Vendedores sin permiso hacen los domingos rastros en el centro

Suelen ir al Calexón do Hospital, Praza Maior y de la Constitución y Carril das Flores
Uno de los puntos de venta del rastrillo
photo_camera Uno de los puntos de venta del rastrillo

El rastro de Lugo no existe. Sin embargo, cada domingo por la mañana se organiza un rastrillo de ropa y artículos usados a precios de ganga que suele ponerse en el Calexón do Hospital, en el lateral de la iglesia de las Agustinas, como ocurrió este domingo, o también en otros puntos alternativos como la Praza Maior, en las inmediaciones del templete; la Praza da Constitución o, incluso, en el Carril das Flores, a la altura de Carrefour Exprés.

El motivo de este cambio de emplazamiento se debe a la presencia de la Policía. Los vendedores, todos ellos sin permiso, levantan su mercancía del suelo tan pronto como aparecen los agentes y huyen hacia otro lugar.

Vendedores y clientes son conocedores de esta situación y, por lo tanto, el cambio de ubicación no supone ningún trastorno puesto que si no hay rastrillo en un sitio, se busca en el otro.

HORARIO. El rastrillo se abre por la mañana a primera hora, en torno a las nueve y media, y se cierra sobre las once. Al parecer, lleva ya tiempo realizándose, siempre bajo esas mismas condiciones. Sin embargo, ello no le resta una clientela fija que busca, cada domingo, el emplazamiento de este particular rastro lucense, en el que vendedores y compradores son, en algunos casos, viejos conocidos.

Los vendedores -la mayoría de etnia gitana- exponen su mercancía directamente en el suelo, aunque cuando se acerca el cliente comienzan a sacar prendas y artículos de bolsas e incluso de sillas de bebé.

En el rastrillo de este domingo, solo había dos mujeres vendiendo a última hora. Ofrecían distinto tipo de ropa usada a 1 euro, aunque también pusieron a la venta otros artículos como, por ejemplo, una cámara fotográfica. Unos pocos clientes se interesaban por la mercancía.

La mayoría de los vendedores que acuden cada domingo a estos rastrillos no tienen ningún tipo de licencia para ejercer esta actividad. Por eso, huyen en cuanto ven a la Policía. Sin embargo, esta actividad les permite conseguir unos ingresos necesarios para su supervivencia dado que estos manteros lucenses carecen de trabajo y de otros ingresos con los que sostener a sus familias. Por lo tanto, la regularización de estos rastros por parte del Concello supondría una forma de generar trabajo y erradicar la marginalidad, dicen.

Algunos clientes de este tipo de mercadillos proponen, por otra parte, que estos se abran a particulares que quieran vender sus propios objetos usados. "Estaría ben que se puidese sacar unha tarxeta no Concello que che permitise vender cousas usadas para gañar diñeiro e desfacerte delas, como ocorre noutros países", afirma un comprador.

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