Abrigueiro, el sonido modesto

El rey de la música indie no se diferencia en nada de cualquiera de los ganaderos que uno se puede cruzar en Friol, el lugar que Arturo Vaquero ha escogido para montar su estudio de grabación, en una casa aislada que encontró en Abrigueiro. Por esa cuadra reconvertida
en templo del sonido han pasado algunos de los más significados grupos del panorama independiente gallego y español, además de un buen número de figuras ya consagradas. Una peregrinación en busca del milagroso Vaquero, a quien el boca-oreja ha convertido en uno de los más alabados productores musicales.

«Era muy urbanita», explica este amante de la música electrónica, «pero quería un estudio en medio del monte, que fuese una especie de retiro para los grupos. La idea original la cogí de Peter Gabriel, que tenía unos estudios preciosos en la campiña inglesa. La idea era montarlo en el campo. Coincidió en Friol, como pudo haber coincidido en otro sitio».

Directamente de la cabina del Dj al monte. Algo que no le ha impedido consolidar su trabajo como productor y, cada vez más, como compositor, reclamado por un buen número de discográficas y directores de cine en busca de temas para sus pelis. La última, una en colaboración con Philip Glass, uno de los más reconocidos compositores modernos y tres veces nominado al Oscar por sus bandas sonoras. «Es más gratificante para mí plantar una huerta o estar con mis amigos que ir a la cena que organiza no se qué actriz o qué grupo. A veces me apetece porque es hacer otra cosa distinta y me divierte, pero no es ése el tipo de vida que quiero. Hay mucha pose en ese mundo y a mí no se me suben los humos por trabajar con uno u otro, no necesito que me digan lo bueno o lo malo que soy».

Suena sincero. Su naturalidad despoja de cualquier atisbo de soberbia trabajos con determinadas celebridades y anécdotas que a otros egos no les permitirían pasar por las puertas. No todos, por ejemplo, han compartido churrasco con Hugo Silva en Friol, o han visto como sus composiciones se convierten en hits discotequeros por boca de otros, o han vendido un huevo de discos en Alemania o Japón, en este caso como ‘Humanoid’. Su modestia alcanza niveles de mortificación: «Siempre tengo claro un consejo que me dio mi padre: un trabajo bien hecho te da otro. La clave es hacerlo bien, con cariño y dedicación, no trabajar por el dinero. Sé que tengo los precios muy bajos, pero normalmente en el estudio no cobro mi experiencia, mi trabajo como productor. Les cobro el trabajo como técnico de sonido. Lo hago porque me da la gana. El dinero nos hace falta a todos, pero a mí me gusta que la gente haga música. La gente tiene el derecho de que su música suene bien, de tener un disquito o unas maquetas dignas sin tener que meter tanto dinero.  Tampoco soy muy avaricioso y me divierto. Igual más adelante cambio de idea y me centro en gente más profesional, pero de momento no me apetece».

 

Viste una sencilla camisetaunas zapatillas. Poco glamouroso. Dejar el tabaco le ha echado diez o quince kilos encima, que ahora trata de combatir con la bici estática y alguna pachanga. El pelo, desafinado por las canas, luce con un corte modernito que trata de ocultar las entradas. Su tendencia a mantener los párpados sólo entreabiertos le resta eficacia a unos ojos claros y la escamación en la cara le advierte de que su nivel de estrés está cerca del límite. Podría pasar por uno de esos treakis a los que, como a él, tanto les apasiona el mundo de ‘Strat Trek’.

Tampoco las manos se adivinan muy dotadas para el piano, su instrumento favorito, en especial ahora que está muy centrado en la composición. Estudiante compulsivo de formación autodidacta, ha tocado todos los palos en el mundo de la música, desde sus inicios como vendedor de instrumentos en la tienda ‘Arco Iris’ de Lugo. «La música es bonita, es como vivir del aire. Además soy muy versátil, tengo facilidad para la creación de temas y conocimientos técnicos desde el lado de la producción, sé lo que se necesita para que una canción suene como tiene que sonar». Ni siquiera cuando se descuida y se hace autopromoción sabe ser soberbio: «Yo no sé qué soy. Ante todo me gustaría ser buena gente. Pero hay una cosa que me encanta, que es hacer música. Lo de compositor me parece una palabra muy seria, que me da mucho respeto, pero es lo que me gustaría, aunque me asusta».

Arturo Vaquero es un urbanita echado al monte, un triunfador sin ganas en un escenario de vanidades, un auténtico friki en un extravagante mundo de imposturas. «Sí, se que soy friki, pero de buen rollo, siendo consciente de que lo soy y riéndome de mí mismo ». ¿Cómo les suena?

(En la foto, de Sebas Senande, Arturo Vaquero, oro sonoro)

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