El triunfo de la esperanza

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Hace ocho años era un completo desconocido. Un discurso pronunciado cuando los demócratas se arrastraban por el fango lo colocó en 2004 en el ojo del huracán. Su origen humilde, sus ideas ambiciosas, su sonrisa y su capacidad de oratoria hicieron el resto.

"No hay un EEUU blanco y un EEUU negro, sino los Estados Unidos de América", dijo en aquel discurso. Ahora, el 4 de noviembre de 2008 será una fecha para la historia: el día en que un negro se ha convertido en presidente de Estados Unidos. El día en que Martin Luther King habría cumplido su sueño.

Barack Obama no es un demócrata del montón. Nada tiene que ver con el matrimonio Clinton o Al Gore, hijos de familias adineradas forjadas entre clubs de debate y convenciones. Al contrario. Su historia es el mejor ejemplo del llamado 'sueño americano'.

De cuna humilde
Nació un 4 de agosto de 1961, en Honolulu, Hawaii. Allí se habían conocido sus padres, Barack Hussein Obama, nacido en Kenia, y Shirley Ana Dunham, una irlandesa nacida en Kansas. Barack Obama tenía apenas dos años cuando su padre abandonó a la familia para beneficiarse de una beca para estudiar Economía en Harvard. Más tarde se iría a Kenia a trabajar para el gobierno del país africano y sólo volverían a verse en una ocasión.

Su madre creció en un pequeño poblado de Kansas y se convirtió en una reputada antropóloga especializada en el desarrollo rural. Se casó por segunda vez con un administrador de petróleo indonesio, y Barack se fue a los seis años a vivir a Yakarta. Fue ahí donde asistió a una escuela católica, siendo protestante en un país de mayoría musulmana.

En 1988, una editorial le ofreció la posibilidad de publicar sus memorias, y Obama viajó a Kenia para buscar sus raíces. Fruto del viaje nació 'Sueños de mi padre', que vio la luz en 1995, y en el que Barack admite haber consumido marihuana y "algún soplo" de cocaína durante su juventud.

Con una carrera brillante, su singularidad biográfica y su amplia perspectiva sobre la diversidad racial y los grandes retos del mundo, no le faltaron las ofertas de los mejores bufettes de abogados del país. Pero Obama prefirió dar clases de Derecho Constitucional en Harvard y dedicarse a pelear por la defensa de los derechos civiles.

Una trayectoria tan corta como intensa

Su experiencia en el terreno político no abarca más de diez años. Empezó como diputado federal por un distrito de Illinois, Chicago, que aglutinaba al voto universitario y de las capas populares.

Su ferviente defensa de las políticas sociales lo hizo despuntar, y se erigió como la bandera de su campaña hacia el Senado. Allí aterrizó en noviembre de 2004, tras vencer a otros seis candidatos demócratas mejor posicionados que él, y convertirse en el quinto senador negro de la historia de Estados Unidos. La misma suerte corrió el candidato conservador que se enfrentó a él, al salir derrotado: Obama consiguió casi el 70% de los votos.

En 2004, el mismo año en que su partido perdió las presidenciales, Obama empezó a ascender. A sus victorias políticas sumó otras personales: se casó con Michelle Obama y tuvo dos hijas: Malia, nacida en 1999, y Shasa, dos años menor.

El 10 de febrero de 2007 Obama hizo pública su candidatura a la Casa Blanca. Fue en un entorno simbólico: el Capitolio, el mismo lugar donde Lincoln pronunció su famoso discurso de la casa dividida. Las comparaciones no terminan aquí. También él fue un outsider, un abogado cuyo éxito se basaba en el poder de la palabra y que se hizo con la Presidencia porque el país estaba dominado por una crisis.

La bandera del cambio
"Sé que no he pasado mucho tiempo aprendiendo cómo funciona Washington, pero he estado allí el tiempo suficiente para saber que las cosas tienen que cambiar". Lo dijo cuando anunció que quería ser presidente, y lo repitió hasta la saciedad en cada uno de sus discursos, hasta ser bautizado como 'El nombre del cambio'.

En un país donde todavía hay que indicar la raza en un formulario, Obama se sale del guión. "Soy de Vulcano", dijo en uno de sus mítiner, en referencia a un planeta imaginario de Star Trek. Su cosmopolitismo lo convierte en un no-americano para muchos, y en el símbolo perfecto de una nación de inmigrantes para muchos más.

El 28 de agosto de 2008, Barack Obama fue coronado omo candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, con la bendición de los Clinton. Hillary, que aceptó a tiempo su anunciada derrota, se dehizo en elogios al afroamericano. Y Bill le dio su firme apoyo.

Aquel día arrancó una intensa campaña que hoy ya es historia. Con su llegada al Despacho Oval cambiará la injusta actitud hacia un país que un día fue el exagerado símbolo de la libertad y que llegó a convertirse en el exagerado símbolo de la opresión. Igual que Obama dijo en su primer discurso como candidato, "es el momento de cambiar América".

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