Control mediático

Mírese como se mire, el acuerdo al que llegaron los tres principales partidos británicos a fin de controlar la prensa con el pretexto de evitar abusos no viene sino a certificar la vocación de los políticos para fiscalizar la libertad de expresión, pero por lo menos, todos a una, no lo ocultan. En realidad no caben excepciones: todos lo hacen cuando pueden hacerlo. Sorprende por ejemplo que quienes controlaban antes la televisión pública en España se rasguen las vestiduras quejándose ahora de lo mismo que practicaban ellos, sin diferencias apreciables a favor o en contra. Es verdad que de la parrilla de informadores y vendedores de opinión desaparecieron casi todos los que estaban, pero para dejar paso a los que hacían pasillo, y que volverán nada más cambien las tornas. Es un trasiego irrenunciable que por añadidura evidencia, por lamentable que sea, la falta de objetividad de quienes se prestan a servir a la voz de su amo por intereses estrictamente personales, cuando no partidistas.

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