Los Schindler tailandeses que ayudaron a los reos de la II Guerra Mundial

Como en la célebre película, Boonpong Sirivejjabhandu y su hija Panee arriesgaron sus vidas para ayudar a miles de prisioneros del Imperio japonés durante la guerra. Pasaron de contrabando alimentos, medicinas y hasta radios a británicos, australianos y holandeses empleados en la construcción de la línea de ferrocarril entre Tailandia y Birmania conocida como "tren de la muerte"
Fotograma de la película 'El puente sobre el río Kwai', que narra la historia real de la construcción de la línea del ferrocarril de Birmania
photo_camera Fotograma de la película 'El puente sobre el río Kwai', que narra la historia real de la construcción de la línea del ferrocarril de Birmania

Como en la célebre película La lista de Schindler, el tailandés Boonpong Sirivejjabhandu y su hija Panee arriesgaron sus vidas para ayudar a miles de reos del Imperio japonés durante la II Guerra Mundial.

Boonpong y Panee, fallecidos en 1982 y el último día de 2015, respectivamente, pasaron de contrabando alimentos y medicinas a los prisioneros empleados en la construcción del conocido como "tren de la muerte" entre Tailandia y Birmania (Myanmar).

Unos 60.000 reos de guerra británicos, australianos u holandeses fueron empleados por los japoneses para la construcción a marchas forzadas de más de 400 kilómetros de vías a través de junglas y montañas.

Más de 12.000 de ellos murieron a causa de la malnutrición, la falta de medicinas y las malas condiciones en las obras ferroviarias, popularizadas en filmes como El puente sobre el río Kwai y Un largo viaje.

Podían haber sido muchos más sin la ayuda de personas como Boonpong y su hija Panee, quienes conseguían hasta piezas de radio para los prisioneros en los campos situados en la provincia de Kanchanaburi, en el oeste de Tailandia.

Boonpong, fallecido a los 76 años, regentaba una tienda de ultramarinos y era alcalde de la ciudad de Kanchanaburi cuando los japoneses comenzaron la construcción de las vías. "Hacía negocios con los japoneses, pero también empezó a ayudar a los prisioneros a través de la organización V, un grupo secreto", explica a Efe Lumyai Srisochapan, cuñada de Boonpong y tía de Panee.

Según Lumyai, los militares japoneses habrían torturado y asesinado a Boonpong y su hija si hubieran descubierto que asistían a los prisioneros de guerra.

"Al principio la esposa estaba en contra porque tenía miedo, pero al ver un día a los prisioneros tan delgados y en tan mal estado cambió de opinión", cuenta Lumyai, de 86 años, en la antigua tienda aún conservada en Kanchanaburi.

La anciana señala que el audaz comerciante y su hija escondían las medicinas en los bajos de las cestas, dentro de las verduras y hasta en el hielo que llevaban hasta los campos de prisioneros.

"Una vez Panee ocultó las medicinas en unos lazos de su vestido para que los guardias no las descubrieran", relata.

Boonpong trabajó estrechamente con el coronel y médico australiano Ernest Edward 'Weary' Dunlop y el militar británico Philip John Denton Toosey, con quienes trabó una amistad que se prolongó después del fin de la guerra en 1945.

El tailandés fue galardonado con la Medalla de la Orden del Imperio Británico y la Orden de Orange-Nassau por parte de las autoridades holandesas por su asistencia a los reos de guerra.

Denton Toosey llegó a organizar una colecta entre antiguos prisioneros de guerra y recaudó 38.000 libras esterlinas para Boonpong, cuando este se declaró en bancarrota tras la contienda. De acuerdo con Lumyai, el tailandés también fue invitado a cenar con la reina Isabel de Inglaterra durante una visita a Tailandia en 1972.

Aunque el Gobierno tailandés firmó un acuerdo de paz con Japón, los soldados japoneses se comportaron como una fuerza de ocupación y hubo casos de abusos contra locales.

"Yo no les guardo rencor, muchos japoneses tampoco querían la guerra", afirma Lumyai, que aunque llegó a Kanchanaburi poco después de la contienda, conoce al detalle la historia de Boonpong y su hija.

Fallecida el pasado 31 de diciembre, Panee Subhawat (su apellido de casada) fue despedida el pasado sábado por unas 200 personas, en su mayoría familiares, en un funeral privado en Bangkok. "A los tailandeses no nos gusta destacar, ella fue siempre muy discreta", afirmó a Efe otro familiar, que no reveló su identidad, para justificar la ausencia de un homenaje oficial para la heroína, que murió por una infección pulmonar a los 87 años.

Los grandes olvidados de esta historia son los entre 180.000 y 260.000 trabajadores asiáticos o romusha ("trabajador", en japonés), en su mayoría malayos, tamiles y javaneses, empleados a la fuerza o con falsas promesas en la construcción de las vías del tren. Se calcula que murieron más de 90.000 romusha, aunque es solo un cálculo estimado y el número podría ser mayor.

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