Tomamos algo en el Pandemia

Los bares son una de las cosas más añoradas durante el confinamiento por su importancia en la identidad colectiva ▶ Nadie sabe cómo será la hostelería que habrá al salir, pero sí que en gran parte nunca volverá a ser como la de antes
Cartel anunciando el cierre en un local de Lugo. XESÚS PONTE
photo_camera Cartel anunciando el cierre en un local de Lugo. XESÚS PONTE

Igual que antes fueron el Diablo, el Penélope, el Central, el Dickens, el Manolo, el Avenida o el Alaska, igual que fueron las bolas de cristal girando en los techos o los taburetes metálicos clavados al suelo, igual que fueron las mesas de mármol lapidario y las de plástico inconsistente, dentro de un par de años no habrá una ciudad en España sin su bar o su pub Pandemia. Porque probablemente no haya nada que haya contribuido de manera más determinante a formar la identidad, tanto individual como colectiva, de este país como los bares.

No es solo que España haya convertido su cultura de bar, eje principal del turismo, en su seña de identidad y motor económico, es que la historia personal de la inmensa mayoría de cada uno de sus ciudadanos está íntimamente ligada a uno o varios de estos locales, convertidos por la costumbre y la confianza en prolongaciones de las propias casas: lugares de reposo y calma, de encuentro, de cita, de celebración, de duelo, de discusión, de liberación, de ocultación, de exhibición... de refugio.

Es por eso que los bares, la vida que se desarrollaba en torno a ellos, es una de las cosas que más están echando de menos los ciudadanos durante este confinamiento, como si se tratara de un miembro que mucho tiempo después de ser amputado traumáticamente siguiera doliendo como si aún estuviera ahí. Una sensación de pérdida que además se acrecienta con el paso de los días y la confirmación de las peores noticias: el sector hostelero parece condenado a ser el último en recuperar la actividad, y cuando lo haga todo apunta a que será bajo unas condiciones draconianas. El desastre económico para el sector apunta a catástrofe, el efecto sobre la sociedad es aún imprevisible, pero además cada ciudadano seguirá durante mucho tiempo percibiendo individualmente el dolor de su miembro amputado.

NADA SERÁ IGUAL. Por el momento, todo son preguntas y dudas, y solo una certeza: la hostelería tal y como se conocía antes del confinamiento, hace poco más de un mes, ya nunca volverá a ser la misma.

Lo que tampoco nadie puede prever todavía es hasta qué punto este cambio empujará también una transformación en el alma, en el ser íntimo, de la sociedad española.

El punto de partida es entender que la hostelería son una infinidad de mundos, y a cada uno afectará de una manera según sus circunstancias. Por lo que respecta a Lugo, por ejemplo, parece bastante extendida la opinión de tal vez quienes menos se vean perjudicados sean los bares tradicionales, las tabernas, precisamente las que cada vez son más escasas. Al vivir de una clientela más o menos fija, no demasiado masificada, con una edad madura y costumbres asentadas, su retorno a la ‘normalidad’ puede ser más rápido, hablando siempre dentro de la incertidumbre. Pero habrá muchos bares tradicionales que si se imponen restricciones, simplemente por una cuestión de espacio tampoco tendrán fácil reabrir.

Otra de las señas de identidad de Lugo también puede darse definitivamente por perdida: las bandejas y platos de pinchos sobre la barra que servían de gancho en muchos locales se pueden contar ya en las listas de víctimas del Covid-19. Y las tapas, ya se verá. Desde luego, en algunos locales la presentación y la dispensación van a tener que experimentar cambios que a estas alturas pocos se atreven siquiera a aventurar. Y eso, seguramente, tendrá también un efecto sobre los precios de las consumiciones: si el cliente no puede comer pinchos, quizás no esté dispuesto a pagar lo mismo.

GANAS CONTRA EL MIEDO. Otra de las grandes incógnitas: ¿qué será más poderoso, el deseo de la gente de recuperar la parte de su esencia que se quedó en los bares o el miedo a un virus para el que todavía no hay vacuna? Es decir, ¿cuánto se tardará en volver, si alguna vez se vuelva, al bar animado, a pedir por encima de un desconocido en la barra, a hacerse paso a codazos hasta el camarero un viernes por la noche? ¿Es posible un Arde Lucus o un San Froilán, cuando el éxito se mide por la masa? Tampoco hay respuesta.

