Cádiz-Lugo en once metros, la distancia instalada en la memoria

La afición rojiblanca vivió y celebró separada el ascenso del Carranza, adonde el Lugo regresará el sábado. Una parte lo hizo delante de la pantalla gigante de Augas Férreas y la otra en el estadio gaditano, viendo de cerca el gol de Manu
Aficionados rojiblancos, en el Ramón de Carranza y en Augas Férreas
photo_camera Aficionados rojiblancos, en el Ramón de Carranza y en Augas Férreas

La emoción no entiende de distancias, de espacios, de compañías. La tensión desbordada por una alegría de once metros convirtió a extraños en familia, al fútbol en una cuestión de vida o muerte o a la calma en llanto. Ya fuese en Cádiz o en Augas Férreas, la afición del Lugo vivió un día único el 24 de junio de 2012. Esa es una fecha inigualable, en la que un penalti se instaló en la memoria perpetua de toda una ciudad.

Pero aquel duelo del Ramón de Carranza en el que el Lugo ascendió a Segunda División impidió que fuese una vivencia unida. No sucedió como la anterior vez, en 1992, ante el Sant Andreu, cuando fue el Ángel Carro el juez. Veinte años más tarde, una parte de los seguidores lucenses viajaron a Cádiz para repetir experiencia, dejando a su mitad gemela delante de la pantalla gigante de Augas Férreas para padecer igual.

"Esperaba el partido con ganas. Pasé del Arde Lucus como tanta gente que nos juntamos en Augas Féreas. Llegamos con tiempo porque intuíamos que habría mucha gente y queríamos coger sitio cerca de la pantalla", relata Borja García, que no pudo viajar a la Tacita de plata.

"Antes del partido de la ida pensamos, medio de broma, que si ganábamos había que viajar. Ganamos y había que ir allí", relata Xacobo López, que partió hacia Cádiz con cuatro amigos en una furgoneta tres días antes de aquel domingo de gloria. "Salimos el jueves muy temprano y recuerdo que jugaba la selección la Eurocopa. Cuando bajábamos estaban haciendo una porra de España en una radio y llamamos y entramos en directo, les dijimos adonde íbamos y nos dijeron que si subía el Lugo los llamáramos otra vez que entrábamos. A la vuelta estábamos reventados, solo queríamos llegar a Lugo y no llamamos", rememora.

En Cádiz, el ambiente previo fue festivo. "Un par de horas antes del partido estuvimos en un fondo del Carranza, por donde entraban los jugadores, y estaba todo lleno de gente del Cádiz. Estábamos un poco acojonados porque como en la ida había habido polémica arbitral pensamos que igual había algo de mal ambiente, pero no tuvimos ningún problema", comenta Xacobo.

Dio igual que aquellos 120 minutos a media tarde se viviesen en el Carranza o en Lugo. La tensión y los nervios por la montaña rusa que fue aquel partido fue un punto común. "Con el 3-1 nos entró el canguelo totalmente. Fue un sentir común de pensar: 'Uff, ahora la vamos a cagar'", afirma Borja García. La misma sensación la tuvo Xacobo, a mil kilómetros, quien no paró de reir en la prórroga porque "después de que Berodia fallase una clarísima, solo me reía, pensaba: 'Esto no puede ser verdad, esto es una desgracia'".

Manu marcó el gol y la emoción se desató. "Según marcó el penalti Manu, de los cuatro que estábamos, uno desapareció del mapa, otro amigo y yo nos empezamos a abrazar mientras el que quedaba estaba sentado llorando como un niño. Soy amigo suyo desde hace 25 años y nunca lo vi llorar igual, y tampoco es que sea muy forofo del fútbol. Cada uno se lo tomó de una manera por los nervios".

"Estuvimos en el estadio mucho tiempo, luego, cuando salimos, estuvimos con los jugadores fuera, incluso Belencoso nos llegó a decir que se quería quedar en el Lugo. Después fuimos a la playa, nos dimos un baño, tomamos algo y nos fuimos a descansar porque al día siguiente nos queríamos ir a casa", destacó López.

Tampoco menoscabaron alegrías y celebraciones en Lugo. Fue una marea humana hacia Fonte do Rei. "Recuerdo especialmente que, al acabar el partido, toda la gente se fue yendo junta hacia Fonte do Rei. Echabas la mirada atrás y solo veías cabezas por todos lados dirigiéndose hacia allí", afirma Borja García.

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