¿Cisma en Mondoñedo?

 


LUNES
En un reportaje que un periódico dedicó a la deslucida (por el mal tiempo, no por otra cosa) Semana Santa de A Mariña, hete aquí que el reportero anunciaba la participación de la banda de música de Ribadeo en una de las solemnidades, no recuerdo ahora si la procesión del Santo Entierro u otro de los desfiles propios de las fechas. El informante daba cumplida cuenta del repertorio que los músicos habían preparado para el acompañamiento procesional, destacando entre todas las piezas “la Marcha Fúnebre de Shopén”. Uno, aunque aficionado a la música, dista mucho de ser un experto, por lo que trató de averiguar a ver quién era ese tal Shopén. Vuelta por aquí, indagación por allá, vino a resultar que Shopén era Chopin, si bien transfigurada su ortografía por el atajo de la simplificación fonética. Supongo que la hache intercalada es tributo a las normas del ‘spanglish’. Al periodista le sonaba en el oído Shopén como nombre de compositor musical, pero es posible que nunca haya visto escrito el apellido del músico polaco.

MIÉRCOLES
Parece confirmarse por los peritos que los restos humanos hallados en Alcalá de Henares pertenecen al líder comunista (modalidad trotskista) Andrés Nin, asesinado por los stalinistas.

La figura de Nin y sobre todo el episodio de su detención, tortura y asesinato, son traídos estos días, con intenciones altamente sospechosas, por muchos conversos a la pureza democrática: erigen al dirigente catalán en mártir de la democracia, un político a quien habría dado muerte una conjunción de fuerzas del mal formada por la policía republicana y los soviéticos. Quizá eso sea verdad, y nosotros así lo creemos. Pero como acaba de recordar Stanley G. Payne, si es cierto que Nin fue un héroe del POUM no lo es que haya sido un héroe de la democracia. El objetivo del POUM, recuerda el prestigioso historiador, era la instauración de un sistema revolucionario totalitario, inspirado en la primera Unión Soviética de Lenin. 

JUEVES
Ya es oficial el hidrónimo Ría de Ribadeo. Me temo que nuestros vecinos de la margen asturiana seguirán utilizando el de Ría del Eo. En estos casos viene a cuento la anécdota de cuando Gómez Pereira, el último abad mitrado de Samos, bautizó simbólicamente, capa pluvial sobre los hombros e hisopo en mano, el río Oribio, que unos llamaban Samos y otro Sarria, dependiendo de las tierras que bañase. Como era de esperar hubo su polémica entre eruditos locales, así como mucho docto artículo en este periódico. El sabio abad bautizante dio con la fórmula de satisfacer a todos: “Yo te bautizo con el nombre de Oribio y que cada cual te llame como le dé la gana”.

VIERNES
Deseamos que no llegue a tanto como cisma el contencioso que acaba de quedar abierto en la Iglesia mindoniense entre el obispo que la rige, don Manuel Sánchez Monge, y el canónigo don Santos San Cristóbal Sebastián, escritor, pintor, historiador y artífice del museo catedralicio que lleva su nombre. A don Santos, segoviano injertado desde hace muchos años en la antigua sede de Britonia, le conocemos de tiempo atrás. Somos viejos amigos. Es persona muy tenaz, muy suya, a la que no es fácil rendir por las malas, sobre todo cuando se le toca el amor propio y lo que él considera justo y asistido en derecho. Yo le recuerdo reivindicando la supresión de las diferencias entre beneficiados y canónigos. Fue aquélla una campaña que halló eco en toda España, en la España todavía franquista, y en la que al final resultó que don Santos tenía razón y no hubo más remedio que dársela.

El anterior obispo mindoniense, monseñor Gea Escolano, destituyó a don Santos como director del museo, es decir, del museo que él había creado de la nada y para el que había recabado piezas y fondos de aquí y de allá. Tras el cese, las instalaciones permanecieron cerradas por algún tiempo y todavía hoy siguen así algunas salas. Con la llegada de Sánchez Monge a la silla episcopal, parece que hubo promesas de reparación con don Santos, si no reponiéndolo en el cargo sí levantándole la humillación de vetar su entrada (un veto quizá no ‘de iure’ pero sí ‘de facto’) al museo que lleva su nombre. Eso o, en todo caso, devolverle los objetos de su propiedad allí depositados. No es mucho pedir, me parece a mí.

Ambos requerimientos se los hizo llegar el canónigo a su obispo, en escrito respetuoso y conciliador. No hubo respuesta, por el momento. En consecuencia, don Santos, muy enfadado, amenaza con poner el asunto en manos de los jueces. El escrito de denuncia ya está cursado. Yo espero que no sea para tanto. Y que lo que puede arreglarse por las buenas no haya necesidad de arreglarlo por las malas. Es decir, que la avenencia se imponga a la sentencia.

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