Macron resiste el histórico avance de la ultraderecha en "un país lleno de dudas"

Tras su victoria ante Le Pen, el hombre récord de la política francesa promete ser el "presidente de todos"
Emmanuel Macron celebra su victoria este domingo. GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)
photo_camera Emmanuel Macron celebra su victoria este domingo. GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)
Emmanuel Macron fue reelegido este domingo presidente de Francia tras imponerse con claridad en la segunda vuelta de las presidenciales a la ultraderechista Marine Le Pen, que firmó su mejor resultado en unas elecciones, pero fue insuficiente para acceder al poder.

Con el 100% del voto escrutado, el liberal, de 44 años, consiguió el 58,54% de los votos –Le Pen se quedó con un 41,46%–, con lo que vio como se evaporaba la mitad de la ventaja que hace cinco años le permitió ganar la Presidencia, lo que muestra las heridas abiertas en un país por un periodo marcado por las crisis, desde los "chalecos amarillos" a la pandemia.

Otro signo inquietante es la baja participación, con una abstención se situó en el 27,63%, la más alta en medio siglo en una segunda vuelta, solo superada por las presidenciales de 1969, marcadas por la retirada de Charles De Gaulle tras las revueltas estudiantiles del año anterior y por un claro llamamiento a la abstención de la izquierda.

Consciente de esas máculas, Macron se mostró modesto en su discurso, pronunciado frente a la Torre Eiffel, a la que llegó de la mano de su esposa, Brigitte, y rodeado de un grupo de niños entre las notas del Himno a la Alegría, el mismo himno europeo que eligió hace cinco años frente al Museo de Louvre.

El presidente limitó la ceremoniosidad de 2017 y reconoció que el resultado del domingo pone de manifiesto "un país lleno de dudas" y prometió trabajar para darles una respuesta.

Tras asegurar que ha "dejado de ser el candidato de un partido para convertirse en el presidente de todos", se comprometió a "escuchar el silencio" de los abstencionistas y "la cólera" de quienes optaron por su rival y prometió abrir "una nueva era" con una "nueva ambición".

La diferencia entre Macron y Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales fue de 5,5 millones de sufragios, lo que significa poco más de la mitad de los 10,1 millones que los había separado en el duelo que ambos ya habían mantenido en las elecciones de 2017.

Una tarea difícil para Macron

El presidente, que a causa de la reforma constitucional de 2008 que limita a dos el número máximo de mandatos consecutivos no podrá presentarse en 2027, reconoció que no será una tarea fácil.

Macron se convierte en el primer presidente reelegido desde 2002 y el primero en hacerlo en unas presidenciales que afrontaba también con una mayoría parlamentaria favorable.

Arrasa en las grandes ciudades, entre los electores con cierto nivel adquisitivo y entre los mayores, pero sigue sin convencer en las regiones más deprimidas.

Ahí ha pescado Le Pen, que ha visto cómo su estrategia de lavado de cara del partido, centrando más la campaña en el poder adquisitivo y las clases populares abandonadas por la globalización, le ha permitido avanzar y, por primera vez en la historia, superar los 13 millones de votos.

Le Pen denuncia "métodos desleales"

A sus 53 años y con tres presidenciales a sus espaldas, la líder de la extrema derecha, que había asegurado que no se presentaría una cuarta, fue menos tajante en la noche electoral y afirmó a sus fieles que seguirá al frente del partido, al menos, para las legislativas de junio próximo.

Le Pen denunció "métodos desleales" para apartarle del Elíseo, consideró que su resultado "es una victoria en sí misma" y consideró que sus ideas "han dominado" durante las elecciones, por lo que pidió un fuerte apoyo en la Asamblea Nacional para "constituir un contrapoder a Macron".

"En esta derrota veo una forma de esperanza. Este resultado representa para nuestros dirigentes y para los dirigentes europeos un desafío que no pueden ignorar", aseguró Le Pen.

Alertó del riesgo de que el presidente tenga en sus manos "todos los resortes del poder", algo que, tradicionalmente, todos sus antecesores han conseguido en las legislativas que siguen a las presidenciales.

El propio Macron consiguió en 2017 una mayoría absoluta amplia, pese a que su partido apenas tenía unos meses y ahora aspira a renovarla en las legislativas de hace quince días.

Para tomar impulso en esas elecciones, Macron puede nombrar en los próximos días un nuevo primer ministro en sustitución del tecnócrata Jean Castex.

Algo que no hará a lo largo de la próxima semana, según afirmó en los últimos días de la campaña, pero que llegará algo más tarde, puesto que puede elegir un perfil más progresista para atraer a sectores del electorado donde tiene menos respaldo, un perfil más marcado a la izquierda que le permita ganar terreno entre electorado donde parece tener menos respaldo.

