado.

-«Podía haber sido algo más modesto».

El arquitecto puso cara de sorpresa pero tampoco torció el bigote cuando le contestó.

-«No señoría, no podía. Estaba bajo juramento».

Posdata a los Reyes

Ya que los Reyes han pasado otra vez de largo sin dejarme nada de lo que había pedido (por ejemplo la ampliación del Scalextric, que me río yo del retraso del canal de Panamá y de sus sobrecostes) espero que me hagan caso por lo menos a la posdata de la carta:

-«P.D. Por favor, que le den el balón de oro a Cristiano».

¿Se imaginan otro año aguantando sus lamentos? Y si encima se lo dan a Messi, ya ni les cuento. Porque ese es el problema, que Messi ha vuelto y ya se sabe que el argentino nunca defrauda. Bueno, menos a Hacienda.

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