Sochi cierra sus gélidas puertas y Putin despide con orgullo sus Juegos

El presidente ruso, Vladímir Putin, acaparó todos los honores durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, ya que, pese a los malos augurios, fueron un éxito organizativo y se saldaron sin controversias extradeportivas.

Putin no subió ni una sola vez al podio para recoger una medalla, pero fue la gran figura de los Juegos, como se pudo ver durante sus visitas a las sedes de las diferentes delegaciones, en particular la de Estados Unidos y Canadá, donde fue recibido con vítores.

Por si fuera poco, contra todo pronóstico, Rusia encabezó el medallero con 32 metales, 13 de oro, 11 de plata y 9 de bronce, el doble que en Vancouver (15), que fue el punto más bajo del deporte invernal ruso.

Al triunfo ruso contribuyeron dos deportistas nacidos en Corea del Sur, Víctor An, y Estados Unidos, Vic Wilde, que se colgaron tres oros el primero y dos el segundo en patinaje de velocidad y snowboard, respectivamente.

En cuanto a España, el cuarto puesto de Javier Fernández en el patinaje artístico, prueba en la que tras el programa corto iba tercero y perdió la medalla por poco, fue lo más destacado. Lucas Eguibar ganó otro diploma en snowboard y Laura Orgué acabó entre las diez primeras en esquí de fondo.

El madrileño Javier Fernández, que venía de revalidar en Budapest el título de campeón de Europa logrado en Zagreb el año pasado, en el que logró el bronce en el Mundial de London (Canadá), se quedó a muy poco de la medalla, que perdió, por un error de cálculo en el programa largo, tras el cuál logró, no obstante, a sus 22 años, un meritorio y esperanzador cuarto puesto.

Que fue el mejor de entre todos los deportistas que en Sochi representaron a España, que deberá seguir esperando por su tercera medalla en unos Juegos de invierno, toda vez que durante éstos -los vigésimo segundos de la historia- cumpliesen 42 y 22 años los trofeos logrados por los hermanos madrileños Paco y Blanca Fernández Ochoa, respectivamente.

PROBLEMAS, POLÉMICAS Y OTRAS TRABAS
No sólo Putin generó polémicas: Las altas temperaturas de Sochi también dieron algún que otro quebradero de cabeza, ya que trajeron consigo la niebla y la falta de visibilidad, lo que obligó a aplazar algunas competiciones, pero sin llegar a alterar el calendario olímpico.

No obstante, el líder ruso puede estar de enhorabuena, ya que las extraordinarias medidas de seguridad abortaron no sólo los atentados terroristas, sino también cualquier protesta antigubernamental que empañara los Juegos.

A fe que algunos lo intentaron, como las famosas integrantes del grupo punk Pussy Riot, Nadezhda Tolokónnikova y María Aliójina, que intentaron escenificar otra plegaria punk: "Putin nos enseñará a amar a la patria".

En varias ocasiones, intentaron atraer atención mediática a sus demandas, pero, aunque fueron detenidas e incluso atacadas por los cosacos, los medios internacionales estaban centrados en la competición, lo que acalló sus protestas.

El que sí logró salpicar la imagen impoluta de Sochi fue la condena a tres años de cárcel del ecologista, Yevgueni Vitishko, quien hizo una pintada en la presunta dacha del gobernador de la región de Krasnodar por la ilegal tala de árboles protegidos.

Pocos recuerdan que los Juegos estuvieron precedidos de un aluvión de críticas contra la discriminación de los homosexuales, lo que llevó a algunos políticos, activistas e intelectuales a llamar al boicot, aunque sin éxito.

Ningún deportista llegó finalmente a saltarse las reglas del COI, que había advertido contra las acciones de activismo político, y ni siquiera hay que destacar gesto alguno con el arco iris, símbolo del movimiento homosexual.

La única excepción fue la exdiputada italiana Vladímir Luxuria, conocida defensora de los derechos de los transexuales, que se paseó por el parque olímpico vestida de arco iris y con una gran peluca mientras gritaba Ser gay es ok.

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