"Vengo de una familia donde vi tanto que el mundo no me da miedo"

Jóvenes que estuvieron tutelados por la Xunta como menores cuentan su experiencia una vez reincorporados a la sociedad
Amelia, Aymane y Yasmina. Victoria Rodríguez
photo_camera Amelia, Aymane y Yasmina. VICTORIA RODRÍGUEZ

Algunos héroes no llevan capa, se la han dejado hecha jirones enganchada por las esquinas de la vida. Algunos de ellos, además, han tenido que dedicar una infancia que debería servir solo para ser niño a recomponer esos jirones dentro de un centro de menores.

Tienen que ser rápidos cosiendo los trozos de sus vidas porque tiempo para madurar es otro de los muchos lujos que no pueden permitirse: los 18 años, la mayoría de edad, se siente llegar como una amenaza y ahí afuera no hay nada, ni familia ni red de apoyo, que pueda amortiguar sus golpes cuando caigan.

Decenas de jóvenes lucenses tutelados se preparan cada año para afrontar ese momento en el que el sistema considera que ya puede lavarse las manos porque ha hecho su labor. Antes de esos 18 años hay programas de formación laboral, como los desarrollados por el centro Dignidade en la provincia, para que los menores tutelados adquieran competencias sociales. Después de esa edad, la Xunta dispone del Mentor, que desarrolla Igaxes, para acompañar un tiempo más la integración de estos chicos y chicas en el mercado laboral y en la sociedad.

La buena noticia es que, en general, funciona, que las personas que el sistema entrega a la sociedad son individuos plenos, responsables y capaces. La mala, que buena parte de esa sociedad sigue negándoles el beneficio de la duda y los sigue marcando con el estigma de haber salido de un centro de menores.

Los que siguen son tres ejemplos de ambas noticias, la mala y, sobre todo, la buena.

Amelia, 25 años. Lugo. Tutelada cinco

"Esto me sirve para que mi hijo no tenga que vivir lo mismo que viví yo"

Su historia: "Estuve ya de pequeña en el centro de día para menores, de 12 a 17 años. Entré por problemas familiares. Luego salí y, por circunstancias de la vida, volví aquí y ahora trabajo con el Grupo Dill pero como profesional, en limpieza y cocina". (Grupo Dill es una empresa de inserción laboral gestionada también por Dignidade).

"Mi etapa cuando era pequeña la recuerdo amarga, pero en el centro me ayudaron muchísimo, gracias a ellos soy lo que soy ahora. Me enseñaron muchas cosas. Yo dejaba de ir colegio; el primer punto fue que aquí me hacían estudiar, madrugar... todos los días, me ponían faltas, me daban pautas, rutinas, consejos... Me costaba porque cuando eres adolescente todo te cuesta. Pero cuando maduras te das cuenta de que eso fue para que ahora sea lo que soy".

La salida: "Salí de un momento para otro, porque mi madre estaba a punto de morirse y nadie se quedó con mi custodia y me quedaba poquito para los 18, por lo que no me tutelaron. Me quedé con mi hermana mayor, que se hizo cargo de mí. Ella había pasado más o menos lo mismo que yo, pero en otra época".

En la calle: "Nada me daba miedo fuera, porque vengo de una familia en la que he visto tantas cosas que ya el mundo no me daba miedo. Yo desde que salí empecé a buscar trabajo, porque me lo decía mi hermana, que era mi apoyo. Trabajaba de camarera, hacía extras, trabajé en muchos sitios. Luego mi hermana hizo su vida y yo la mía y ahora soy totalmente autónoma".

Situación actual: "Vivo sola con mi hijo, de cuatro años. Soy madre soltera, pero no pasa nada, estoy bien. Todo eso que he pasado me sirve para no cometer los mismos errores y para que mi hijo no tenga que vivir lo mismo que viví yo. El Grupo Dill me da muchas facilidades, al ser madre soltera me facilita los horarios".

El estigma: "No he sentido rechazo por salir de un centro de menores, porque nunca se lo decía a nadie. Mi vida privada es mía. A veces tenía más dificultades porque te decían que eras muy joven, o que preferían camareras mayores. Pensaban que más mayores eran más responsables, y no es así, hay de todo. Pero yo no tengo ningún trauma".


Aymane, 20 años. Marruecos. Tutelado tres. 

"Soy exactamente lo que llaman un mena; cuando salí me dada miedo todo"

Su historia: "Yo soy exactamente lo que llaman un mena (menor extranjero no acompañado). El 9 de marzo de 2020 fue el primer día en el que estuve tutelado en un centro de menores, en Ceuta. Empezó a haber muchos problemas cuando empezó a entrar mucha gente por el mar. Había muchos menores de edad en el centro y nos mandaron para la península. Me tocó en Mondoñedo, llegué en junio de 2021".