Varas de medir tan propias de sitios como Lugo, como las casas de comida que se alababan porque dejaban la pota de callos o de sopa o el queso entero encima de la mesa para que el comensal se fuera sirviendo, pueden formar ya parte del pasado. Tanto que hay en estos momentos dueños de restaurantes en la ciudad planteándose si tendrán que dividir las mesas miecon mamparas de metacrilato para que estén aislados hasta los clientes que la están compartiendo, que han ido juntos a comer. No es ciencia ficción, es una opción muy real. Tan posible como camareros con guantes, mascarillas y batas.

Pero si en este recorrido por los diferentes mundos de la hostelería hay uno que se siente cercano al abismo es el de la noche, los pubs y discotecas. Parten con la ventaja de estar destinados en su mayoría a un público joven, en el que la sensación de riesgo es menor, pero pensar en funcionar con limitaciones de aforo, distancias mínimas y medidas de protección es simplemente ridículo.

LLEGA EL 'TARDEO'. De hecho, algunos pubs de la ciudad están ya abrazando la idea de lo que se conoce como el ‘tardeo’, una moda ya asentada en Europa y que los dos grandes grupos que dominan el mercado de la distribución de bebidas, Diageo y Maxxium, llevan tiempo tratando de introducir en España. Durante este confinamiento lo han seguido potenciando a través de cursos de combinados y coctelería online.

Se trata, básicamente, de conseguir que la asentada costumbre española de las cañas y los vinos de la tarde se vaya cambiando poco a poco por copas, combinados y cócteles, con el objetivo de sacar más rentabilidad y de fomentar poco a poco el cambio de hábitos en los clientes y, con ello, el cambio de modelo de negocio, al trabajar la tarde y la primera hora de la noche y cerrar mucho antes.

Si podrán conseguirlo o no, como todo lo demás, está por ver. Porque al final todo dependerá de cuánto echen de menos los ciudadanos sus bares, de cómo de fuerte es su deseo de recuperar esa parte de su esencia que ha sido amputada de forma traumática, o de si son capaces de volver a reencontrase consigo mismos y las personas que eran en otro bar distinto, uno llamado Pandemia.

De sector líder a ser el último en salir de la crisis

Los hosteleros piden que las ayudas estén al nivel de las exigencias de sus sacrificios

Cuando la pandemia de Covid- 19 obligó a confinar el sector hostelero español, este era uno de los principales motores económicos y laborales del país. El turismo y la actividad a él ligada genera el 13% de PIB nacional. Sin embargo, la única certeza que en estos momentos aparece en su horizonte es que cuando comience la desescalada del confinamiento, la hostelería será de las últimas en poder recuperar la normalidad.

El resto es total incertidumbre, que se traduce en pesimismo generalizado cuando se habla con los profesionales del sector en Lugo, tanto de bares como de restaurantes o de pubs. Todos ellos, además, asumen que cuando puedan ir abriendo lo harán sometidos a limitaciones de aforo y a estrictas medidas de seguridad. En muchos foros de asociaciones del sector se habla incluso de que sería mejor posponer la apertura antes que reabrir en determinadas condiciones.

En estas circunstancias, las perspectivas de recuperación económica son pésimas. Por ello, reclaman a las administraciones que las ayudas estén acordes con las exigencias que ellos tienen que cumplir y con los sacrificios que han tenido que afrontar.

Entre sus peticiones, la extensión en el tiempo de los Ertes y la eliminación de la obligación de readmitir a toda la plantilla si cuando reabran lo hacen con limitaciones de aforo; la supresión o reducción de la mayor parte de tasas e impuestos municipales; la reducción o el aplazamiento de impuestos como el Iva, el de Sociedades o el IRPF; la eliminación o graduación de la cuota de autónomos; la moratoria en el pago de hipotecas; la creación de líneas de crédito a interés cero o 0,25%, y distintas medidas de protección para los empleados, como camareros y cocineros.

Y aún en el caso de contar con todo ello, en muchos ámbitos, como los hoteles turísticos o los locales de ocio nocturno, ya dan el año por perdido. Es más, se conforman con que sea solo este.

Los alquileres, otra losa

Una de las losas que más están pesando en el sector es el pago de los alquileres, ya que buena de los negocios funcionan en locales que no son propios. Llegar a un acuerdo para un mes o dos puede ser posible, pero más allá de ese tiempo la situación se complica.

Casco viejo
En el caso de Lugo hay áreas en las se da una concentración con circunstancias especiales, como la zona de vinos del casco viejo: gran parte de los bares ocupan bajos de pequeños propietarios que cuentan con los ingresos de esos alquileres como parte fundamental de sus ingresos mensuales, por lo que su capacidad de resistencia también es muy limitada.

Terrazas
Además, es una zona sin apenas espacio para terrazas, que todo el mundo coincide en que será un servicio muy demandado tras el confinamiento.