Ambición y chapuza

Mala praxis y ambición explican el fracaso de las cajas gallegas en la valoración que hace el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. El presidente hizo el papel que tenía que hacer en el proceso de fusión y en el objetivo de mantener una caja gallega. Otros, desde la política y desde las propias cajas, colocaron piedras en ese camino e introdujeron barras de hierro en los radios de esa bicicleta hasta que se rompió. La ambición desmedida de unos gestores que no supieron ni quisieron retirarse para que un nuevo proyecto fuese viable y que, hasta entonces, gestionaron como fincas particulares apoyados en esa singularidad jurídica de las cajas, y con el amparo y aplauso de todos. Hay responsabilidades colectivas, obviamente, antes de lanzarnos a la plaza pública para el linchamiento personal a posteriori. La ambición que citó el presidente Feijóo estuvo en la competencia que anulaba mutuamente; en la pérdida de realismo en los objetivos, y en la primacía de personalismos. Pero falló también el control, antes y en el proceso que pretendió, como era su deber, el presidente de la Xunta. Nadie ha explicado todavía el porqué de los cambios sucesivos de la norma durante el proceso. Nadie ha explicado por qué lo que hoy para el supervisor era excelente, con algunos problemas de excesos, se transformó de la noche a la mañana en un estrepitoso fracaso. Fallaron los hombres que desde Galicia colocaron piedras monumentales al amparo de la política y de la ambición personal para impedir la fusión. Fallaron los supervisores que no cumplieron en su momento y que en el tramo final transmitieron la sensación, no desmentida, de que la dirección que se pretendía era poner fin a las cajas gallegas. Y hubo y hay en la política primacía de visión de parte. Las responsabilidades para nada apuntan hacia el presidente Feijóo.

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