"Al llegar a Mondoñedo flipé. Hay una grandísima diferencia, de temperatura y todo. Tenía que acostumbrarme para sobrevivir. Estás en Ceuta y la gente es casi marroquí. El acento del idioma es andaluz. Y llegas aquí y te encuentras en un pueblo y con el gallego (se ríe divertido). Pero fueron muy majos conmigo. Además, con la gente de pueblo los primeros días había miradas raras, pero luego era uno más, jugaba al fútbol con el equipo de Mondoñedo. La primera vez que salí de fiesta fue con ellos, y de cenas. La verdad es que la cultura y las costumbres son totalmente diferentes, pero fue buenísimo".

"Recuerdo que en el centro de Ceuta había 500 personas. Para entrar a comer había filas y comías en la bandeja. Y dormías, hasta que pasabas de fase, en una habitación enorme con muchas camas. Cualquier día pasaba algo, siempre, fijo. Y llegas a un centro como Mondoñedo, que es más familiar, con habitaciones, y que comemos juntos en una mesa y en platos. Cuando fui a coger en plato pensé buah, chaval, de bandejas a plato".

La salida: "En el centro me tuvieron que enseñar a estudiar desde el principio, empezando por las letras, lo más básico. No conocía mucho el idioma, pero me ayudaron mucho y estaba en un centro en el que eran todos españoles, allí tienes que acostumbrarte y hablar o te quedas con las manos en un rincón. Me ayudaron mucho los educadores de Mondoñedo, porque yo lo primero que quería era aprender idioma. Luego unos cursos de primeros auxilios y otros de carretilla, para formar un currículum. No era tan fácil como pensaba, pero ahora hay mucha oferta de eso".

En la calle: "La verdad es que cuando pensaba en salir del centro me daba miedo todo. Llevaba solo siete u ocho meses allí, con los educadores... Y tenía un miedo que no vas a imaginar: prepararme la comida, que no sabía cocinar. Desde que salí, me tiré dos meses comiendo lo mismo, pasta con atún o con cualquier cosa. Ahora sí cocino más, bastante bien. Y me gusta todo: pulpo, albóndigas, paella..."

Situación actual: "Había trabajado cuatro meses. Ahora estoy haciendo pintura, reformas generales, jardinería, de todo... Quiero coger experiencia de cualquier cosa que me pueda valer. Ahora creo que soy capaz de tener un trabajo a jornada completa. Vivo en Lugo, en un piso compartido con conocidos. Nos apañamos bastante bien, cada uno lleva su vida".

El estigma: "Con el tema de ser extranjero puedes encontrar cualquier cosa. El primer día eres nuevo y te miran raro, pero luego, cuando se acostumbran a tu cara, pues ya está (risas). La verdad es que a veces sigues encontrándote esa barrera. Y si saben que estuviste en un centro de menores es peor, porque no saben que hay gente que viene de protección, que no es su culpa estar ahí".

"La gente en general tiene que hacer un curso o algo, para que sepa que los que hemos estado en un centro no es porque queramos o porque robábamos o algo malo. Imagínate que había una educadora que trabajaba con nosotros en Mondoñedo y se quedaba por las noches y había gente en Mondoñedo que le preguntaba: ¿Y no te da miedo estar con esos niños del centro por las noches?. Ella se quedaba sin palabras, ¡pero si son niños!".


Yasmina. 20 años. Lugo. Tutelada dos

"No es solo trabajar, es que dé para mantenerte y para seguir los estudios"

Su historia: "Llegué al centro por mi situación familiar. Sencillamente, no podía estar en mi casa. Cuando llegas aquí no sabes nada y a esta edad la gente no tiene mucha confianza en ti para contratarte, y menos a alguien como yo que tampoco tengo estudios. Es muy complicado y esto ayuda, es una gran motivación si tienes ganas de aprovecharla. Te ayuda a mirar el mundo laboral de otra manera".

La salida: "Empecé haciendo cursillos de formación y enseguida me quise poner a trabajar porque sabía que en mi vida iba a necesitar un trabajo sí o sí y ya. Hablé con los educadores para que me metieran en el Grupo Dill".

En la calle: "Tenía miedo sobre todo a no poder establecerme en el trabajo y no poder salir adelante. Yo no tengo a nadie. Al final fue más fácil de lo que yo pensaba, porque me ayudaron mucho en el Grupo Dill. Se me fueron facilitando las oportunidades".

Situación actual: "Trabajar en esta empresa me facilitó encontrar trabajo en otra y tener un empleo indefinido, y ahora trabajo también en otra empresa. Pero es que no es solo trabajar, es que me dé para mantenerme y, lo que es más importante, para seguir con mis estudios. Me estoy sacando el carné de conducir, estoy acabando la Eso y estoy haciendo cursos de todo tipo, a llenar el currículum, tal cual. A mí me gustan mucho los niños y estoy haciendo todo lo que tenga relación con eso. Me gustaría meterme en la educación infantil".

El estigma: "No he sentido rechazo, al revés. Me dicen pero tú cuántos años tienes, cómo estás ya trabajando, porque aparento menos edad y algunas personas se tratan de aprovechar".

Comentarios