Conflictividad

EL FENÓMENO de los indignados en España, las revueltas de Londres o los campamentos urbanos de Jerusalén y Tel Aviv son expresiones y consecuencia de la profunda crisis a la que asistimos. La conflictividad social está relacionada directamente con la situación económica. El paro y los recortes sociales que se producen —el cierre de los pisos del Proxecto Home en Lugo, por ejemplo— son consecuencia de la situación económica y de la reducción del gasto público. Esto se traduce en conflictividad, en problemas en las calles e incluso en una percepción diferente de la seguridad ciudadana. ¿Qué se está haciendo para afrontar estas consecuencias negativas de la crisis? Priorizar en función del impacto social a la hora de los recortes parece fundamental. Y dar respuesta en política económica a algunos problemas, como el acceso a la vivienda, también. La rebaja temporal del Iva es camino absolutamente insuficiente en la respuesta al problema de acceso a la vivienda de los jóvenes. El estallido de la burbuja inmobiliaria   no resolvió el problema ni en los precios ni en el acceso a los créditos.

Creador

Steve Jobs anuncia su retirada como consejero delegado de Apple, la empresa que creó en 1976. La lucha que mantiene contra un cáncer es el motivo que le lleva a esta decisión: la renuncia cuando no puede cumplir con su obligación en la empresa. La noticia tuvo su inmediato impacto en la bolsa. Es uno de los nombres que simbolizan esta época de profundas transformaciones en la sociedad y en la economía producidas por las nuevas tecnologías de la comunicación. Sus productos —citemos sólo los últimos: iPad, iPhone, iPod— son símbolos de las transformaciones revolucionarias en la informática de gran consumo y son iconos de esta época de cambio que provocan la tecnología y la crisis. Se entiende así que el impacto de la noticia de la retirada de Steve Jobs saltase a los titulares principales de los medios de comunicación, más allá de la atención de los inversores bursátiles.

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