Ciudadanía cívica y constitucional

EL MINISTRO DE EDUCACIÓN anunció en la comisión correspondiente del Congreso cambios, entre otros la sustitución de la asignatura de Educación para la Ciudadanía por la de Educación Constitucional. La educación es pilar central en un país y asunto de interés directo para los ciudadanos. La implantación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía fue polémica; el cambio, aunque sea nominal, no sorprende por los precedentes de la controversia. Se hizo patente el temor -también se fomentó de forma partidaria- a un determinado ‘adoctrinamiento’ en cuestiones morales sobre las que hay posiciones plurales, divergentes, en la sociedad. Hubo quien quiso ver en la introducción de esta asignatura una competencia o una sustitución de la enseñanza de religión. Son, o deberían ser, materias diferentes y compatibles. Nadie cuestionará la necesidad, y hasta obligatoriedad, del conocimiento de la Constitución, compatible con la culturalmente necesaria aproximación a la historia de las religiones. Pero tampoco debería ser cuestionada la educación en algunos valores cívicos aceptados universalmente en las sociedades libres. A la hora de plantear nuevos cambios en la enseñanza es obligado recordar la necesidad de que se fije el armazón fundamental del sistema educativo por encima de la accidentalidad del partido gobernante, incluso con la legitimidad de la mayoría absoluta. Habrá que actuar en aquellos aspectos en los que están demostradas las carencias del sistema, como el aprendizaje de lenguas, más que practicar cambios de tipo ideológico, donde los políticos han de buscar el consenso social, que a veces se ignoró. La necesidad de algunas reformas en materia educativa no será cuestionada. El anterior ministro lo intentó e incluso buscó el consenso. Hágase, pero con la disposición de que no sea un proceso permanentemente abierto por el gobierno de turno.

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