"Por conceptos que ellos ya conocen". Esta frase figura en varios de los documentos privados de reconocimiento de deuda que Berta López Ferreiro firmaba con los que en esos momentos eran sus clientes y, sobre todo, su amigos cuando estos le daban su dinero para invertir. El problema es que ahora ninguno de ellos conoce quién es la auténtica Berta.
Ella es una mujer de Lugo de toda la vida, del barrio de Galegos. Con 66 años, una hija y varias exparejas, comenzó a aparecer en las fotos en la primera década del siglo, cuando se une a la directiva del Colegio de Titulados Mercantiles, que pasa a presidir en 2013. Ella pilotaría la fusión que estos colegios llevaron a cabo en toda España en 2016 con los Colegios de Economistas.
Es durante ese periodo cuando empieza a cimentar la que durante muchos años fue una fama de profesional eficaz en el ámbito de la asesoría fiscal. También consiguió un título de Derecho en Madrid, donde incluso se colegió.
Instaló su negocio de asesoría en Lugo en un despacho de la calle Armañá, con apariencia de solvencia. Pero, como ahora se ha sabido, ya desde el inicio las irregularidades presidieron toda su actividad: se quedó para su uso con todo el piso, si bien puso la mitad del alquiler a nombre del Colegio de Titulados Mercantiles. Esta misma semana que entra va a ser desalojada del local por reiterados impagos, por orden judicial.

En Lugo, no obstante, figuró en la lista de administradores concursales para gestionar quiebras, si bien los resultados hicieron que pronto dejara de ser llamada. Sin embargo, su negocio de asesoría parecía ir bien, asentado sobre todo en una red amistades que se convertían a la vez en clientes y de clientes que se convertían en amistades. Siempre supo relacionarse bien.
Llegada a Madrid
Al poco tiempo de licenciarse en Derecho abrió también despacho de asesoría en Madrid, un espectacular local cercano a la Castellana del que ella presumía. Tampoco lo tiene ya porque resultó ser un espacio tipo coworking que compartía con una firma de detectives, que algunas personas le escucharon decir que también era suya.
Por lo que ahora se va descubriendo, su estrategia en la capital no fue diferente a la perfeccionada en Lugo: con una asombrosa habilidad para ganarse no solo la confianza sino la amistad de quienes le rodeaban, lograba que estas personas accedieran a invertir notables cantidades de dinero en los supuestos fondos seguros que ella conocía. Un punto de avaricia hacía el resto: ofrecía intereses de alrededor del 15 por ciento.
"Cuentan que una vez trató de vender cabras en Marruecos, y otra pastillas vigorizantes sin licencia que envasaba ella misma
Esas personas, con muchas de las cuales ha hablado este diario, aseguran que no acostumbraban a invertir hasta que la conocieron a ella, y que si lo hicieron es porque la consideraban su "amiga del alma" y confiaban ciegamente en ella. Reconocen también, claro, que los intereses desorbitados algo ayudaban, pero es que hasta les firmaba documentos de reconocimiento de deuda, incluso ante notario, y realizaban las transferencias vía banco.
Llama la atención, no obstante, que toda esta estructura de barro se sostuviera tantos años sin que nadie disfrutara nunca de los beneficios de esos intereses, teniendo en cuenta además que muchos de esos inversores estaban relacionados entre sí. Para cuando se quisieron dar cuenta y comenzaron a poner la situación en común, las deudas acumuladas se contaban por millones. Una decena de demandas y denuncias lo atestiguan en los juzgados.
Berta López desarrolló además una trayectoria empresarial que inició en un sector de lo más inesperado: los trabajos subacuáticos con buzos. Galacuatic se convirtió en la firma matriz de su toda actividad, ya que la usó para recibir el dinero que obtenía de los inversores y a través de ella controla otra veintena de firmas, la mayoría sin actividad. Con Galacuatic llegó a conseguir contratos de mantenimiento de pantanos de Endesa e Iberdrola, e incluso grandes obras públicas como la recién acabada del puerto de Pontevedra.
