Alexander

Título: Alexander y el día terrible, horrible, espantoso, horrorooso. Director: Miguel Arteta. Reparto: Steve Carell, Jennifer Garner. Cines: As Termas. Calificación: 1 / 4

MIENTRAS la cultura adolescente construye su propio discurso en el universo atomizado de la cultura pop en general, y se atreve a desprenderse de la dominación adulta para hablar a los suyos con su voz y en primera persona, hay un subgénero que se queda atrás permanentemente, pero sobre todo en el cine comercial: la comedia familiar. Con su intención acogedora y su mantra multigeneracional, no hace otra cosa que hundirse en un océano de indefinición y chiste epidérmico. Ese medio camino de todo, inocuo, y que no moleste a los padres frente a posibles intromisiones en el espacio controlado de la educación familiar, es el viejo modelo del ‘multi target’ envuelta en su propia kriptonita; una solución de máximo aprovechamiento que tiene los días contados en el entretenimiento audiovisual contemporáneo.

En ‘Alexander y el día terrible...’ el ejemplo más claro es que sus golpes de efecto más explosivos son chistes escatológicos de tercera división; bromas sobre pedos, cacas y vómitos de bebés que soporten la censura de un comité de expertos en horario infantil, cuando el horario infantil en televisión rompe barreras año tras año y engaña a los expertos con figuras y conceptos que rompen las estructuras de los adultos.

Alexander es un niño que soporta duramente el optimismo patológico de sus padres y el éxito adolescente de sus hermanos. Obsesionado con Australia -país del que tiene una cultura enciclopédica y que se supone idolatra como vía de escape-, Alexander desea que la desgracia se apodere de la familia por un día. Que los que le rodean se pongan en el pellejo de alguien a quien la vida no le sonríe y, además, no puede expresarlo de una forma contundente.

La sucesión de desastres que le ocurren a la familia de Alexander podría ser una pesadilla para Ned Flanders, pero sin el contrapunto de un Homer gritándole desde la butaca «¡Fastídiate!», las peripecias disneyanas de los Cooper son caricias de amabilidad en el universo de una familia numerosa con un padre desempleado.

El peor día en la vida de los Cooper no es terrible, ni horrible, ni espantoso, ni mucho menos horroroso. Es, como no se cansan de decir cada cuatro minutos y medio todos los personajes del cuento, simplemente «genial». Porque los valores familiares le dan la vuelta a cualquier tortilla de la desesperación para convertirlos en optimistas ejemplos de superación.


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