Concordia

CONFORMIDAD, unión, esa es la primera acepción que de la voz ‘concordia’ ofrece el diccionario de la Real Academia. Y eso es lo que debe impulsar, por encima de todo, las disposiciones de ánimo de Mariano Rajoy y Artur Mas, cuando se reúnan el próximo día 30 de julio.

Cataluña necesita concordia, y precisa fortalecer su voluntad de razonable conformidad, y España en su conjunto, como no, debe tener siempre en la unión su primer objetivo nacional que en la concordia encuentra la única fuerza duradera que la impulse.

Decía Pujol para justificar algunas de sus reivindicaciones identitarias, lo he escrito más de una vez, que Cataluña tiene derecho a ser. Y en estas horas, acaso es oportuno recoger ese argumento, para concluir que España lo tiene a no dejar de ser. Porque no hay que confundirse. El ser de Cataluña acentúa el de España. Y para que Cataluña sea, España no tiene que difuminarse. En la una vive y está la otra realidad, luego tienen el mismo porvenir y, sin traumas y consecuencias indeseables, no se puede escindir una de otra.

No hay que equivocarse. España sin Cataluña no sería España. Cataluña es, parte consubstancial y constituyente de España. Es esencia de España. Y si pierde parte de lo esencial, cualquier cuerpo vivo o social, en el supuesto de que sobreviva, muta y deja de ser lo que era.

Acaso la grandeza de la empresa histórica de España como comunidad humana es la fortaleza con la que sus elementos configuradores siguen subsistiendo en su entraña. Y eso podría suponer debilitar la síntesis, pero puede y debe fortalecerla, y es en esa inteligencia en la que ambos lideres deben coincidir: Mas debe asumir la idea de que España no es la madrastra de Cataluña, sino un retablo histórico a cuya existencia y esplendor los catalanes han contribuido tanto, que es fiel reflejo en parte, como no podía ser de otro modo, de la catalanidad misma. España es también, como no, una manifestación de catalanidad. Y la dinámica de la modernidad española ha tenido, tiene y estoy seguro de que tendrá siempre acento catalán.

Siendo eso así, solo hay que fijar bien los anclajes, para que la continuidad de la singladura no experimente vaivenes ni a consecuencia de ellos haya desperfectos.

No debiera ser tiempo de enfatizar acerca de bulos falsos. Hay que profundizar en que lo que ha sucedido realmente en los últimos tiempos, corrigiendo los desenfoques en base a lo que es verdad y desechando los fantasmas. Para impulsar el esfuerzo común de todos, en pos de los verdaderos intereses comunes y la prosperidad de nuestra sociedad.

Nadie ganaría con las posturas maximalistas. Pues si es así, abandonémoslas, pero encarando la situación honestamente. Eso sí, el maximalismo no es actitud que suelan adoptar varios a la vez simultáneamente. Alguien toma primero ese camino, y es ese el que debe abandonarlo para hacer posible la concordia.

Por la concordia debemos estar todos con el Presidente del Gobierno, que debe sentirse respaldado por la mayoría social de España, que es también la de Cataluña. Y por la concordia debe sentir el Presidente de la Generalidad la llamada, el requerimiento, la invitación y la voluntad de compromiso de la sociedad española. Para que Cataluña y el País Vasco principalmente, dispusieran de un marco jurídico e institucional que diera cobijo a aspiraciones y deseos, hicimos en la Constitución de 1978 un dibujo que pareció el adecuado. Esa sensación la expresaron los mismos que lo demandaban. Si ahora hay que retocarlo, pues, en el espíritu de concordia, así habrá de hacerse. Pero para la concordia. Y para seguir juntos escribiendo nuestra historia común. Con lealtad y con fraternidad.

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