Ahora una decena de trabajadores le reclaman sus salarios, empresas del sector a las que subcontrató tienen demandas por casi 300.000 euros, el dueño de la nave donde guarda en material en Lugo lleva un año sin cobrar y sus cuentas están embargadas: el juzgado localizó en las mismas 385 euros. (Dos días después de la publicación de esta información, una persona que dijo ser el dueño de la nave se puso en contacto con este periódico para asegurar que estaba al día del cobro del alquiler. El Progreso no pudo comprobar este extremo ya que el hombre se negó a identificarse y no aportó documento alguno).
Poder de ruina
En los comienzos de Galacuatic, Berta tuvo al menos dos socios, que luego le vendieron las acciones y se desvincularon de la empresa. Antes, esta mujer había logrado que esas personas le firmaran ante notario lo que se conoce como poder de ruina, un documento que lo dice todo con su nombre: autoriza a la beneficiaria a actuar en el nombre de los firmantes en prácticamente cualquier operación. Y así lo hizo: siguió sacando líneas de crédito a nombre de sus exsocios, de tal manera que ahora ambos están asediados por los embargos. Una de esas personas la ha denunciado por una deuda acumulada de más de 400.000 euros.
La verdad es que, según cuentas personas muy cercanas, Berta López siempre tuvo imaginación para los negocios alternativos. Una vez, dicen, trató de vender cabras en Marruecos, si bien los animales no pudieron subir al barco porque carecían de cualquier tipo de registro o licencia. En otra ocasión contrató a una ayudante de farmacia y a varios comerciales para vender en farmacias y parafarmacias de Lugo y Madrid pastillas con un poder vigorizante casi milagroso: unos polvos que nadie sabía de dónde llegaban, eran encapsulados por la ayudante de farmacia en un bajo de Lugo y las pastillas envasadas en cajas para su venta; no había contado, según relatan, con que iban a necesitar unos análisis y una licencia de la Agencia del Medicamento para su comercialización, así que tampoco fue bien la cosa.
Todo apunta a que Berta López no tenía un modus operandi, sino un modus vivendi.
¿Quién es? El misterio del encanto de Berta
Quienes fueron sus amigas, sus clientes o sus colaboradores no describen a Berta López como una persona especialmente brillante, ni especialmente seductora, ni especialmente elocuente, ni especialmente sospechosa. Vamos, que no era especial. Pero lo que ya nadie puede negarle es un don natural, acompañada de un estrategia eficaz, para generar una confianza que, desde fuera pero atendiendo a algunos testimonios, parece suicida. Del mismo modo que había aparecido en la vida de una persona para convertirse en un visto y no visto en alguien más de la familia, desaparecía cuando se le reclamaba el dinero: primero aparecían las excusas —«estoy en Holanda con un contrato para trabajar en los canales"— y, con el tiempo, dejaba de contestar las llamadas y nunca estaba en casa o el despacho.
Fiestas de 'la Pantoja'
Sin aficiones reseñables y siempre pegada al teléfono hablando de negocios, su generosidad llegaba a ser apabullante: cajas de marisco a domicilio, pagos en restaurantes de lujo e invitaciones a fiestas en su casa de Galegos con todos los gastos pagados y abundancia sin tino. En estas fiestas, por las que su casa llegó a ser conocida como la de la Pantoja, se juntaban según cuentan quienes estuvieron personas muy notables e influyentes de Lugo y Madrid, desde abogados a jueces, empresarios y algún alto funcionario. Quienes ahora ya tienen motivos para desconfiar piensan que se aprovechó de esa red de protección para mantener su apariencia de solvencia durante tantos años.
IMAGEN RECONOCIBLE. Para cualquiera que la haya visto alguna vez es perfectamente reconocible, por un estilo tan extremadamente cuidado que roza el rococó. Aficionada a los vestidos alambicados, cada complemento con que los acompañaba era del mismo color del vestido, incluido el maquillaje.
¿QUIÉN ES? Lo que nadie que la haya tratado se atreve a aventurar es quién es realmente Berta, si la amiga que conocieron una vez y que pasa por un mal momento o una sociópata que cada vez que se acerca a alguien es para vaciar sus cuentas.