Con la ‘oficina’ a pie de calle

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Andrés -prefiere obviar el apellido- saca su libreta de espiral y pasa las hojas hasta encontrar aquel mensaje que más pueda calar entre la gente. Los tiene de todos los tipos hasta el punto de que completó una libreta entera y de que también se puede permitir el lujo -uno de los pocos que sí puede tener- de escoger un lema para cada día: «Tu ayuda es vital para mí, en paro y sin medios» o éste, más directo, «Sin medios. Pido tu ayuda».

«Los que mejor funcionan son los carteles sencillos, sin mucha letra», explica mientras elige el que pondrá hoy.

Como la lluvia no da tregua, Andrés eligió los soportales de la Praza Maior para instalar allí su ‘oficina’, en la que el escaso mobiliario está compuesto por la libreta y un vaso de plástico para echar las monedas.

«Soy de Burgos y llevo en Lugo unas semanas. Hace dos años que busco un trabajo. Antes, fui churrero, tenía un puesto en la feria, pero lo dejé porque prefería emplearme por cuenta ajena para tener una pensión de jubilación y me salió todo mal. Así que no me quedó otra que echarme a pedir para, por lo menos, poder pagar la habitación, que comparto con otro hombre en la misma situación que yo y que me cuesta 11 euros por noche», explica Andrés.

Cuando dejó de hacer churros, este burgalés trabajó en las obras y en la hostelería, como camarero. Ahora, a sus 53 años, espera que la asistenta social le arregle los papeles para acceder a algún trabajo temporal. ¿Cuál? «Arreglar caminos, recoger cosechas... lo que sea. Busco un trabajo y un sitio donde quedarme», insiste.

En estos dos años, recorrió la mitad norte de España. A Lugo llegó haciendo autostop y, de paso, pidiendo por los pueblos.

«Me echaron del piso, que tenía alquilado, por no poder pagarlo y, desde entonces, busco trabajo y pido en la calle», dice.

Su meta diaria en la calle se fija en conseguir el dinero suficiente para pagar la noche en la pensión. La comida la busca en el albergue municipal o en la cocina económica de Cáritas, donde por la módica tarifa de sólo 1 euro se pueden degustar dos platos.

En los veinte días que lleva en Lugo, Andrés viene sacando una media de 11 a 15 euros diarios. «Hay gente que te mira de reojo pero, al final, te van dando dinero. Se saca lo suficiente para pagar la pensión y poco más», afirma.

Niega que le dé vergüenza pedir y se justifica en que es algo que hace sólo por estricta necesidad. «Cuando hay necesidad, no hay vergüenza», sentencia.

Nunca se había imaginado que podría acabar así, pidiendo en la calle, pero ahora está en disposición de asegurar que «esto le puede pasar a cualquiera, hay muchas personas que, como yo, están bien y, de repente, sufren un bajón».

Soltero, pero con dieciséis hermanos, Andrés afirma que su familia no le echa una mano. Entre otras cosas, porque también su madre tuvo que echarse a pedir.

Luis Vázquez Liz -él sí que no tiene reparos en dar todos sus apellidos- se empeña en contar las monedas que recaudó en toda la mañana. Dos euros. Apostado en la puerta de San Pedro, aspira a sacar el dinero suficiente para dormir y comer un día más.

«Levo un ano pedindo e fágoo para poder pagar a pensión e tamén porque antes tiña unha ludopatía», cuenta.

Luis paga 200 euros al mes por la pensión y no gana nada. Sobrevive con las limosnas.

«Non traballo desde hai dez anos. Marchei ós 21 anos para Francia e alí, despois de traballar en moitas cousas, déronme unha incapacidade laboral por esquizofrenia e psicose. Agora, estou arreglando para ver se podo cobrar unha pensión de incapacidade aquí», cuenta.

En Francia, ya cobraba y la pensión no estaba nada mal: 600 euros mensuales. Sin embargo, afirma que no le llegan a nada. «Se lle quitamos os 200 euros da pensión, non me quedaría case nada», razona.

En la calle, está cinco o seis horas y en ese tiempo, gana unos 10 euros.

Sus dos ‘puestos de trabajo’ están en la puerta de San Pedro y al lado de Correos. Quizás, en verano, saque la guitarra a la calle para hacerse con algún euro más.

«Son algo músico, pero non toco a guitarra na rúa porque non teño amplificador», dice.

Luis ve su futuro «muy negro» y confiesa que, cuando se levanta, se le tiene pasado por la cabeza, varias veces, que le hubiera gustado estar muerto. «Xúrocho», asevera, para dar más veracidad a lo que acaba de contar. Y se explica: «Pasé muchas cosas duras en la vida».

Este hombre, de 43 años, asegura que se crió en O Páramo, donde todavía tiene familia. «O meu avó foi profesor e, pese a estar aquí, nunca veñen verme», afirma.

Luis cuenta que pasó su infancia en una aldea «e andei cun arado», añade. En Francia, trabajó también en el campo. También fue albañil e hizo trabajos de electrónica y de limpieza de ríos.

Hoy cuenta los euros que ganó para pagarse la comida. Prefiere pagársela porque dice que ir a Cáritas le da vergüenza. «Está mellor a comida do albergue, a de Cáritas non é moi boa», critica.

También dice que le gusta más pagarse la comida, un menú del día, «cuns callos ou así, que alimentan moito», explica. Si no hay, lo tiene fácil: «Ás veces, nin como», dice.

Cerca de Luis, está Carlos Alberto Montero Francés, un joven portugués que lleva un mes durmiendo en los cajeros automáticos de distintas entidades bancarias de Lugo. Como colchón, echa mano, simplemente, de dos o tres cartones.

«Si que paso frío, pero non podo pagar unha pensión. Envólvome nun saco de durmir. Levo un mes así. É duro pero ninguén se meteu comigo. Nunca pensei que chegaría a esto, pero agora xa me vou habituando», dice.

Carlos Alberto Montero recorrió toda España, excepto Barcelona, cuenta.

«Traballei no campo, como albañil e encofrador. Tamén estiven en Francia e a miña nai e as miñas irmás seguen alí. Levo ano e medio no paro e non atopo traballo», afirma.

Dice que todavía no se echó a pedir limosna, pero sí que echó mano de los malabares para poder hacerlo con mayor dignidad.

«Son malabarista e, como tal, podo gañar nun día uns 20 euros», cuenta. Su futuro es un poco menos pesimista que el de Luis. Carlos Alberto tiene esperanza en que este nuevo año encuentre un trabajo. «A ver se podo mellorar un pouco», sueña.

Hoy tiene sólo 1 euro para comer, menos todavía que Luis, y se fue al comedor de Cáritas donde le dieron un plato de garbanzos y una tortilla.

Por la noche, quizás con algo de suerte, se coma un bocadillo. Aunque mira al cielo y piensa: «Se non chove, saco os malabares e a ver se fago 10 ou 15 euros». Entonces, ya echará otras cuentas.

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