Perfil: Macron, el presidente de los récords que busca la redención

Emmanuel Macron, el hombre récord de la política francesa, podrá intentar buscar la redención de los ciudadanos en un segundo mandato presidencial, tras un primer quinquenio que muchos consideraron decepcionante.

Tras ser en 2017 el hombre más joven (39 años) en alcanzar el Elíseo, Macron consiguió este domingo la reelección y es uno de los pocos presidentes de la V República reeleegidos, junto a Charles de Gaulle, François Mitterrand y Jacques Chirac.

Es también el único en ser reelegido mientras controlaba a la vez la Asamblea Nacional.

Pero la votación mostró cómo se ha roto el hechizo de este hombre que llegó al poder sin el apoyo de un partido político importante, que ha sido reelegido casi tanto por rechazo a la ultraderecha como por su programa o sus promesas.

Y es que en su primer mandato Macron se ha ganado fama de arrogante y desconectado del ciudadano de a pie, con un importante sentimiento de insatisfacción entre los franceses a pesar de las buenas cifras macroeconómicas.

Tras una campaña muy corta en la primera vuelta, en la que estuvo muy pendiente de la guerra de Ucrania, la carrera de la segunda ronda le vio mucho más implicado y centrado.

Intentó volver a conectar con los ciudadanos, viajando sobre todo a pequeñas ciudades para encuentros y charlas en la calle, aprovechando su impecable capacidad dialéctica.

Sabedor de que debía hacer un auténtico propósito de enmienda, sobre todo hacia el electorado progresista y de izquierda, se esforzó por reverdecer sus credenciales sociales y ecologistas. También prometió aprender de sus errores y escuchar más a los franceses.

En la noche de este domingo, en su intervención tras conocer su victoria, Macron reconoció que muchos de sus votantes querían "frenar a la extrema derecha", y prometió tenerlos en cuenta.

Por ello, emprendió en las dos últimas semanas un nuevo giro: ha visitado sobre todo zonas en las que ganó el líder izquierdista Jean-Luc Mélenchon, para insistir en sus propuestas sociales y ecologistas.

UNA CARRERA INUSUAL. Esta vitoria marca el último paso de un hombre de todo menos corriente, nacido en Amiens (norte) en 1977 de una pareja de médicos, que lleva lo inusual hasta a su vida personal: está casado con una mujer 24 años mayor (Brigitte, una antigua profesora suya) y no tiene hijos.

Estudió Ciencias Políticas en la famosa universidad Sciences Po y luego, como gran parte de la élite francesa, pasó por la Escuela Nacional de Administración (ENA), un auténtico vivero de altos cargos públicos de gran nivel pero también criticada por su elitismo.

Al terminar, entró en 2004 en la Administración del Estado, en concreto en el organismo de inspección fiscal (IGF) realizando análisis sobre el fraude impositivo y estudios sobre el crecimiento económico.

Cuatro años después pasó a la banca de negocios con Rothschild, donde ascendió rápidamente.

Después de coquetear con algunas pequeñas formaciones de izquierda moderada, fue miembro del Partido Socialista entre 2006 y 2009 e intentó ser candidato a la Asamblea Nacional en las legislativas de 2007 por su distrito de origen, pero los militantes prefirieron a otro aspirante.

La elección del presidente socialista François Hollande, en 2012, le catapultó de vuelta a la función pública, nada menos que como secretario general adjunto del Elíseo, en la auténtica "cocina del poder".

Dejó el puesto en mayo de 2014 pero apenas cuatro meses después fue nombrado ministro de Economía, el más joven en el cargo tras Valéry Giscard d'Estaing (otro futuro presidente) en 1962.

Tras un mandato muy controvertido, con acusaciones de demasiado liberalismo y poco socialismo, dimitió en agosto de 2016. Pocos meses antes había creado su propio partido (En Marcha, rebautizado después como La República en Marcha, LREM), Que aseguraba que no era "ni de derecha ni de izquierda".

A partir de ahí, y ante el rápido desgaste de Hollande y sus sucesivos Gobiernos y la falta de contrincantes de auténtico peso en otros partidos moderados, quedó evidente su objetivo de lanzarse a por la Presidencia.

Ganó la primera vuelta electoral de 2017 y luego aplastó a la ultraderechista Marine Le Pen por un 66,1-33,9%.

Tras un primer mandato marcado por las crisis (como los "chalecos amarillos" o la pandemia), ha logrado aferrarse al poder. Ahora le queda intentar dejar un legado que pase a la historia.

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