Candidatos en B

Tú. (Chema Moya/EFE)
photo_camera Tú. (Chema Moya/EFE)

UNA VEZ MÁS, he de reconocer que vivía en el error, lo cual empieza a ser ya una característica más que una circunstancia. Yo siempre había pensado que uno de los grandes problemas de la política en este país es que estaba presa de las siglas, pero ahora resulta que lo que pasaba en realidad es que estaba centrada en las letras; específicamente en la B, que parece que es con la que los partidos acostumbran a identificar la caja donde custodian sus ideologías.

 Las acusaciones, las pruebas, los informes policiales, las confesiones... han dejado de ser aquellos truenos estremecedores en una tormenta perfecta para transformarse en la lluvia fina del calabobos que soportamos estoica e imbécilmente desde hace meses y meses, como en un invierno lucense sin perspectivas de primavera.

El PP tenía cajas B en todas las regiones y provincias, que usaba para financiar todas sus campañas, acaba de testificar el tesorero profesional Luis Bárcenas, en lo que él creía otro intento atronador y se ha vuelto a quedar en calabobos, empapaditos de corrupción y escurridos de futuro, como estamos. Y lo escuchamos como quien oye llover y nos resguardamos bajo la cornisa estrecha del esto es lo de siempre y el todos son iguales, porque han dicho en la tele que para el próximo fin de semana es posible que venga mejor tiempo y a lo mejor podemos salir un rato a dar una vuelta.

Ya veremos. De momento son ellos, los de siempre, los que salen a dar otra vueltecita, a pisar unos charcos. Elecciones europeas, dicen por lo bajito, no nos vayamos a interesar. Abren las cajas B donde guardan el dinero y los candidatos en negro para gastar solo lo justo, equipos electorales recortados y aspirantes amortizados con mucho más por callar que por decir. En este plan, no es extraño que al PP le fuera mucho mejor en las encuestas cuando aún no tenía cabeza de cartel que ahora. Quizás el PSOE podría probar a retirar a su candidata, a ver si así remonta.

Todo en estas elecciones da pereza. Hasta los conejos de la chistera, los planes reactivados y las promesas son viejas, resecas. Ni se molestan. Para qué, si nosotros también somos los de siempre.

No entiendo a qué se debe esta falta de interés de los partidos políticos por hacernos ver, más allá del eslogan fácil con la boca pequeña, cuál es la importancia real de unas elecciones europeas en las que no somos conscientes de lo mucho que nos estamos jugando. Lo damos todo, cada vez menos, en las domésticas, pero en estos años de miseria y estafa institucionalizada ya deberíamos haber aprendido que a cualquiera de nosotros nos afecta mucho más en nuestra vida diaria la más nimia de las decisiones que se tomen en Bruselas que la mayor de las obras que se puedan hacer en nuestra ciudad.

Una circunstancia que, si todo va bien y antes no conseguimos cargarnos entre todos el único proyecto europeo común con sentido que aún tenemos entre manos, debería incluso acentuarse en los próximos años, en los que deberíamos ver una cesión de poder de los países a la UE todavía mayor. Y más cuando en estas mismas elecciones, las de dentro de un mes, vamos a dar el primer paso firme en ese sentido, porque el Parlamento que salga elegido será el primero que pueda designar directamente al presidente de la Comisión Europea.

Sería ridículo pensar que esto va a evitar de momento que la formación del gobierno comunitario se convierta en un cambalache de comisarios entre países, un cambio de cromos en el que los estados más poderosos impondrán sus criterios, porque el que paga manda, pero es un primer paso, y no pequeño. Y, en cualquier caso, seguirá siendo Bruselas quien imponga los modelos según los cuales podremos producir leche, echar las redes, dar estudios a nuestros hijos, construir barcos, adquirir planes de pensiones o cultivar vides.

No acierto, por eso, a comprender que ni siquiera los propios partidos políticos estén interesados en hacer de los comicios europeos otra cosa que un señuelo para desencantados, una trampa para dar salida en falso a la indignación acumulada contra los políticos locales, la ocasión para una pataleta infantil, en plan «pues ahora te fastidias y en estas no te voto, para que veas de lo que soy capaz». Luego, cuando la tormenta para ellos haya descargado sin mayores daños, todos podremos volver al resguardo del calabobos y la incierta promesa de una mejoría para el fin de semana.

Texto publicado en la edicion impresa de El Progreso el 13 de abril de 2014

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