"Todas las grandes opresiones se sostienen en la que sufre la mujer"

María Fernanda Ampuero ha triunfado con 'Pelea de gallos', un libro de relatos en el que habla con crudeza de muchas de las realidades que azotan a la mujer. Estará en Lugo este viernes en O Vello Cárcere

María Fernanda Ampuero. EP
photo_camera María Fernanda Ampuero. EP

Pelea de gallos ha sido un éxito rotundo de una autora que presenta relatos muy crudos de la situación de la mujer.

Usted dibuja un panorama muy crudo para las mujeres. ¿Tan poco hemos avanzado?
Hay que tomar en cuenta de dónde venimos. Yo sí creo en la lucha feminista, porque sé de dónde venimos: de no poder votar, de no tener pasaporte, de pasar de tu padre a tu marido, de estar absolutamente silenciada... Ahora las cosas son distintas. Pero hay, sí, una situación que para mí es la más terrorífica, que es la violencia contra nosotras, la violencia intrafamiliar, lo que antes se llamaba crimen pasional. Eso no solo no se ha mejorado, sino que hay una horrorosa presencia de la violencia contra las mujeres en pleno siglo XXI en cualquier país al que vayas. Es una cosa ubicua, que no tiene que ver con la pobreza, ni con el nivel de educación ni con nada. Eso es verdaderamente aterrador. Yo creo que cuando preguntan porque tenemos que marchar y tenemos que hacer huelga, la respuesta está ahí.

¿La casa es quizás el espacio en el que menos se ha avanzado?
Para mí, sí. Y no solo por las cosas que pasan en la casa, sino por esa máxima social de que lo pasa en la casa queda ahí. En ese proceso como de amordazamiento de la sociedad, de ponerte una venda en los ojos en relación a las cosas que claramente ves, tú estás siendo cómplice. Es una de las cosas más brutales y violentas. Aquello de que la ropa sucia se lava en casa nos ha perjudicado muchísimo, a niveles incalculables.

Es muy relevante esa ubicuidad de la violencia de la que hablaba, que se da en todos los países y culturas.
Sí, de hecho me parece que todas las otras opresiones —negro sobre blanco o sobre indígena, por ejemplo— se sostienen en esa gran opresión de la mujer, que supone que la mitad del mundo, es inferior, no es igual. Se parte ya de una opinión de superioridad de tu propio hombre, de tu propia especie. Si esa sensación de opresores y oprimidos sucede en una casa, cómo no va a suceder entre dos países, entre dos culturas, entre dos razas... Yo creo que ahí está el origen de todas las opresiones y por eso es importante dinamitar esa situación. Y también por los hombres, porque a ellos les conviene que la masculinidad deje de ser aquello que se piensa que es.

Y los hombres no acaban de encontrar su papel.
Ese es el gran desafío de este siglo. Es el gran trabajo de ellos, porque no se lo podemos hacer nosotras. Es un momento muy coyuntural, donde están cambiando muchas cosas, donde estamos diciendo que, por ejemplo, la responsabilidad de los cuidados no es de las mujeres. Y eso genera muchas fricciones.

Usted escribe también de la inmigración. ¿Es más dura cuando las protagonistas son mujeres?
Para mí, sí. Y además yo vine a España a trabajar con la inmigración. La inmigración ecuatoriana fue básicamente femenina. La avanzadilla fueron las mujeres, que vinieron a trabajar, a ser internas, a ser cuidadoras. Y muchas dejaron a sus padres y a sus hijos al cuidado de un hombre que al final no respondió como debía. Y esos niños que se quedaron guardan un rencor infinito, porque sienten que los abandonaron, cuando las madres lo que salieron fue a buscar el pan. Y los hombres no se hicieron cargo y eso fue una gran tragedia. Y muchos hicieron otro hogar mientras ellas estaban aquí trabajando y enviándoles dinero. A muchas les robaron sus propias parejas el dinero que enviaban. Y aquí las inmigrantes también tenemos las de perder, somos ciudadanas de segunda categoría y hay más dudas acerca de nosotras.

"Ese amordazamiento de asumir que la ropa sucia se lava en casa nos ha perjudicado a niveles incalculables"

Su voz se ha hecho oír muy fuerte, ¿pero llega igual a hombres y mujeres o la leen más ellas?
No, de hecho está muy igualado el número de lectores y he tenido críticas excelentes de mujeres y hombres. Y soy muy vehemente, pero he recibido mucho respeto.

¿Y la experiencia de la emigración, con todo, no ha ayudado a avanzar a las mujeres?
Sí, sobre todo para quienes emigramos de países donde el machismo es todavía muy importante. Llegamos aquí, a un país rico y moderno, y fue un momento delirante. Ver lo que ocurría aquí, algo tan simple como ir a un bar, fue transformador. Eran mujeres que estaban solas y empezaron a hacer cosas que antes no hacían y eso les dio mucho valor y una sensación de superheroínas.

Así que hubo un retorno de comportamientos de libertad.
Sí, eso y que las redes sociales te ponen en contacto con lo que ocurre en otras partes. Estamos viendo la lucha de las argentinas por el aborto, el papel de las mujeres ante Bolsonaro, de las mexicanas ante los feminicidios. El feminismo de hoy es transfronterizo y eso es una maravilla. Y muchas mujeres que emigraron y que vuelven ya no regresan con la misa cabeza.

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