Autoridades en la materia

josé mª álvez
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A MI padre le pirraba Luis Aragonés. Ya mucho antes de que dirigiese a la Selección, sentía debilidad por él y entendía que estaba acertado en todo lo que decía. Mi padre se basaba en que había sido un jugador, al parecer, muy bueno, y que por tanto sabía muy bien cómo eran los entresijos del fútbol. Cuando Luis Aragonés decía algo, iba a misa. Y cuando decidió retirar a Raúl y encima ganaron la Eurocopa, mi padre encontró la recompensa del que obtiene la razón tras años de incomprensión. Algo antes, subía por las paredes cuando Luis Aragonés era como un guiñapo al que se le podía llamar de todo sin ningún tipo de consecuencia, muy al estilo de un presidente francés.

Toda esa autoridad adquirida la da el empaque, que es algo que da la credibilidad, que a su vez da la legitimidad, que es algo que hay que ganarse a pulso. Por eso, cuando el pasado miércoles nada menos que 85 de los 97 médicos del Hospital da Costa presentaron un escrito en el que alertaban de que de seguir así las cosas en materia sanitaria el centro iba a acabar convertido en un ambulatorio, yo también me eché las manos a la cabeza, como mi padre cuando escuchaba que ponían a parir a Aragonés.

Porque, seamos francos y digámoslo sin ambages: el colectivo de médicos, por lo menos hasta la fecha de hoy, no se distinguió nunca por su manía con salir a tomar las calles a alarmar a la población. Como no se distingue por su afiliación política. Y aunque la desconozco mayoritariamente, varios declarados miembros del PP (fueron en sus listas) se encontraban entre los firmantes de ese escrito.

Y siguiendo esa línea argumental, con la esperanza de que alguno de nuestros políticos con responsabilidades autonómicas lea esto, eso nos lleva a que desde luego para la población no es lo mismo que un sindicato diga esas cosas a que las digan los médicos que están trabajando allí. Porque a qué engañarnos, que 85 médicos de 97 te avisen de que como sigan así las cosas en el Hospital da Costa, se va al garete, pues intranquiliza por la misma razón que para mi padre siempre tenía razón Luis Aragonés: porque tienen empaque.

Y porque movilizar a tantos no es moco de pavo.

Las cosas del hospital son siempre controvertidas, mayormente porque todos sabemos que antes o después acabaremos allí. Y a la gente le revientan cosas como que te manden a cien kilómetros a hacerte algo que te pueden hacer a diez. O que te pongan en una lista de espera para acceder a la lista de espera.

Otra cosa es la opinión que la gente tiene de los médicos. Sobre un mismo facultativo es frecuente escuchar opiniones tan distantes que cuesta creer que estén hablando de la misma persona. Desgraciadamente para mí, alguna cosa al respecto puedo contar en primera persona. Normalmente, cada cual guarda del médico que le toca una opinión directamente proporcional al humor que tenía el doctor en el momento en que lo atendió. Incluso salvo en casos graves, mucha gente prioriza el trato agradable a un correcto diagnóstico y tratamiento.

Pero ver salir a tantos a dar la cara pidiendo que les dejen trabajar y que les pongan medios para hacerlo, les concede una aureola diferente, porque quedan aparcadas de raíz esas cosas que a veces se les echa en cara como que quieren cobrar peonadas, que solo miran por lo suyo, que no saben lo que es trabajar, que algunos están por encima del bien y del mal... En la situación que se generó el miércoles, esos tópicos palidecieron de golpe y quedaron las quejas y las advertencias de un colectivo al que, por la cuenta que nos tiene, todos queremos que le vaya bien.

Huelga decir que tras la bomba que soltaron, el Sergas soltó una larga ristra de logros conseguidos para el hospital, rebaja en las listas de espera, incremento del número de operaciones, de consultas... cosas así. Pero el efecto que produce en la población una administración es siempre mucho menor que el de un colectivo de personas que incluso ideológicamente muchas pueden estar próximas a quien gobierna esa administración.

En su discurso, los médicos hablaron incluso de movilizar a la población y de salir a la calle. Ahora habrá que ver hasta dónde llegan. En Madrid se pusieron serios y todos sabemos lo que pasó, así que nadie debería tomárselo a broma.

Mientras, asistimos a esta manifestación de la crisis de lo más molesta. Los temas médicos son especialmente sensibles, y si los que nos avisan son los que los practican, la cosa es para echarse a temblar. Tal vez al Sergas le haya nacido un problemón.

EL GUSTO ♦ Todo listo para que la residencia de Ribadeo se inicie 

LOS PASOS administrativos para iniciar la construcción de la residencia de ancianos de Ribadeo están agotados. Solo falta solucionar el papeleo para que el proyecto tenga el visto bueno de la Xunta y se pueda comenzar. El alcalde de Ribadeo y portavoz de la plataforma que la reclamó, Fernando Suárez, puede estar más que satisfecho porque, como se suele decir, puso toda la carne en el asador. Y contra lo que muchos puedan pensar, incluso también en el asador de su propio partido. Ahora falta por ver qué nuevos escollos habrá que salvar. Seguro que habrá alguno, porque esto siempre es así. 

EL DISGUSTO ♦ El larguísimo camino del futuro Plan Xeral de Viveiro

MARÍA LOUREIRO no gana para disgustos con el Plan Xeral, y eso que aún no lo tiene. Como muchos otros municipios de la comarca, se encuentra tramitándolo, y también (curiosamente) como le pasa a otros, la parte que le toca a Patrimonio la lleva francamente mal. Las quejas en este sentido son relativamente habituales sin que nadie sepa exactamente por qué. El caso es que un municipio de las características de Viveiro tiene que tener un planeamiento adecuado, y eso María Pulpeiro lo sabe perfectamente. Así que habrá que esperar a que consiga salvar la inacabable tramitación.

(Artículo publicado en la edición impresa de El Progreso el 3 de marzo de 2014)

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