Caballero y los 'Vigos'

El traslado del Bernardo Alfageme parece haber dividido la ciudad de Vigo, según defiende el propio regidor, Abel Caballero, pero la cosa viene de antes, y es que nadie lo sabe, pero hay dos Vigos. Por una parte está el que conocemos todos, la ciudad olívica, la más poblada de Galicia y que desde los primeros asentamientos prerromanos ha ido creciendo y mutando hasta convertirse, a día de hoy, en el mayor referente industrial de nuestra Comunidad. El otro Vigo es una maqueta construida entre 1981 y 1991 que Abel Caballero cuida con gran esmero en el trastero de su casa.

En realidad solo uno de ellos aparece en los mapas, del otro ni siquiera hay constancia de su existencia, pero sin él resulta un tanto complejo comprender algunos debates urbanísticos que enfrentan a Caballero contra el mundo ya que cada vez se hace más evidente que él ve un Vigo que no se corresponde con el que vemos los demás.

Analizando sus declaraciones uno puede descifrar con facilidad a qué fecha aproximada data la fotografía inalterable de la ciudad con la que el regidor tiene contacto. La polémica de la Cruz del Castro dejaba la primera pista, ya que Caballero tiene constancia de la retirada de simbología franquista del monumento en 1981, por lo que la construcción de Vigo 2 debe ser posterior a esa fecha. Por otra parte, ayer mismo, el alcalde dejaba otro indicio al comentar que la colocación del Bernardo Alfageme en un rotonda no es si no un "homenaje a la gente del mar", alegando que la ciudad carece de monumento alguno que haga alusión a este colectivo. Esto descarta totalmente que la réplica que el regidor conoce como la palma de su mano se haya construido después de 1991, año en el que fue colocado el Monumento al Trabajo, de Ramón Conde, sin duda una de las esculturas más emblemáticas de la ciudad, que refleja a varios hombres tirando de una red que sale supuestamente del mar. Esta pieza falta.

La idea de la maqueta de Caballero no es en absoluto descabellada, tan solo sería un paralelismo más con un quijote enfrascado en sus viejas novelas de caballería y que un día sale al mundo mezclando realidad y fantasía. Y es que los argumentos empleados contra la retirada de la Cruz del Castro o la colocación del emblémarico barco a tierra no podrían ser más delirantes, una impetuosa cabalgada hacia los molinos.

Donde los demás ven franquismo, Abel ve un tributo de la ciudad de Vigo a la Iglesia –dos conceptos que para él nunca han debido de tener nada que ver–, donde otros ven 100.000 euros que se podrían invertir en causas sociales tirados en colocar un barco en la rotonda, él ni siquiera ve 'desaforados gigantes', a pesar de la crisis y el paro, pero sí ve grandeza.

Como si colocar magnánimas estructuras en rotondas nunca hubiese sido trending topic en lo que se refiere a las miserias de nuestro país, el alcalde coninúa persistente en sus trece, como atrapado en un tiempo pasado anterior a la crisis y al suyo propio, como inducido a un viaje astral. Caballero hace referencias a reformas para su urbe dignas de una era de ilustración y dioses romanos. Si hace una semana comparaba el proyecto de la rotonda de Coia con las representaciones de Neptuno y Cibeles en Madrid, ayer mismo lo equiparaba a la Fontana di Trevi, uno de los monumentos más atrayentes de una de las ciudades más turísticas del mundo, como si el tráfico de Vigo no fuese lo suficentemente caótico, aunque claro que en la maqueta de Abel no hay atascos.

En cualquier caso, y a pesar de los intentos de un grupo de ciudadanos por boicotearlas, las obras siguen adelante, se ha reforzado la seguridad y un cordón policial impide un nuevo salto a la valla. Todo sigue según lo previsto para que Vigo continue a su imagen y semejanza que su versión museística en miniatura, cuyos habitantes dan la razón y concuerdan con Abel. Donde la conservación de sus piezas es primordial, aunque sean vestigios del franquismo, donde cualquier objeto a escala puede ser incorporado a la colección y el paisaje desde arriba, un lugar en el que la gracia y la estética se unen en el mismo modo que lo hacen cuando un niño coloca un muñeco en el belén de su casa. Puede que la próxima polémica urbanísca en el Concello de Vigo gire sobre la colocación de un caganer. Quién sabe.

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