Un lucense recorre en moto aldeas de Nepal para ayudar a las víctimas

"Contacté con dos embajadas y no obtuve respuesta alguna", dice Manuel López, que buscará porteadores que le ayuden a llevar arroz a las poblaciones más afectadas por el seísmo
Manuel, en un viaje a África
photo_camera Manuel, en un viaje a África

"Las ideas están ardiendo en mi cabeza". Así de contundente se expresaba este lunes, desde la catástrofe, Manuel López, un intrépido lucense, al que el terremoto de Nepal lo pilló justo en el epicentro, en Gorkha, en medio de uno de sus tantos viajes en busca de rutas inéditas con las que luego hace expediciones.

Manuel no quiere volver a Lugo. Ve el desastre del terremoto, que dejó aldeas vacías inaccesibles con carreteras cortadas, y ahora mismo ya no teme a los temblores. Su prioridad es salvar vidas y atajar la miseria que sufren los habitantes de las pequeñas aldeas, próximas al epicentro, donde ya no quedan más que escombros y donde todavía, después de tres días de seísmos, se desconoce si alguien respira bajo las piedras.

Por eso, a Manu López solo le ronda ahora una idea en la cabeza: buscarse sus propios medios para ayudar a la población. Para ello, cogió ayer su moto, en la que todavía puede desplazarse (pese a que las gasolineras comienzan a restringir el combustible), para recorrer las aldeas más próximas al campamento de Gorkha, donde se encuentra durmiendo casi a la intemperie, bajo un plástico, como el resto de los evacuados de sus viviendas, y conocer, de primera mano, las necesidades de la población.

"Encontré una aldea medio destruida y otras dos, totalmente destruidas, sin ninguna casa en pie. Los supervivientes acamparon fuera con los medios que encontraron, bajo un plástico. Las últimas dos noches llovió e hizo mucho frío. Pese a todo, una familia me invitó a cenar, una familia que se quedó sin casa. Esta gente perdió sus casas de piedra, pero en otras aldeas no tuvieron tanta suerte. Está habiendo muchos corrimientos de tierras. Barpak, donde había 1.200 viviendas, desapareció sepultada por una colina de la que pendía. No es que la aldea se cayera, se cayó la montaña entera. No se sabe los muertos que puede haber y los vivos también están en una situación complicada, a 2.000 metros de altura y sin refugios. La carretera está cortada y ni tan siquiera se puede acceder a pie. Solo por helicóptero, pero el domingo no se podía aterrizar. Aterrizaron hoy [por el lunes] helicópteros del Ejército chino pero no tenemos noticias de lo que encontraron. No es posible saber quién y dónde se necesita la ayuda y no es fácil enviar nada a ningún sitio", afirma este lucense desde el corazón del terremoto.

ESTRATEGIA. Ante esta situación, Manuel se propone llevar a cabo una estrategia, que consiste en dibujar un mapa con los pueblos afectados, recabar información de las necesidades de cada lugar (se queja, particularmente, de que solo se reciben noticias del exterior: "Ni los militares ni la Policía nepalí saben los muertos que hay ni qué carreteras hay cortadas", dice) y buscar porteadores que colaboren con él para llevar comida a los supervivientes. "La idea es ir a una aldea, como mínimo, o a dos, o a cinco, a las que se pueda. Me dijeron que había venido una delegación de Médicos sin Fronteras, pero no encontré a nadie así que, ya de noche, volví al campamento con las manos vacías, donde, en cambio, se asentó un equipo de la BBC en India", comentaba este lunes.

Manuel López no vio a ningún turista desde que salió de Katmandú pero eso no le preocupa. Su cabeza solo piensa en cómo ayudar al pueblo nepalí. "Contacté con las embajadas de Katmandú y Nueva Delhi para darles mi posición y ofrecerles ayuda desde aquí ya que tengo la moto y lideré expediciones en el centro de África, pero no respondieron. Hacen publicidad de su avión de rescate y, en cambio, no saben ni cómo están las carreteras", asegura.

La vuelta a España esperará al menos unos días. Manuel se encuentra bien y está en contacto con su familia. "Estos primeros dos días fueron cuestión de supervivencia. No era sensato salir de aquí con tantos temblores. Estamos en plena montaña y cual quier temblor en una pista podía ser fatal. El domingo me aventuré un poco y hoy [lunes] más porque era necesario tener noticias de qué pasa alrededor. Mi idea es recopilar toda la información posible y llevar comida y material a dónde haga falta. Al menos con la moto puedo llevar sacos de arroz a alguna aldea", propone.

VIAJE. A Manuel López lo pilló el primer terremoto en Gorkha, el sábado, de casualidad. Acababa de subirse a la moto para salir hacia Bandipur, a 30 kilómetros. Iba con retraso porque acababa de asistir a una ceremonia hindú en honor a Hanuman (el dios mono).

"El retraso me ayudó porque me cogió todavía en Gorkha. Si no, estaría puerto abajo hacia Bandipur. Fueron dos terremotos con un intervalo de una media hora. El primero, fuertísimo y largo, vi ver cómo temblaba la montaña. El segundo, similar aunque un poco más corto. Al par de horas, hubo un tercero. El sábado conté unos veinte terremotos. Y, de noche, hubo unos diez (cinco de ellos, intensos, pero el más fuerte fue el primero). Eso fue el principio, luego hubo muchos más el domingo, aunque esa noche fue más tranquila (solo hubo dos) y también hoy lunes, que conté ya cinco", explica. Manuel vio escenas de mucho miedo. "Se oían gritos desde las casas. Por suerte, yo estaba fuera y busqué un espacio abierto. Esperé y, en vistas de la gravedad de la situación, en vez de bajar hacia la pista principal decidí subir por la montaña, buscando una explanada cercana al templo de Gorkha. Allí esperé a que pasaran, a los terremotos te acostumbras. Lo peor es que hubo gente que murió en los caminos por las avalanchas de rocas que los aplastaron", dice.

Manuel López viaja por trabajo y por placer. En este caso, venía de estar en Burma (Birmania) explorando partes del país fuera de las zonas permitidas, con el afán de enlazar una ruta que conectase Burma con el Himalaya. "Me dedico a viajar. Organizo expediciones por los lugares más remotos de África (El Congo, República Centroafricana, antes Uganda, Etiopía...). Cuando no viajo por trabajo y por placer, no entiendo muy bien eso de las vacaciones. Estaré de vacaciones tal vez en Galicia cuando salga de aquí, donde pasaré unas semanas de descanso antes de volver hacia la República Centroafricana", indica.

AVENTURERO. Con esta vida, de aventura continua, Manuel López pasó por momentos tanto o más crudos que los que vive estos días en Nepal. "Hace dos años estuve en el golpe de Estado chadiano en la República Centroafricana donde fui detenido como espía. Después, volví, me reuní con los chadianos y viví la rebelión antibalaka, que fue estremecedora. Las cosas más crueles las viví allí y en la República Democrática del Congo. La vida está llena de peligros, otra cosa es que seamos conscientes o no. No me gusta el riesgo particularmente, pero lo acepto en la vida. Nada hay más peligroso que pasarse la vida viendo la televisión y comiendo Doritos", reflexiona.

Manuel tenía el lunes mucho sueño. Los temblores le impidieron dormir las últimas noches. Sin embargo, en medio del horror, todavía piensa en la lección que le está dando la naturaleza. "Tiene algo fascinante escuchar la tierra rugir mientras duermes. Nos recuerda que todo nuestro mundo está levantado sobre nada. Me contaban los monjes budistas en Birmania que nada es permanente, que levantamos mundos de ilusiones.

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