¿Volverá Besteiro, el político que nunca se fue?

La afirmación de Formoso de que está convencido de será elegido para ser el candidato del PSdeG a la Xunta hace preguntarse si la aspiración es real o si protege a su íntimo amigo hasta que esté en condiciones de volver al ruedo
Gómez Besteiro. AEP
photo_camera José Ramón Gómez Besteiro, en 2016 a la salida de los juzgados lucenses. AEP

Los focos se sitúan estos días sobre el PPdeG por el proceso de renovación al que se ve forzado tras la marcha de Alberto Núñez Feijóo a Madrid, que seguramente será más movido de lo que se esperaba, pero el movimiento interno es consustancial a cualquier organización política y una de las últimas reflexiones del líder del PSdeG no ha pasado desapercibida en la escena política gallega.

Valentín González Formoso aseguró el domingo que está convencido de que será el próximo candidato socialista a la Xunta, primarias mediante, matizó. No es rabiosamente novedoso. Desde que tomó las riendas del partido ya dejó caer en varias ocasiones su disposición a asumir ese reto. Y en el reciente congreso de los socialistas lucenses, el número tres de Pedro Sánchez, Santos Cerdán, se refirió a él como el próximo presidente de la Xunta.

La aspiración de Formoso de presidir la Xunta es legítima y está por ver si Besteiro, un animal político, querría volver al ruedo, aunque no parece que tenga nada que perder

¿Pero qué significan esas afirmaciones? ¿Responden a la lógica de arropar a un nuevo líder, más cuando no se ha iniciado el proceso para elegir candidato a las autonómicas? ¿Es ese el plan del PSOE o es estrategia para no exponer a su íntimo amigo José Ramón Gómez Besteiro hasta que este esté en condiciones de volver al ruedo? ¿Querría volver el lucense cuando tenga el "papeliño", en terminología orozquiana, que le deje libre de toda sospecha judicial, como es previsible que suceda? ¿Daría un paso atrás Formoso en ese caso? Son preguntas que, en su mayor parte, solo pueden responder los aludidos. 

Besteiro (Lugo, 1967) lleva seis años fuera de la política y otros tantos mudo. Fueron contadas las ocasiones en las que habló, y para eso a través de sus abogados, y aunque reapareció en el reciente congreso gallego con una ovación que no solo sorprendió a él, sigue esquivando los micrófonos. Semanas después, en el congreso local y a preguntas de los periodistas, animaba a hablar "cos que mandan agora". 

El de Besteiro es un caso curioso. Lleva más de un lustro fuera de la política, pero nunca ha dejado de estar presente. Para los suyos y para la oposición. Prueba de que una hipotética vuelta del lucense a la arena política preocupa, o cuando menos ocupa, a los adversarios es que el PP introdujo su nombre en encuestas recientes. Una es de ámbito gallego, se hizo con 1.223 entrevistas entre el 10 y el 22 de febrero y el resultado es llamativo. Su nivel de conocimiento o notoriedad (52,5%) es similar al del actual líder de los socialistas gallegos (58,5%). Y tiene mejor valoración que Formoso. 

En este contexto, no resultaría descabellado que los socialistas pensaran en Besteiro para intentar arrebatarle la presidencia de la Xunta al PP, pero esta opción tiene varios elementos en contra. El primero es que cuando Formoso decidió dar el salto a la esfera gallega, algo que siempre tiene sus riesgos, probablemente lo hizo con todas las consecuencias. Sería legítima su aspiración a presidir la Xunta, por lo que habría que ver si la relación con Besteiro es tan honda como para tener la generosidad de cederle el puesto, por mucho que el lucense fuera clave en su ascendente trayectoria política.

Pero además, cada día que pasa sirve a Formoso para consolidarse como líder de los socialistas gallegos. Su experiencia orgánica (lideró el PSOE coruñés hasta hace dos meses) e institucional (es alcalde de As Pontes desde 2007 y preside la Diputación desde 2015), un discurso sin estridencias y capacidad para entenderse con fuerzas políticas a la izquierda y a la derecha, así como para conectar con las necesidades de los ciudadanos debido a su bagaje como alcalde, hacen de él, a priori, un candidato solvente.

Por otro lado, el fleco judicial que le queda a Besteiro se está demorando más de lo que se esperaba. Nadie está en condiciones de decir cuándo se producirá el archivo. Ni siquiera si se producirá, aunque parezca lo lógico. El juez y el fiscal se oponen a sobreseer la última de las imputaciones que tenía pendientes porque falta una prueba solicitada hace más de seis años a Intervención del Estado sobre la legalidad de los procedimientos seguidos para adjudicar una serie de contratos de la Diputación de Lugo cuando él la presidía.

El informe se sigue exigiendo a pesar de que la pieza original de esta investigación y de varias derivadas ya fueron archivadas, pero el organismo estatal alegó primero limitación de medios para responder a la solicitud y después, inconcreción de esta. Tampoco ayuda a su restitución política que las torres de O Garañón, condenadas a la piqueta, no acaben de caer. Ahí empezó su travesía judicial, por obra y gracia de varios escritos anónimos, de la Asociación de Defensa del Parque Rosalía de Castro, promovida inicialmente por vecinos perjudicados, y de la jueza Pilar de Lara, que acabaría siendo castigada por su mala praxis judicial. 

Mientras tanto, el tiempo corre en contra de Besteiro, un abogado padre de dos hijos postadolescentes que en noviembre cumplirá 55 años y que lleva la política en la sangre. Su primer cargo, concejal de urbanismo en la ciudad de Lugo, lo estrenó con 32, pero a esas alturas llevaba ya mucho tiempo vinculado al partido. Desde que en 2016 se apeó de la política acorralado por investigaciones judiciales no consta que retomara a fondo su profesión y, según reconoce un viejo amigo, habla de política como si nunca la hubiera dejado. En realidad no lo hizo. Se mantuvo asesorando a Formoso y sigue teniendo una gran ascendencia en amplios sectores del partido, sobre todo en la provincia de Lugo. En las ejecutivas gallega y lucense hay muchos nombres vinculados a él. Según algunas versiones, es una de las personas a las que Pedro Sánchez escucha en Galicia, quizás en agradecimiento por la ayuda que prestó al hoy presidente del Gobierno en sus horas bajas. 

A sus padres no les hizo gracia cuando entró en política, y más sufrieron después con su calvario judicial, como el resto de familia y amigos, pero precisamente por la injusticia que consideran que se ha cometido con él, a mucha gente nada le gustaría más que verle de vuelta. De momento, Besteiro se deja querer. El futuro está por escribir.

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