Cerrar polémicas

LAS POLÉMICAS en materia de política lingüística en Galicia deberían quedar cerradas por estériles y por generar división social. Sean de uno u otro signo no responden a un sentir de la sociedad, aunque busquen adhesiones y rechazos por la vía del sentimiento. Son social y políticamente frentistas. Gallego y castellano están en la sociedad gallega. Hay que admitir, con la ley y la realidad, que el gallego es idioma propio, y a conservar, y que el castellano pertenece a la realidad lingüística de Galicia, a la que enriquece, y representa una herramienta irrenunciable por las oportunidades que ofrece. Gallego y castellano son idiomas oficiales aquí. Galicia es, o ha de lograr ser de forma normalizada, una sociedad bilingüe, que cuenta con una lengua propia, el gallego. Si se acepta este hecho debería quedar cerrada la polémica. La realidad de retroceso en el uso social y familiar, que no en el conocimiento, de la lengua gallega exige medidas eficaces para potenciar su permanencia y su visualización social más allá de los usos litúrgicos en la política. El estudio normalizado y normativizado del gallego no cabe que se entienda, salvo gafas ideológicas muy oscuras, como un hándicap para ningún alumno. Y, en cualquier caso, es responsabilidad del legislador y del ejecutivo fijar las materias de la enseñanza. Un bilingüismo real, no teórico, desde los primeros pasos de la enseñanza será una vía segura para el objetivo irrenunciable de que los futuros graduados en cualquier escala de la enseñanza gallega se muevan con normalidad en inglés. Aceptar la realidad bilingüe implica, para unos, admitir y normalizar con políticas eficientes en todos los ámbitos el uso del idioma gallego, y, para otros, aceptar que el castellano forma parte de nuestro patrimonio lingüístico. Las minorías que contraponen un idioma al otro no pueden condicionar la tarea de normalización, que pasa por un pacto de las fuerzas políticas y el abandono de la política lingüística como arma partidaria. El conocimiento de las lenguas enriquece y no es agresión ni resistencia política.

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