''Hay quien piensa que el niño nace cuando baja del avión''

Autora de uno de los pocos estudios que hay sobre el tema, la catedrática de Psicología de la Universidad asturiana de Comillas habla claro sobre el fracaso en la adopción.

Pregunta: ¿Qué hay detrás de cada caso de adopción truncada?

Respuesta: En casi todos se dan dos circunstancias: primero una ruptura muy importante de las expectativas de los padres, que se esperaban un niño más cariñoso y fácil, y luego, un menor dañado por su propia historia, lo que supone dificultades de control y adaptación.

P: ¿Son las rupturas la punta del iceberg de una realidad de inadaptación más amplia?

R: Sin duda, porque al margen de estas situaciones tan graves hay otras familias que están pasando dificultades a la hora de crear vínculos con sus hijos, más allá de los legales. Parece que estamos cubriendo sólo el deseo de conseguir un niño pero no la necesidad de integrarlo.

P: Y el tabú que pesa sobre el tema dificulta prevenir nuevos casos. Las estadísticas son escasas...

Efectivamente. Al margen de los menores que vuelven al sistema de protección tras haber sido adoptados, hay un montón de niños que no están contabilizados y que han sido metidos en internados o centros psiquiátricos para jóvenes con problemas de conducta.

P:
¿Saben los que adoptan los riesgos a los que se enfrentan?

R: La cultura de adopción que hay es muy pobre, una idea muy alejada de la realidad, pero ya empezamos a tener más recursos para que las familias que dan el paso de adoptar tengan en cuenta que acoger a un niño que ha perdido a su familia es adoptar a un menor que está herido y que ha pasado por una situación que seguro que ha dejado huellas que habrá que recuperar. Por lo tanto, en inicio no tiene por qué ser una relación fácil y sencilla.

P: ¿No habría que tener presente que los que ya no son bebés vienen con un pasado a cuestas?

R: La gente se comporta como si el niño naciese el día que baja del avión y eso no es así. Dependiendo de la vida que haya tenido, la que llega es una persona que seguramente ha pasado por varias historias de sufrimiento. Hay quien ya lo sabe, pero esto compite con la otra imagen, la de los niños Benetton, de «¡qué monada!», poco cercana a la realidad de menores de protección o que vienen de vivir circunstancias muy difíciles.

P: Entonces se frustran las expectativas de los padres...

R: Muchas veces pasa que quieres adoptar a un niño de dos años, pero te dicen que por tu edad no te dan uno de menos de cuatro y al final acabas adoptando a uno de seis, al que no puedes acunar, sino con el que tienes que jugar al fútbol. Pero tú estás empeñado en el niño que habías pensado en principio. Entonces pasa que ni tú le ofreces la relación que el pequeño necesita ni él cumple tus expectativas.

P: Y la responsabilidad, ¿para quién?

R: Yo la pongo en la familia, porque al fin y al cabo ellos son los adultos y los que han tomado la decisión. El niño es el que necesita una familia para sobrevivir.

P: ¿Cómo ver la adopción?

R: Tan mentira es verla sólo desde la idealización de Benetton como desde el dramatismo de la ruptura. La realidad es gris y se mueve en medio de ambas situaciones, porque las familias adoptivas tienen retos que no tienen las biológicas.Pero hay que reducir al mínimo los casos en los que, una vez te has comprometido con un niño, no lleves ese compromiso hasta el final.

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