Comando Cáritas

ERA DE SUPONER que los militantes, presos y simpatizantes de Eta tendrían que superar una profunda crisis existencial y un largo proceso de reubicación una vez llegado el final del terrorismo, qué menos. Lo que no podía imaginar es que al resto nos fuera a costar tanto resituarnos, como si quienes se hubieran ido no fueran unos malnacidos sino unos amigos del alma que dejan huecos de esos imposible de llenar.

Especialmente traumático parece estar resultando el proceso para el Gobierno y sus alrededores, que en los últimos meses han señalado como terroristas, sucesivamente, a los defensores del aborto, a los preferentistas, a los vecinos de Gamonal, a los yayoflautas y a los participantes en la marcha por la dignidad. Puedo entender que el hueco que deja el terrorismo en las encuestas del CIS es difícil de llenar, que a lo mejor era más rentable electoralmente luchar contra una docena de muertos que con seis millones de parados, pero en algún momento tendremos que ir empezando a superar el trauma, porque esto se nos está yendo de las manos.

El último comando antisistema identificado por las autoridades ha sido Cáritas, una organización católica de asistencia social bajo la que el ministro Cristóbal Montoro ha localizado las trazas del comunismo internacional organizado, la mayor amenaza al orden global capitalista después del chándal de Maduro. Si yo fuera alguna de esas monjas que suelen estar al frente de estos centros, tendría cuidado: ropa oscura, cabeza cubierta, repartiendo sudaderas y zapatillas usadas, eslóganes subversivos en las paredes, crucifijos en forma de puñal que bien afilados pueden ser usados como armas de guerrilla urbana... Todo coincide con el preciso perfil del antisistema facilitado por la Policía. Mañana mismo podemos tener brigadas de antidisturbios a las puertas de todas la sedes de Cáritas, si sus jefes policiales son capaces de darles bien la dirección, cosa que tampoco parece estar tan clara y a lo mejor acaban tirando abajo la puerta de cualquier catedral y aporreando al deán, por colaboracionista.

Montoro ha señalado al enemigo porque no le ha gustado ni un pelo el informe en el que retrata a España como el segundo país de Europa con más pobreza infantil solo por detrás de Rumanía, y alerta de que es uno de los lugares donde más se ha incrementado la tasa de pobreza medida.

«Las medidas de austeridad han fallado a la hora de solucionar los problemas y generar crecimiento. Las prioridades económicas están por delante de las sociales, de las personas», se han atrevido a denunciar, por si fuera poco, desde Cáritas, que es junto a Cruz Roja, e independientemente de creencias o ideologías, la organización de ayuda social más seria y eficaz del país.

En opinión del todavía, e inexplicablemente, ministro de Hacienda, han cometido el pecado capital de manipular las estadísticas, de juguetear ladinamente con los números para incrementar las cifras de la miseria y negar lo evidente: que en este país el que no come es porque no tiene hambre y el que no trabaja, porque es un vago. Una cosa sí que hay que concederle a Montoro, cuando habla de manipular cifras, porcentajes y estadísticas, sabe lo que dice. Un profesional es siempre un profesional; a él lecciones de este tipo, ninguna, y menos unos cristianoflautas que solo buscan desestabilizar.

Hizo la sorprendente revelación, por ejemplo, en la misma rueda de prensa en la que justificó el rescate con 3.600 millones de dinero público de las autopistas privadas. Es para sacarlas de las cuentas de resultados de las empresas a las que previamente se las habían regalado, empresas que, según los datos de los propios técnicos de Hacienda, copan la mayor parte del fraude fiscal en el país.

La explicación es la misma que nos arrojaron cuando lo de los bancos en quiebra que ahora vendemos por un euro a los accionistas de esas mismas empresas: la red de autopistas privadas es sistémica, nos costaría más no rescatarlas. Lo que son los números, dos restas por aquí y una división por allí y los 3.600 millones nos parecen un chollo que no debemos dejar escapar. Como para que le vaya a él Cáritas con sus cuentas de la vieja.

Lo único que no es sistémico en el país de Montoro son los ciudadanos. Me da que vamos a necesitar mucho más que unas embravecidas brigadas de antidisturbios para frenar a tanto antisistema.

(Publicado en la edición impresa de El Progreso el 30 de marzo de 2014)

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