Una visita para palpar el señorío de Romeán

Casonas, bosques y el legado de la ruta jacobea y de caminos de feriantes llenan de encanto la parroquia
Vista de algunas de las casonas de Romeán. SEBAS SENANDE
photo_camera Vista de algunas de las casonas de Romeán.

A un paso de la ciudad, las parroquias esconden patrimonio, paisajes en los que merece la pena perderse y mucha historia con frecuencia desconocida. Al pie del Camino Primitivo, Romeán es un buen lugar para disfrutar y empezar a descubrir lo mucho que tiene que ofrecer el contorno urbano.

Las imponentes casonas con tejado a cuatro aguas quizás sean lo primero que llame la atención de quienes se acerquen por primera vez a Romeán, un enclave que tuvo un pasado próspero por estar al lado de la ruta jacobea, pero también por el llamado camino de Os Bestilleiros, por donde pasaban los tratantes con caballos rumbo a la feria del 13 en Adai, procedentes de Mondoñedo y A Terra Chá y que hacían noche en el pueblo.

Un segunda vía de feriantes, en As Chousas, por la que pasaban los que procedían de Suegos, Barredo, A Meda o Gondar en dirección a Nadela reforzó en el pasado aún más el interés de Romeán.

La existencia de un castro de 70 metros de diámetro y siete mámoas en el Monte das Agüeiras dan testimonio de que el lugar se pobló desde muy antiguo y no faltan espacios en los que dejarse llevar por la imaginación y por el encanto del paisaje, como las carballeiras y soutos que invitan a perderse en soledad, una opción ideal en los tiempos que corren.

Y, cómo no, cualquiera podrá sentir muy cerca el latido de quienes antaño habitaron el lugar si se aventura a encontrar lugares como la Fonte da Sarna, de aguas sulfurosas y que en la zona era afamadas por las propiedades para sanar úlceras y llagas.

Y, de vuelta al camino de Os Bestilleiros, ese latir popular es fácil de sentir también en la cruz que marca el camino hacia Adai y que, según la leyenda, se levantó en memoria de una mujer devorada allí por un lobo.