Alertan del peligro que supone para la seguridad vial repetidas actuaciones del vagabundo Julius

La vida del vagabundo alemán Julius, que lleva todo el verano en la comarca, sigue suscitando airadas protestas de los vecinos, que reclaman un solución al problema que supone la convivencia con esta persona, por el fuerte olor que desprende, debido a su nulo aseo, pero sobre todo por el temor de que pueda pasar algo. «A él o a alguien», alegan.

Las autoridades siguen con las manos atadas, puesto que si un juzgado no determina su incapacidad, no pueden hacer nada por impedir su medio de vida, aunque también hay que preguntarse si la libertad de uno puede chocar con las elementales normas de convivencia que la mayoría respetan y hay personas, incluso desde dentro de las instituciones, que alertan de que no es capaz de vivir en sociedad.

Ejemplos hay cientos, desde que hace sus necesidades en calle, hasta que duerme en cualquier lado, incluso en aceras, llegando a poner el riesgo la seguridad vial, puesto que no es la primera vez que Julius ha optado por hacer de la carretera su colchón, con el consiguiente peligro para los vehículos que circulan por la vía. «¿Y si alguien por esquivarlo tiene un accidente? ¿Es que hay que esperar a que pase algo para actuar?», se preguntan.

No es la primera vez que se ha intentado sellar su incapacidad, aunque siempre ha superado las pruebas psicológicas a las que ha sido sometido. La cuestión está, según algunos expertos, en que la valoración no debería hacerse solo en base a un único examen, sino analizando su diaria forma de vida, que choca de plano con las elementales normas de convivencia que se exigen al resto. También es verdad que no es el único ‘sin techo’ que vive en la comarca, aunque su caso llama más la atención, por el hecho de que se trata de una persona joven, poco más de treinta años, y en cuyos rasgos aún se advierte algo de la buena presencia que debió tener de joven, y que no mendigue.

No mendiga

Maneja, poco o mucho, su propio dinero, que al parecer le envía periódicamente su familia desde Alemania, con el que compra víveres, pero muy raras veces alcohol, aunque en la mayoría de los negocios le invitan a no pasar para evitar que se mezcle con el resto de la clientela. Siempre paga religiosamente todo lo que compra, aunque se lo entreguen en la misma puerta del establecimiento.

Ello, unido a que no se ha visto envuelto en ningún problema, trae en jaque a las autoridades, que ya han tenido que intervenir varias veces para retirarlo de las cercanía de viviendas o tiendas, donde la gente no lo quiere ver merodear y es que nadie lo quiere al lado, pero tampoco se puede hacer nada por impedirlo, es un ciudadano libre, mayor de edad, que ha elegido, o se ha visto obligado a elegir, esa forma de vida.

La verdad de su historia sigue siendo una incógnita. Solo se sabe que llegó a A Coruña hace un lustro, a bordo de un barco al que no regresó, tampoco está claro si por voluntad propia si forzado por el abandono de sus compañeros. Desde entonces, ha recorrido cargando con sus pertenencias, y la mayoría de la veces tapado con una harapienta manta, diversas localidades, curiosamente con el mar siempre cerca. Burela y Foz, son en donde ha pasado buena parte de los últimos meses.

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