El pesimismo, protagonista del relanzamiento de las negociaciones de paz

Palestinos e israelíes se levantaron hoy como si nada pasase, totalmente ajenos al hecho de que sus representantes se reúnen esta noche en Washington para planificar el reinicio del proceso de paz tras tres años de estancamiento.

La mayor parte de la calle coincide hoy en su pesimismo o, cuanto menos, indiferencia ante el enésimo reinicio de un diálogo que comenzó hace 22 años y que en sus distintas rondas, ubicaciones y modalidades ha probado reiteradamente ser infructuoso.

Los palestinos no tienen esperanza alguna de que esta nueva fase de conversaciones vaya a acabar con la ocupación de su territorio ni a darles un Estado y los israelíes tampoco confían en que se vaya a lograr un acuerdo que acabe con la violencia y traiga la paz definitiva.

Aunque todos muestran su deseo de que se acabe el conflicto, unos y otros están convencidos de que no tienen delante un socio para la paz.

"Estoy muy en contra de este proceso porque las partes no están preparadas y no hay un socio en el lado árabe. Hay muchísimas posibilidades de que no funcione y la razón es muy simple: para que algo funcione, tiene que haber un consenso", explica a Efe Pesaj Simja, un judío originario de Londres que resta importancia al encuentro de hoy en Washington.

En su opinión, lo que los dos jefes negociadores -la ministra de Justicia israelí, Tzipi Livni, y el palestino Saeb Erekat- harán hoy en la sede del Departamento de Estado de EE UU "no es un proceso de paz, sino un proceso para que las partes se sienten a la mesa donde eventualmente podría haber una negociación. Lo que significa que las dos partes no quieren hablar".

En la agenda, Livni y Erekat deben decidir las fechas, localizaciones, procedimientos, líneas de comunicación, agendas y vías para impedir que el diálogo vuelva a fracasar como lo hizo en septiembre de 2010.

También se muestra pesimista el israelí Natán Shlomo Valdés, convencido de que "el proceso de paz no puede funcionar porque el Corán dice que los rabinos judíos nunca pueden tener un Estado".

"Los palestinos y los árabes no pueden contradecir el Corán, como nosotros no podemos contradecir la Torá. No es una solución viable. Lo único que puede existir es cooperación económica, pero no como dos países separados. O un país judío o un país árabe, es decir musulmán, pero los dos no pueden coexistir", sentencia.

Una mujer palestina de Belén en la cincuentena, que pidió no ser identificada, asegura a Efe estar "a favor de las negociaciones para hacer la paz y no seguir viviendo de la misma manera", pero insistió en que las conversaciones "llevan años y años y no se logra nada".

Yehuda, residente de Jerusalén de 35 años, se mostró muy duro al asegurar que los israelíes "aman la paz, pero ningún país da territorios a su enemigo, y aún menos a asesinos que mataron niños y mujeres".

"Este proceso no traerá la paz. Tenemos 20 años de experiencia con procesos de paz. Se llama aquí proceso político, no proceso de paz, porque es política, no es paz", asegura tajante.

Otro residente de Jerusalén, el palestino de 19 años Jaled, resume la situación con un claro: "Odiamos a Israel e Israel nos odia. Así es".

Así las cosas, no cree tampoco que el hecho de que los negociadores se sienten cara a cara vaya a cambiar nada.

Más optimista es Hagai, de 23 años estudiante originario de cerca de Safed (norte de Israel) que acaba de mudarse a Jerusalén, que considera que "la paz tiene que llegar realmente pronto porque la gente en Israel no puede vivir más así, con el terrorismo y los cohetes cayendo".

En su opinión, esta vez será la definitiva porque "la humanidad ha progresado y hay mucha gente involucrada".

Este nuevo impulso negociador es resultado, sobre todo, de la terquedad e insistencia del secretario de Estado de EE UU, John Kerry, que ha llevado a cabo una intensa actividad diplomática con las partes y viajado a la región hasta en seis ocasiones desde que accedió al cargo a principios de año.

Los palestinos afrontan el proceso con especial desconfianza, por la falta de compromiso israelí de que las fronteras de 1967 sean el punto de partida de las negociaciones y por no haber logrado una promesa de la paralización de las colonias mientras dure el diálogo.

Por su parte, los israelíes tampoco llegan al diálogo entusiasmados, tras haber tenido que aprobar una liberación de 104 presos y comprometerse, aunque no sea por escrito, a reducir el crecimiento de los asentamientos y limitarlo a cinco grandes bloques.

Antes siquiera de la primera reunión, la prensa israelí calificaba ya hoy de exageradas las concesiones, sobre todo por la liberación de los prisioneros, todos ellos con delitos de sangre.

"Hemos sido engañados", titula un análisis del diario Yediot Aharonot, mientras el rotativo Maariv abre otra nota de opinión con el titular: "El precio de la cobardía de Netanyahu".

Comentarios