Cautivos y desarmados

A lo mejor, un principio. (Foto: Santi Otero/Efe)
photo_camera A lo mejor, un principio. (Foto: Santi Otero/Efe)

MCHOS NOS preguntábamos dónde estaba el límite de resistencia de los españoles, qué más derechos, recortes de servicios públicos o abusos de los políticos y los poderosos harían falta para que este país se alzase en ira para decir «hasta aquí hemos llegado». Y cuando ya dábamos por perdida la esperanza de saberlo, resulta que un barrio de Burgos con nombre de explosivo nos marca el camino a seguir, la línea que no se puede cruzar, nos revela el más poderoso agente movilizador que hemos conocido en este país en el último lustro: la lucha contra la peatonalización.

Pase que me dejes sin medicamentos o sin médicos, que mis hijos no puedan estudiar, que me bajes el sueldo, que me despidan o que me estés robando hasta lo que no tengo, pero un bulevar no lo montas tú en mis plazas de aparcamiento por muy alcalde del PP que seas. Hasta Rajoy presionó para que se dé marcha atrás, en la primera rectificación en dos años de gobierno.

Algo ya deberíamos haber intuido antes, porque si nos ponemos a hacer memoria las protestas vecinales más radicales que se recuerdan en Lugo fueron por la peatonalización del centro, la del puente viejo y, más recientemente, la bulevarización de Quiroga Ballesteros y el Mercado. «De buena nos hemos librado», deben andar suspirando por las esquinas del Concello estos días, «si nos pilla ahora...».

Pero lo de Gamonal, que ha explotado en el resto de España como explotan algunas bombas, por simpatía, no tiene medida. Hasta ahora, lo que sabía de Burgos es que hace un frío del copón bendito, que mi padre hizo allí la poca mili que sufrió y que Franco había establecido su gobierno provisional durante la guerra, donde firmó aquel famoso parte que puso fin a la carnicería y principio a la escabechina: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo... La guerra ha terminado. Burgos, 1º abril 1939».

Y de buenas a primeras, Burgos se destapa como un nido de gudaris del urbanismo, con comandos itinerantes repartidos por medio territorio y liderados por bomberos-lapa. La mecha de Gamonal recorre España como una toma de La Bastilla sin guillotina, como un motín de Esquilache sin capa y chambergo: «Hasta aquí hemos llegado. Tu bulevar, por encima de mi cadáver adoquinado». Es la comidilla de las redes sociales -otro barrio aluvión, como Gamonal, otra ciudad dormitorio en la que la gente se conforma con aparcar gratis, aunque sea en doble fila- y hasta se escribe que ha revitalizado el espíritu del 15-M, aquel que a muchos nos hizo soñar con un pueblo con alma y que murió también víctima de la peatonalización, cuando los comerciantes y hosteleros se hartaron de ver pasear delante de sus escaparates a aquellos perroflautas sin oficio ni beneficio ni futuro. Las plazas públicas, para quienes las trabajan.

Quiero pensar que a lo mejor la lucha de Gamonal contra su peatonalización haya calado tanto en los ciudadanos porque nos hemos dado cuenta de que eso precisamente es en lo que nos han convertido el país en estos años: en un enorme y carísimo bulevar, en un vistoso paseo para los privilegiados construido sobre las aceras y aparcamientos de nuestra miseria, fruto de un sistema que sigue ocupándose únicamente de contentar a la minoría que puede permitirse comprar plazas privadas de párking, pero construidas a costa del dinero de todos.

Toda la política económica que se nos ha impuesto y se nos anuncia es un enorme proyecto faraónico e innecesario para el desfile solazado de unos pocos, un despliegue de adoquines y arbolitos en una sociedad hambrienta de guarderías, hospitales, escuelas y centros de trabajo. En el precioso bulevar que es nuestra economía, las empresas que defraudan desde el Ibex 35, los bancos piratas, los fondos corsarios, los políticos insaciables, lideran un crecimiento tan suntuoso como amplio en desempleo, recortes sociales, rebajas salariales y colas en los bancos de alimentos. A cambio, el precio que les hemos de pagar es un futuro a pie.

Yo ya no entiendo ni lo de Burgos ni nada, pero me doy el lujo de la esperanza de que cosas más importantes comenzaron por motivos más pedestres. Si no convertimos ya cada rincón de este país en un Gamonal, solo nos quedará esperar a otro parte militar, uno que empiece: «En este día, cautivo y desarmado el pueblo...».

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