Bajo coste

ALGUNA COMPAÑÍA aérea, unas más que otras, fundamentalmente porque en algunas el bajo coste es más publicidad que realidad, se han especializado o al menos su propaganda así lo difunde, en la oferta de vuelos baratos.

Resulta que no son tan económicos, sobre todo si consideramos el coste de facturar equipaje o el de obtener la tarjeta de embarque en el aeropuerto. Si se hace uso de esos servicios el coste real del vuelo supera con creces la media del precio del trasporte no inscrito entre los de bajo coste.

Pero, en fin, en algunos casos y con la antelación adecuada, esto es, ni mucha ni poca, es posible adquirir algún boleto de transporte aéreo en una de tales compañías a precio ventajoso. Al asunto: el viaje es menos cómodo, los embarques son más molestos, el asiento más pequeño y menos confortable y el pasajero debe sufrir, soportar, sobrellevar, busquen el verbo que quieran, servidumbres justificables por el ahorro o economía de la compañía prestadora del servicio, lo cual, no debe extrañar. Habrá que entender que la prestación guarda relación con el precio, y claro, a menos coste más parco contenido de lo que se puede esperar.

Hasta ahí de acuerdo. No obstante todo lo que sigue, y suele seguir mucho, ya no es aceptable con la misma lógica: no se entiende por qué llaman al embarque cuando el vuelo aún se ha de demorar mucho. En la mayoría de los casos se dispone a los viajeros en insufrible fila más de media hora antes de que el avión programado haya aterrizado. Claro que no parece que lo limpien, o lo higienicen mucho ¡tienen que economizar! Y después de aterrizar se inicia antes el embarque. Determinada compañía tiene a gala no utilizar las pasarelas, ¡cuestan dinero! aunque en el momento de embarcar estén todas vacías. Y, hay que decirlo, hemos gastado mucho en nuevos aeropuertos dotados de ellas, con personal para atenderlas que percibe como es lógico su salario, para que al arbitrio de tal compañía o de otras no se utilicen. Lo más chusco es que a esa compañía se lo permiten. En Santiago sin ir más lejos. La alternativa: a la escalera todos a embarcar. Y si es de noche y a obscuras mejor. Aunque ahí el que ahorra es el aeropuerto, pero claro, comodidad y bajo coste son términos antinómicos, guerra a la luz innecesaria.

Pero sobrellevemos todo eso. Lo que ya es inaceptable es el trato. Ciertamente no llega al que en la segunda guerra mundial debieron dar en aquellos transportes en vagones de ganado. Es verdad. Uno es tratado como pasajero un poco. Es medido y pesado, remedida la maleta, y los viajeros son destinatarios sin excepción, salvo los bebés con DNI, de una cierta filosofía de eficaz impertinencia general, que claro si uno no es muy susceptible, o ese día no lo es aunque generalmente tienda a esa inadecuada disposición comunicativa , más inoportuna en el caso de haber sucumbido a la tentación de uno de esos viajes de bajo coste, lo normal en ese caso es que la cosa acabe más o menos en paz. Bueno, el espíritu del viajero no sobrevive incólume sin dejar, para que eso sea así, jirones de paciencia, tolerancia, comprensión y aceptación callada de todo tipo de órdenes, instrucciones, indicaciones, llamadas, cornetines, rifas, ofertas, cigarrillos que no lo son, bromas sin gracia y toda suerte de innecesarias perturbaciones.

Amigo, pero si tiene usted la mala sombra de ser de los que el día que le da por ahí -que por qué no, si aun de bajo coste ha pagado un billete de transporte aéreo y no ha fijado usted el precio- sucumbe a la tentación de manifestar con más o menos gracia (cada uno tiene la suya y no todos los días la misma) que algo no es correcto, si lo sugiere, si constructivamente hace una observación, si es tan insolente y pretende lo que no debe... Entonces caerán sobre usted, viajero incómodo, todas las recriminaciones, con los peores modos. Porque claro, el culpable de todo es el que habla o se expresa, que digo yo, es una acción humana, cuando su natural a juicio de algunos transportistas aéreos, en el caso de optar por un vuelo de bajo coste es, sencillamente, permanecer callado. Actitud ovejuna que debe adornar, al parecer de tales empresas y sus agentes, a los viajeros de tan económicos servicios. Así son las cosas, y al que no le guste, que se abstenga.

Claro que puede el viajero, así se lo recomiendan instándole compulsivamente a ello para casos de incumplimientos flagrantes, haber asegurado el riesgo. Sin comentarios por mi parte, porque que sepa yo, no hay compañía aseguradora que nos ofrezca la cobertura de la desazón y lo otro que silencio, que la mala educación, la desatención y el agravio innecesario propician. Es verdad que unos días más que otros, pero siempre hay un día malo. Eso, que yo sepa repito, no es algo asegurable, pese a los consejos y admoniciones.

Como no me apetece denigrar a nadie, ni que me acusen de hacerlo, a nadie nombro. Que cada uno compruebe la exactitud de lo que cuento porque mi experiencia lo dicta y que plasmo en este pequeño ensayo o resumen acerca de muchos viajes aéreos de bajo coste. Señaladamente los realizados por algún transportista.

Eso sí, entiendo que ninguno de ellos debe recibir subvenciones o ayudas de las administraciones públicas, centrales, periféricas, autonómicas, locales o institucionales. Por una sencilla razón: porque afectan negativamente a la competencia que es un elemento esencial del mercado. Y porque la mala atención a los ciudadanos pasajeros no debe, en mi opinión, ser objeto de subvención en los vuelos, aunque estos sean baratos. Ah. Y todas las compañías a usar las pasarelas, que nos han costado mucho a los contribuyentes. En este caso a unos más que a otros en función de la cuota de cada cual. Servidor se propone no abordar nunca más una aeronave con uno de esos billetes. Es mi derecho. Y miren por dónde, en este caso no tengo por qué resignarme al silencio. Y no lo hago. Expreso mi opinión.

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