A buena hora

Que el exfiscal y fiscal en su día del caso Banca Catalana, Carlos Jiménez Villarejo, revele ahora que los fiscales generales del Estado que nombró el PSOE le prohibieron investigar entonces, en 1984, a Jordi Pujol, aparte de no servir de nada, no hace sino refrendar la subordinación de la Fiscalía, como institución jerarquizada, al poder ejecutivo, como todos sabemos. Villarejo fue, con José María Mena, el que elaboró la querella de escándalo. Pero lo denuncia a destiempo y tras ser elegido eurodiputado en las filas de Podemos; no lo hizo, como debiera, cuando era afín a los socialistas, con los que ejerció posteriormente otras responsabilidades. Recuerda que «se creó un clima de impunidad en torno a Pujol que le hacía invulnerable ante la Justicia», y apunta lo que tampoco se ignora: Felipe González necesitaba del ex honorable para gobernar, y cedía a cualquier amago de que fuese investigado. Aquellas turbulencias nos dejan estos lodos, y se echa en falta la tan demandada independencia de los fiscales, que a ningún político le interesa. No son idiotas.

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