Urología del Hula construye por primera vez una nueva vejiga por laparoscopia

Utilizó tejido del intestino delgado para hacer un nuevo depósito para la orina en una paciente con cáncer de vejiga ►La nueva 'bolsa' se conecta a los uréteres y a la uretra y permite que quien la reciba pueda orinar de forma convencional

El adjunto de Urología del Hula Javier Casas. XESÚS PONTE
photo_camera 2019042211592198100

LUGO. Un equipo quirúrgico de Urología ha sido el primero en hacer una neovejiga por laparoscopia en el Hula. La intervención consistió en la extracción de la vejiga a una paciente oncológica -algo que actualmente ya suele hacerse por cirugía mínimamente invasiva- y la construcción de un nuevo depósito para la orina utilizando tejido del intestino delgado de la paciente. La novedad reside en esa segunda parte de la intervención, ya que hasta ahora los casos en los que se optaba por construir una neovejiga se hacían por cirugía abierta.

Javier Casas -el urólogo a cargo de la operación, en la que también participó Darío Calafiore- explica que la neovejiga no es una opción válida para todos los pacientes sino solo para unos pocos seleccionados. Influye la propia anatomía del paciente, porque esa nueva "bolsa" hecha con tejido intestinal tiene que tener espacio sin recibir mucha presión del resto de órganos; el enfermo no puede ser obeso, ni puede tener algún tipo de problema médico que le impida resistir una cirugía larga (esta primera se prolongó durante seis horas). Tampoco puede haber recibido radioterapia porque, en ese caso, el intestino no podría utilizarse, ni puede tratarse de un enfermo renal o hepático.

De hecho, la intervención que se hace más frecuentemente en el caso de los pacientes con cáncer de vejiga, así como en los de cáncer de recto a los que también se les tiene que extraer la vejiga, consiste en cortar un trozo de intestino para conectarlo a los uréteres, que son los tubos que transportan la orina fuera de los riñones. De esa manera se crea un conducto, llamado ileal, que lleva la orina fuera del cuerpo, donde se coloca una bolsa que la recoge. 

La intervención en la que se hizo la neovejiga de forma mínimamente invasiva se prolongó seis horas y fue en septiembre

En el caso de esta primera intervención de neovejiga por laparoscopia, el doctor Casas explica que lo que se hace es, después de extraer la vejiga, cortar un trozo de intestino delgado con el que «se genera una bolsa de forma redondeada y cerrada». Se conecta por un lado a los uréteres, de forma que los riñones drenan en esa bolsa la orina, y por otra a la uretra, que lleva la orina fuera del cuerpo. La nueva vejiga está colocada en el cuerpo en el lugar que estaba la otra y permite al paciente orinar de forma convencional.

Aunque reconoce que se trata de una alternativa más estética, que inicialmente parece implicar una mayor calidad de vida para el paciente que la bolsa de urostomía, puntualiza que tiene sus desventajas y que el paciente debe estar informado de ellas para ayudarle a tomar una decisión.

Parte de ellas vienen derivadas de que el intestino "actúa" ahora de vejiga, pero sigue comportándose como intestino. «La vejiga acoge material residual que el organismo quiere eliminar, mientras que el intestino tiene el objetivo de absorber alimento por lo que los pacientes pueden tener problemas metabólicos como acidosis», explica.

Al mismo tiempo, dependiendo de la fuerza física del paciente y del estado de su suelo pélvico, puede tener problemas de incontinencia, algo que según el doctor Casas ocurre en el 50% de los casos. Se refiere a la jornada diurna y , en muchos casos, a una circunstancia que puede mejorarse con rehabilitación. Sin embargo, debido al peristaltismo -el movimiento que hacen los intestinos para empujar el alimento- de noche se producen inevitables pérdidas de orina.

El paciente pierde también el deseo de orinar, la señal que recibe el cerebro avisando de que llega el momento de vaciar la vejiga por lo que debe acudir al baño cada cierto tiempo, de una forma más o menos programada. Inicialmente, deberá hacerlo con más frecuencia ya que se trata de un depósito de menor tamaño que la vejiga original, pero con el tiempo aumenta de tamaño. Puede llegar un momento que alcance tal tamaño que no pueda vaciarse de forma convencional. «En ese caso, el paciente debe sondarse cada vez que quiera orinar», explica el doctor Casas, al tiempo que apunta que esa es otra de las razones que reduce el número de personas candidatas a esta técnica.

No se aconseja, por ejemplo, para un paciente mayor porque le resultaría muy complejo pasado aún más tiempo sondarse cada vez que quisiera ir al baño. Lo mismo ocurre con pacientes con discapacidad. En realidad, dado que la posibilidad de tener cáncer aumenta con la edad, muchos de los pacientes con tumores de vejiga son mayores para los que la opción de la neovejiga no se aconseja.

Al contrario que una cirugía abierta, la mínimamente invasiva permite realizar una intervención como esta con solo tres incisiones. En general, si existe la posibilidad de hacer una cirugía laparoscópica tiende a favorecerse siempre que sea posible porque reduce para el paciente la posibilidad de infección y el tiempo de recuperación posterior.

En este caso concreto, el doctor Casas explica que una dificultad que tiene esta operación en hospitales como el Hula, donde no se hace la intervención asistida por robot, es que tiene «mucha sutura». Cuando se hace la llamada cirugía asistida por robot, el cirujano maneja una consola y usa las herramientas quirúrgicas de forma remota. En el caso de la laparoscopia, inserta y maneja él las herramientas en la cavidad abdominal a través de varias incisiones. La diferencia fundamental en esta intervención en la que se dan numerosos puntos de forma intracorpórea es que, en el primer caso, de disponer el robot se podrían hacer giros de muñeca de 360 grados. «Con laparoscopia solo puedes hacer movimientos de triangulación, tienes que coser usando las dos muñecas completamente rígidas», explica el urólogo.

Esta primera cirugía de neovejiga por laparoscopia se prolongó durante unas seis horas. El doctor Casas señala que estas intervenciones, aunque el tiempo puede variar, son siempre largas por lo que el estado del paciente debe permitir mantenerlo sobre la mesa de operaciones durante ese período con seguridad. Algunas patologías hacen que no se aconseje pasar tanto tiempo en esas circunstancias.

Comentarios