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Ayer y hoy del plato fuerte del San Froilán

Las primeras casetas del pulpo de las que hay constancia documental datan de hace 175 años y consistían en simples chozas de paja, con unos bancos y mesas que se colocaron, primero, en San Roque, y después, en A Mosqueira

La tradición de comer el pulpo en San Froilán se remonta, con constancia histórica, a 175 años atrás, según recopiló el historiador Adolfo de Abel Vilela en el libro A orixe das feiras, das exposicións e dos concursos. Es, entonces, en 1841, cuando unas ordenanzas municipales en las que se publicaban los precios que habían de pagar aquellos vecinos de San Roque que, por San Froilán, colocasen "tiendas o casetas en la plaza". En concreto, la plaza de San Pedro, enfrente de la puerta de la muralla.

De este modo, dice el documento, las mayores pagarían 40 reales; las medianas cerradas, 30, y las otras, 20. La recaudación se destinaría este año a las obras de acondicionamiento de la zona como un desmonte, que fue realizado por jornaleros pobres y que costó 1.974 reales, así como un canal para el agua de lluvia y el empedrado del suelo que se presupuestaron en 7.853 reales y 17 maravedíes.

Este tipo de casetas no eran más que chozas de paja, de las que dieron cuenta al Ayuntamiento —en forma de queja— tres vecinos de San Roque: Francisco Teijeiro, Dominga Serrano y Manuel Madarro. Estos tres lucenses afirmaban entonces que algunos vecinos de San Roque intentaban establecer delante de sus casas chozas de paja para expender pulpo al público, lo que les ocasionaba graves perjuicios por lo que solicitaban que las prohibiese el Concello.

Los primeros puestos se pagaron entre 20 y 40 reales, dependiendo del tamaño, y el dinero se destinó a arreglar la calle

Ese fue el motivo por el que esas primeras casetas, las chozas de paja, se trasladaron a una zona más distanciada del barrio de San Roque, a A Mosqueira, a pie de la muralla. Esto viene recogido, según indica Adolfo de Abel Vilela en su libro, en el proyecto de Ordenanzas Municipales de 1869, donde se dice que los puestos deberían estar diseminados por el ferial.

"Os días de feira estaba prohibido acender fogueiras e queimar comestibles nos sitios por onde transitaba a xente, sinalándose para este obxecto a Calle de La Mosquera, o campo pegado ao bastión novo da muralla", afirma el historiador, que apunta que también quedan reducidos a una zona de San Roque, entre la capilla y la casa de un vecino llamado José Vivero, los puestos de bebidas y licores.

El periódico El Eco de Galicia describía, en una crónica de ambiente publicada en 1887, cómo se cocía y se servía el pulpo de San Froilán, el plato por excelencia de las ferias ya entonces. Se hacía, según este periódico, en "cocinas rústico económicas con enormes calderas en las que, constantemente, está hirviendo el indigesto molusco marino".

Además de pulpo, también era tradicional, entonces, la carne a la maragata y eso se debía a que las casetas estaban justo en el camino real de Castilla, por donde transitaban infinidad de arrieros maragatos dedicados al transporte de mercancías. De ahí, la carne a la maragata, que es falda de bovino cocida aliñada como el pulpo,con aceite y pimentón.

A falta de congeladores, el pulpo se conservaba entonces y hasta mediados del siglo pasado secado y curado al aire y al sol

SIGLO XX. En esta ubicación, en A Mosqueira, estuvieron las pulpeiras hasta casi mediados del siglo XX. El Progreso publicaba, hace ahora 100 años, que la feria de ganados, que se celebra al principio del barrio de San Roque, la plaza de la Feira y la calle de A Mosquera estaba "concurridísima" y, en esa zona, había "un gran número de gitanos dispuestos a hacer sus célebres cambios de ganados". La crónica habla de la instalación de "una infinidad de casetas en las que se despacha el tan apreciado pulpo". Añade el cronista que varias parejas de la Guardia Civil mantenían el orden público los días de feria.

A falta de congeladores, el pulpo se conservaba entonces y hasta mediados del siglo pasado mediante un sistema de secado y curado al aire y al sol. "Se ponían en la Ronda y colgaban el pulpo en cordones y alambres que, a veces, se rodeaba de moscas. ¡De ahí saldría lo de A Mosqueira! Olía fatal pero ya entonces, en los 40, era una tradición ir a comer el pulpo en familia. No había más que unos bancos y unas mesas de madera, en cambio había mucha gente. Diez años más tarde, en los 50, se trasladó el pulpo a donde está ahora la calle Dinán", afirma Concepción Casas, vecina del barrio de San Roque y propietaria de la antigua academia Alvarellos.

También en A Mosqueira, se crió María Elena Pérez López, que heredó, a los 15 años, la profesión de su madre y su tía, quienes pusieron en marcha la pulpería Palmira. Un negocio, que con más de 100 años de historia, se convierte en la pulpería más antigua de Lugo todavía en activo. "Chamábannos As Piñeiras e nós sempre estivemos na Mosqueira, pero nun garaxe, non fóra. Daquela, as casetas eran bancos e mesas de madeira baixo un toldo ou unha lona e non se poñía nin mantel", recuerda.

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