La Xunta calcula que tardará siete meses en derribar el edificio del viejo Xeral

La adjudicataria es Tragsa, que podría subcontratar parte del trabajo a una empresa especializada en retirar amianto ►El antiguo hospital se levantó tan rápido que hubo que hacerle añadidos posteriores, como un grupo electrónico

Edificio del viejo Xeral. XESÚS PONTE
photo_camera Edificio del viejo Xeral. XESÚS PONTE

LUGO. La Xunta anunció ayer que la previsión con la que trabaja para derribar el antiguo hospital Xeral es de siete meses. En una curiosa cuadratura del círculo, ese es el tiempo que se dice que tardó en levantarse. Fue, en realidad, un poco más pero al Xeral se le llamaba a principios de los años 70 "el sietemesino" porque se hizo a toda prisa, bajo la acuciante necesidad de una Seguridad Social que, de repente, tenía que dar servicio a todos los asegurados de la renta agraria, de los que Lugo tenía muchos.

La empresa a la que se le adjudicó la tarea de echarlo abajo es Tragsa, que contará con un presupuesto de 3,2 millones de euros. Previsiblemente, subcontratará parte de las obras, al menos lo que implique manipulación de amianto, un material que abunda en el Xeral, como en tantos de los edificios que se hicieron en esa época, y que exige un protocolo de seguridad específico ya que su manejo se considera muy peligroso.

El principal problema del Xeral siempre fue la climatización, ya que nunca se logró una temperatura homogénea

No es la primera vez que la Xunta tiene que demoler edificios de su titularidad y se encuentra con este mismo problema. Ya le ocurrió, por ejemplo, en el antiguo Xeral de Vigo, cuando se tiró para hacer la nueva Ciudad de la Justicia. Esos trabajos suelen asumirlos empresas especializadas que retiran las partes afectadas antes de proseguir con los trabajos.

El Concello tiene intención de aprobar la licencia de obra en la junta de gobierno que se celebrará mañana y está previsto que el acta de replanteo tenga lugar el 3 de diciembre, tras lo que podrán empezar las obras de demolición.

El Xeral, que dio servicio a la población lucense durante 35 años, fue siempre un edificio problemático, algo que los que lo conocen atribuyen a la premura con la que se construyó. Tuvo que esperar a ser utilizado porque, una vez acabada la obra, se empezaron a detectar carencias. «Tenía, por ejemplo, un problema de presión de agua, que no llegaba a los últimos pisos y hubo que hacer unos aljibes subterráneos frente a las escaleras del Materno. Tampoco tenía grupo electrógeno de emergencia», recuerda Victoriano Rodríguez, ingeniero técnico del hospital desde 1972 y, posteriormente, jefe de mantenimiento.

Adiós a un edificio virtualmente imposible de calentar de forma homogénea

Finalmente, el Xeral abrió sus puertas en 1974 y se reveló su verdadero talón de Aquiles: la climatización. Era un edificio virtualmente imposible de calentar de forma homogénea. Las primeras habitaciones de cada pasillo se caldeaban con facilidad, mientras en las últimas se percibían las corrientes. Para que esas tuvieran una temperatura razonable para un hospital, los pacientes de las primeras pasaban mucho calor. Rodríguez lo define como una tienda de campaña.

Este fue un proyecto absolutamente adaptado al terreno limitado con el que se contaba. La única posibilidad era un hospital en vertical, lo que crea problemas de flujos de personas, con embotellamientos en ciertas zonas, como los accesos a los ascensores. Pero además contaba con poco espacio y el que había era preciso adaptarlo al máximo por lo que, por ejemplo, tenía pocos ascensores.

Los pacientes debían estar necesariamente en las habitaciones o pasear por pasillos mínimos y los trabajadores conquistaron huecos o usaron los que pudieron como pudieron. Son multitud los médicos que se quejaron de la necesidad de tener que comunicar noticias, a veces duras, en los pasillos o en los descansillos de las escaleras. A veces había que sacar a un compañero de un despacho para poder tener más intimidad para esas conversaciones.

Algunos facultativos vieron crecer el hospital piedra a piedra. El internista José Guerrero contó en los últimos días de trabajo en el Xeral, antes de su mudanza al Hula, cómo él y el oncólogo José Mel iban de noche con una linterna a ver las obras, desde la residencia Hermanos Pedrosa donde ejercían.

En ese momento también, la enfermera Rocío Blanco recordó cómo ella y sus compañeras de la escuela de enfermería -situada en lo que fue después edificio administrativo y ahora unidad de salud mental-dormían en la tercera planta del Xeral mientras duraba el curso.

Desde que se abrió el Hula en 2011, el Xeral permanece cerrado. Con su demolición se liberarán espacios en los que la Xunta tiene intención de levantar una residencia para mayores con 120 plazas públicas y el Ministerio de Interior una nueva comisaría de Policía. Por su parte, el centro integral previsto para A Residencia todavía no tiene licencia.

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