Con demasiado retraso

La dimisión de Ana Mato como ministra si no tarde, llega con mucho retraso. Era un lastre para el Gobierno, antes ya de conocerse la operación Gürtel y antes de la rocambolesca rueda de prensa sobre el contagio de la auxiliar de enfermería por ébola. Con el auto de ayer del juez Ruz no había más camino que tomar la puerta de salida del ministerio, sin regreso. Con o sin carta explicativa como la que hizo pública.

La ya exministra sigue agarrándose a un argumento de «inocencia legal» que no es válido para un cargo público, aunque lo sigan arrojando sobre la opinión pública como una verdad santa los políticos que no supieron gestionar su entorno, máxime si es familiar. Para dimitir en política hay más motivaciones que las responsabilidades penales o la acusación directa de delito. La responsabilidad política existe aunque no esté en uso.

Cuando estalló la operación Gürtel falló la respuesta, a pesar de que los responsables populares conocerían que el terreno minado era extenso. Ahora, por los datos demoscópicos y la amenaza de Podemos, se imponen las medidas de limpieza urgente. Hay incluso riesgo de que en algunos casos se apliquen flagelaciones purificadoras sobre inocentes nazarenos.

Es consecuencia de la incapacidad y negativa, en su momento, de PP, y PSOE, para afrontar de raíz la corrupción y las irregularidades en la financiación de campañas y partidos. La imagen manda. Ana Mato no podría estar sentada hoy en el banco azul de Gobierno cuando Mariano Rajoy se ocupe, o hable, en el Congreso de la corrupción. Si se enfilan vías hacia la regeneración, la descontaminación de Gürtel es tarea de urgencia.

La dimisión de Ana Mato es un fallo en la técnica rajoyana de que todo siga su marcha: las aguas volverán a su cauce y el viaje concluirá en Ítaca. Aunque Kavafis aconseje no apresurar nunca el viaje, el de la política española en estos momentos exige acelerarlo.

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