Un trabajo para ser uno más

Rebeca Montoya, en su puesto de atención al público en Juan Soñador. J.VÁZQUEZ

Adrián Cortiñas y Rebeca Montoya rompen prejuicios al frente de la cocina de El Dotmas y de la conserjería de Juan Soñador

En la cocina de El Dotmas Bar, Adrián es quien prepara las hamburguesas, los sandwiches, las tortillas o lo que toque. Llegó a este bar de A Piringalla hace año y medio en principio solo para hacer prácticas de un curso de cocina a la plancha, uno de los muchos del programa Acceder que pone en marcha el Secretariado Gitano. Tan bien lo hacía que su jefe lo fichó para la cocina como ayudante. Adrián no lo dudó. Aunque las barreras se van eliminando, todavía no es fácil encontrar un trabajo para alguien con la piel más oscura. "El curso me abrió todas las puertas. Gracias a eso, tengo un trabajo que me gusta. Ahora estoy pensando en llegar a estudiar Cocina, en el IES Sanxillao", explica.

Adrián Cortiñas Jiménez tiene 25 años y todavía no está casado. No surgió la oportunidad pero tampoco se lo planteó como objetivo. "Los tiempos cambian. Ahora los gitanos jóvenes tenemos otras metas, tanto los chicos como las chicas. Conozco a bastante gente que está sacando la ESO y la FP. Otros, incluso, llegan a la universidad. Yo dejé de estudiar en la ESO y ahora pretendo sacar el título", comenta.

REBECA. Ahí donde la ven tiene 26 años, está casada y tiene un hijo de 4. Al poco de nacer el niño, Rebeca Montoya se planteó romper esquemas. Pensó en recuperar los estudios que había dejado colgados, sacarse el carné y ponerse a trabajar. Ahora mismo, trabaja de conserje en la Fundación Juan Soñador y, a la vez, se prepara para sacar la ESO. A cambio, su marido se ocupa del niño y de la casa.

Para Rebeca, este no es su primer contrato. Antes, estuvo limpiando las oficinas del BBVA y del Banco de Santander y la residencia de As Gándaras. También hizo un curso en la panadería Raposo. "Siempre me apoyaron mi marido y mis padres porque ven que encuentro trabajo. Quizá es más difícil alquilar un piso", afirma.

Rebeca hace memoria y llega a la conclusión de que nunca vio a una gitana de 40 y pico trabajando pero insiste en ser positiva: "Vamos sumando. Ahora las gitanas si quieren ir a un curso, van, y ya hay gitanas juezas, doctoras, logopedas o abogadas", señala.

Rebeca confiesa que el trabajo le aportó autoestima y autonomía. "Me realizo más yo pero lo mejor de todo es llegar a fin de mes sin tener que dar explicaciones de tus gastos", comenta, mientras anuncia su próximo reto: ser dependienta de una tienda de ropa.